La antigua ruta de la sal
Territorio salado ·
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Por el frontal costero donde se encuentra el chiringuito Muro de Sal pasaban a diario las toneladas del apreciado mineral blanco que se extraía de ... las salinas de Marchamalo. «Le llamaban 'los saleros' porque había unos depósitos gigantes de piedra, donde las carretas que venían de las salinas descargaban la sal», cuenta Alejandra Celdrán, propietaria del negocio. Después se cargaba en vagonetas para transportarla a las barcazas que partían con el cloruro de sodio hacia los destinos comerciales. Aquellas gabarras negras se hacían cada vez más pequeñas en el horizonte hasta desaparecer en esa línea del infinito que forma el mar al juntarse con el cielo.
Ubicación: Cabo de Palos (Cartagena).
Qué pedir: Gyozas de langostino, tartar de salmón, frituras, arroces y, de noche, cócteles.Tener en cuenta: Está abierto todo el año. Hay que reservar con dos días de antelación.
Para escuchar de camino: 'Stou Mema Ta Traina', de Nikos Kalogeropoulos. Playlist 'Territorio salado', en Spotify.
Alejandra heredó el terreno de 'los saleros' de su abuelo, Francisco Celdrán, concesionario de la explotación de las salinas cartageneras, cuyo fin ya fue otra historia. Con el abandono de la actividad extractiva, se acabó el trasiego de sal. En el chiringuito, todo un clásico en Cabo de Palos, se puede ver una de las vagonetas centenarias cargadas de esos diminutos granos que brillan al sol como diamantes. Decorado con maderas pintadas de blanco y techumbre de cañas, se reivindica más como «el sitio que nos gusta a los cabopaleros» que otro más destinado al turismo de masas, según comenta la propietaria.
Desde su terraza puedes abarcar con la vista todo el paseo gastronómico de la localidad, más el tramo conocido como La Barra, con su rompiente final de rocas, mientras degustas unas gyozas de langostino en su punto y un tartar de atún o de salmón con toques de manzana. También sirven frituras, pescados asados y arroces marineros. Por la noche, la música 'chill out' acompaña a mojitos y otros cócteles para animar el ambiente de buceadores aficionados, asiduos del verano y residentes fijos. Hay que tener cuidado, porque Cabo de Palos se cuela en el flujo linfático y, de ahí, se inocula directamente en la sangre hasta que te hace adicto a su encanto de pueblo marinero.
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