Con tan solo 19 años, ya había decidido ligar su vida profesional al mar. Raúl López Marín y su socio Pedro Samper son herederos de ... todo un icono de La Manga del Mar Menor de los setenta, la sudafricana Sandrina: fundadora de la primera escuela de vela de la Región de Murcia, en 1974, aún sobre dunas de arena.
«Le tomamos el relevo hace 23 años al frente del negocio», cuenta Raúl. «No contentos con limitarnos a windsurf, piragüismo y vela ligera, hace una década decidimos ampliar la oferta de actividades con la motonáutica (Mediterráneo Jet La Manga) para apostar por la vertiente mediterránea de La Manga, que entonces teníamos más descuidada».
Con la seguridad como premisa (potencia reducida a 60 CV, un monitor titulado por cada cuatro motos de agua, centro autorizado, sistema hombre al agua y chaleco salvavidas aún siendo campeón del mundo de natación), un plus de tranquilidad que la gente agradece, su objetivo es doble. El primero, que los clientes disfruten de la experiencia. «Y eso se consigue el 100% de las veces porque el manejo de las motos de agua es muy divertido». El segundo que, con la diversión como vehículo, «conozcan el maravilloso litoral mediterráneo de La Manga, sus valores medioambientales y las oportunidades turísticas que les ofrece».
Entre la prudencia y el susto, los turistas van tanteando la moto, pero pronto empiezan a disfrutar
A las 10 de la mañana ha quedado con una familia para guiarla en una excursión por la isla Grosa y el litoral hasta Cabo de Palos. Así que, junto al puesto que tienen en la playa, en El Paquebote, un buen desayuno antes de embarcar desde el Puerto de Tomás Maestre. Una tostada de atún y tomate y un café con leche. «Ya estoy listo para empezar», dice.
Como la mayoría de sus clientes, esta es la primera experiencia que José, Marina y sus dos hijos van a tener con la moto. Y, como los niños son menores de 16 años, el grupo será de tres vehículos, incluido el de Raúl.
Son puntuales, así que «les explico las instrucciones de seguridad, las nociones básicas del manejo y funcionamiento del vehículo, les reparto el chaleco salvavidas, les pido que respeten la distancia de seguridad, les conecto el hombre al agua y les invito a seguir, siempre, las instrucciones del monitor, yo».
En cabeza del grupo, Raúl marca los 3 nudos como la velocidad máxima para circular por la Gola del Estacio en dirección a la isla Grosa, un espacio natural protegido por numerosas figuras desde 1992 –Lugar de Interés Comunitario (LIC), Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Paisaje Protegido, Zona de Especial Conservación (ZEC) 'Franja Litoral Sumergida de la Región de Murcia' y Zona de Especial Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM)–. Ya, en mar abierto, se puede acelerar.
Al principio, dudan un poco, no saben cómo va a reaccionar la moto, así que, entre la prudencia y el susto, van tanteando el puño para ver la reacción del vehículo, mientras se aproximan a la sorpresa final. «Cuando les zozobra mucho es porque van demasiado despacio, pero enseguida descubren que la moto tiene la potencia justa para que ellos, usuarios novatos, puedan navegar sin sobresaltos, y que a más velocidad, mayor control y estabilidad. En ese momento, empiezan a disfrutar de verdad. Las motos llegan a alcanzar 60 km/h; en tierra nos parece una marcha lenta, pero en el mar, sobre una superficie fluctuante y con olas, la sensación de velocidad se acrecienta».
Dos kilómetros y medio después, la familia motorista circunnavega, ya con confianza, la isla Grosa y el islote de El Farallón, dos promontorios volcánicos ante los que José y Marina abren los ojos como platos. Cuando se enfrentan a la cara sur-sureste del conjunto, les impresiona. Frente a la vertiente uniforme y rica en vegetación, de forma cónica, que la Grosa muestra desde la costa, se encuentran con lo realmente llamativo: su cara oculta; acantilados de roca con enormes grutas y curiosos relieves que dibujan las disyunciones columnares de la formación volcánica; el llamativo arco del triunfo que El Farallón dedica al mar desde hace más de 6 millones de años. Lo que aparece ante sus ojos es bastante espectacular. Y también lo que se extiende bajo el mar: la mayor superficie de pradera de 'Posidonia oceanica' de todo el litoral murciano.
En esta excursión no habrá oportunidad para calzarse aletas y gafas de bucear y admirar la variada vida marina, pero sí para conocer de su existencia. «La Reserva de Cabo de Palos-Islas Hormigas es de las más importantes de toda Europa», les cuenta Raúl a los navegantes.
Respeto y responsabilidad
Aunque por desgracia a los usuarios de las motos de agua se les relaciona con un uso inadecuado e irresponsable de estos vehículos, ese estigma se ha reducido bastante desde la entrada en vigor de la ley que reguló su uso. Además, esta actividad náutica tiene que lidiar con la idea equivocada de que las motos de agua son contaminantes. «Nada más lejos de la realidad. Las motos modernas no contaminan nada; el único tipo de contaminación que se podría dar es la acústica si va un grupo de 4 o 5 vehículos. No tiran al mar combustibles, ni aceites, ni gases». El uso de turbinas frente a hélices las hacen muy seguras para usuarios y bañistas; e, incluso, «varios estudios acreditan que oxigenan el agua y no perjudican el fondo marino».
El recorrido concluye en las inmediaciones del faro de Cabo de Palos, junto a la playa de Levante. «Aquí podemos bajarnos de la moto y darnos un chapuzón, pero sin quitarnos el chaleco ni alejarnos de la moto», advierte el monitor a sus cuatro pupilos, antes de emprender el camino de vuelta. Además de probar la moto descubren espacios naturales y zonas que no conocían. Y así se les abre la mente a futuras experiencias en esta aventura de tracción trasera y velocidad: un paseo submarino por las ricas, valiosas y biodiversas praderas de Posidonia del litoral murciano sumergido, un acercamiento a la navegación en vela ligera en un entorno privilegiado y hasta una inmersión en el pasado milenario del Mediterráneo, a través de los pecios fenicios, romanos y berberiscos que naufragaron junto al Bajo de la Campana o de la Laja y de los restos recuperados por la arqueología subacuática, al alcance del público en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua) de Cartagena.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.