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En un mitin multipartidista con ataques y reparto de reproches entre los distintos rivales y candidatos ha acabado convertida la última sesión plenaria del Bundestag, el Parlamento alemán, antes de las elecciones legislativas anticipadas del 23 de febrero. La política migratoria y el cortafuegos para ... aislar a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) han dominado el apasionado debate de este martes que se prolongó a lo largo de tres horas y en el que unos acusaron a los otros de carecer de ideas e iniciativas para sacar al país de la crisis económica que atraviesa tras tres años de recesión.
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Juan Carlos Barrena
En un discurso interrumpido repetidamente por abucheos, el canciller federal y candidato socialdemócrata (SPD) a la reelección, Olaf Scholz, ha criticado a su rival conservador, Friedrich Merz, por su «volubilidad y eslóganes», así como por su falta de rumbo. El aludido ha cambiado repetidamente de postura, por ejemplo, en la cuestión de los envíos de misiles alemanes Taurus a Ucrania. «Los constantes giros de 180 grados son sistemáticos», ha acusado el mandatario al presidente de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en su intervención, que ha tenido un aire de despedida ante unos pronósticos electorales que le son desfavorables.
Scholz ha vuelto a calificar de ruptura del tabú y de «apuesta irresponsable» la decisión de Merz de aceptar una mayoría parlamentaria con votos de la ultraderecha para sacar adelante sus propuestas de política migratoria. Ha recordado que el propio Merz había descartado anteriormente «de forma reiterada y elocuente» formar mayorías conjuntas con la extrema derecha. «Ha roto su palabra» ante los alemanes, que no aceptan la iniciativa de arrimarse a los populistas de la AfD, ha dicho el canciller.
Las propuestas conservadoras, a su juicio, violan la legislación europea y supondrían de hecho el final de la política comunitaria de asilo. «Quiere enterrar Europa. Sería el principio del fin del mercado único europeo, sería el principio del fin de la Unión Europea como comunidad de derecho», ha advertido para reprocharle la falta de respeto a sus antecesores. «Helmut Kohl fortaleció Europa. Angela Merkel mantuvo unida a Europa, y Friedrich Merz está a punto de enterrarla. Qué manera de tratar ese orgulloso legado. Y esto en un momento en que una Europa unida tiene que demostrar su valía como pocas veces», ha valorado Scholz.
No menos severo con su competidor se ha mostrado el candidato de la CDU y su hermanada y bávara Unión Socialcristiana (CSU) en su respuesta. Ante las críticas a su política migratoria, Merz ha acusado al Gobierno de coalición saliente de haber tenido «abandonada a Europa» como ningún otro. El gabinete ha estado «tan dividido que en general no sabían qué tenían que votar en Bruselas», ha comentado antes de subrayar que tampoco nunca antes un Ejecutivo alemán ha sido tan criticado y despreciado en la UE como el tripartito de SPD, verdes y liberales (FDP). Eso sí, también se ha referido a la responsabilidad del SPD o Los Verdes para negociar una posible alianza tras los próximos comicios.
Merz se ha visto obligado una vez más a reiterar su rechazo y condena a AfD y ha culpado a Scholz de su ascenso. La ultraderecha comenzó con alrededor del 10% de los votos en las pasadas elecciones y ahora está en el 20% en los sondeos, ha señalado el líder conservador, favorito indiscutible según todas las encuestas para ser el próximo jefe del Gobierno alemán. «Señor canciller, eso no se debe a la oposición», ha rematado. «Ese es su resultado», ha insistido para afirmar que la cooperación entre CDU/CSU y AfD está «fuera de debate» y en ese contexto ha cargado contra Scholz por «alimentar pesadillas» para avivar el miedo a una supuesta coalición de conservadores y extrema derecha.
Del guion establecido se ha salido únicamente Robert Habeck, candidato de Los Verdes a la cancillería y actual ministro de Economía, que no ha hablado de migración o la amenaza ultra, sino del peligro de que la lucha contra el cambio climático caiga en el olvido y de la importancia de la Inteligencia Artificial, los ordenadores cuánticos, las tecnologías del futuro y la urgente necesidad de invertir en educación. «Pese a los gruñidos del grupo parlamentario de AfD», que han abucheado su intervención, Habeck ha tratado de lanzar un mensaje positivo y una visión de futuro, para lo que ha propuesto un programa de inversiones al que deberían contribuir los «superricos» para financiar, entre otras cosas, una mejor formación en colegios y guarderías.
Alice Weidel, líder y candidata de la marginada ultraderecha, ha tenido que soportar la mayor lluvia de interrupciones y abucheos de la jornada, hasta el punto de que ha pedido ayuda a la presidenta de la Cámara, Bärbel Bas, que, sin embargo, le ha mandado que fuera a quejarse a otra parte. «Dígaselo a su propio grupo parlamentario, que interrumpe permanentemente todas las sesiones», le ha espetado Bas. Visiblemente irritada, Weidel ha asegurado que «el cambio en política migratoria, económica, energética y fiscal y el giro en política social llegará de la mano de Alternativa para Alemania» y se ha mostrado convencida de que tarde o temprano su formación será la más votada y asumirá la responsabilidad de gobernar.
Malabares ha hecho el líder de los liberales (FDP), Christian Lindner, para acusar de todos los males del país, también en materia de política migratoria, a los aún gobernantes socialdemócratas y verdes y a la vez eximir de toda responsabilidad a su partido, que fue expulsado de la coalición de Scholz el pasado noviembre tras tres años de gobierno juntos por boicotearla desde dentro, lo que provocó el adelanto electoral. Aunque los sondeos anuncian para el FDP la pérdida de todos sus escaños, Lindner ha insistido en que su formación es clave en el próximo Ejecutivo si realmente se pretende dar un giro a la política nacional. No ha dudado en acusar a los demás grupos de «falta de responsabilidad» en el gasto público y ha repetido su mantra de que «no hay escasez de fondos públicos», sólo «falta de valor para establecer prioridades» en el presupuesto federal.
La última sesión parlamentaria de la legislatura ha sido también la última como diputado del que fuera la promesa política de la socialdemocracia alemana. Retirado con tan solo 35 años de la política activa por motivos de salud, Kevin Kühnert ha destacado en su reaparición tras meses de ausencia que los conservadores y los liberales «no son fascistas, tampoco a escondidas», por buscar el apoyo de la ultraderecha a iniciativas parlamentarias, pero ha asumido que «el conflicto correcto no debe combatirse con argumentos equivocados». Kühnert ha apuntado que «el oportunismo no debe imponerse a la integridad». Despedido con ovaciones en pie por miembros de todos los partidos excepto AfD, ha hecho un llamamiento final: «Protejamos nuestra democracia. Yo lo haré en el futuro desde fuera».
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