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A poco que sigáis la política gringa ya lo sabéis: las elecciones 'midterms', que se celebran por allí a mitad de legislatura y que sirven ... para designar a parte de los congresistas, senadores y gobernadores, han sido un fracaso para Trump y sus seguidores. Se hablaba de ola roja, que es una cosa que a algunos nos sonaba estupendo hasta que supimos que se refería al color del Partido Republicano. Lo de partido republicano tampoco sonaba nada mal si lo piensas, pero quiá. En resumen: que la ola roja no ha llegado ni a manguerazo. Que a la 'alt-right' no se la ve muy 'alright'. Que los trumpistas se han llevado un trompazo. Ya, ya paro. Se conoce que he estado leyendo demasiada prensa amarilla esta semana. Perdón.
Las aspiraciones de don Donaldo Trump, que es ese señor que tú te lo quieres inventar y no te sale, han quedado muy tocadas de cara a las presidenciales de 2024. Primero porque –dicen los analistas de allá– el fanatismo de sus propuestas moviliza al campo progresista; también porque sus candidatos, percibidos como fantoches sin experiencia de gobierno y demasiado radicales, han perdido las nominaciones clave. Un nuevo líder emerge, además, en la derecha norteamericana: Ron DeSantis, claramente antiTrump, ha arrasado en Florida. Trump, que se las prometía muy felices para estos días y preveía anunciar su candidatura por aclamación, se ha encontrado con una sociedad que ha dejado de reírle las gracias, de creerle las soflamas y de verlo como próximo presidente, y además tiene que lidiar con un joven y carismático dirigente que habla abiertamente de pasar la página MAGA.
Tras la reciente derrota de Bolsonaro y la rápida caída en desgracia de Johnson y Truss, corren malos tiempos para esas derechas populistas y radicales que no hace tanto amenazaban con controlar medio planeta. El poder radiactivo de esa mezcla de ultranacionalismo, nostalgia y turbocapitalismo que compone su peculiar ideología parece declinar. Amarillean las banderas en los balcones, ya incapaces de encender la sangre de nadie. Las crisis climática y energética y la pesadilla inflacionaria son retos que no se pueden solucionar haciendo [inserta aquí el nombre de tu país] grande otra vez. Exactamente igual que cualquier otro reto, por cierto. Surgen cada vez más voces entre la derecha convencional que dicen que la asociación con frikis y patrioteros, que hasta ahora ha funcionado, se está convirtiendo a pasos agigantados en un peso muerto. Una receta que, en el mejor de los casos, solo puede componer un gobierno frankenstein tipo Meloni, incapaz de aprobar un par de presupuestos antes de descomponerse.
¿Y en España el melonismo qué tal? Con Vox perdiendo fuelle encuesta tras encuesta, las fricciones entre conservadores y 'alt-right' estallan ahora en el seno del mismo Partido Popular, donde el 'TeamAyuso' ha obtenido su primera gran victoria sobre Feijóo (y de paso, sobre la imagen de nuestra pobre Justicia). La presidenta madrileña, con el inmenso poder que le otorga su sintonía con los principales medios de derecha, ha doblegado al gallego en el intento de pacto para la renovación del CGPJ, dejando al PP como casa de dos puertas en un momento en que las encuestas empiezan a certificar el fin de su crecimiento electoral. Se trata de una trampa que los republicanos estadounidenses sufren desde hace años: la irrupción de una figura (Trump) inmensamente popular entre los suyos y capaz de movilizar, pero que al mismo tiempo fanatiza al partido, daña las instituciones y la imagen del país, y genera tanta aversión entre el electorado progresista que acaba creciéndose en tu contra.
¿Y en Murcia? Pues una de cal y otra de arena. El PP de Miras y el Vox de Antelo viven, por una parte, una luna de miel tras el pacto para recomponer el Grupo Mixto en la Asamblea Regional. Por otra, las inminentes elecciones ya los han obligado a tomar posiciones en torno a los intereses de la agroindustria, que como sabemos modulan el voto de las comarcas que rodean el Mar Menor. El melonismo se encarna en la Fundación Ingenio, que es al PP lo que los talibán a EE UU: los armas, los financias, los apoyas y luego se te revuelven con tu propio armamento. Melonismo de Melones El Abuelo (que los trae de Brasil y Senegal, claro), entre otras empresas miembro de la Fundación. Melonismo de que no te entre en el ídem que te estás cargando el Mar Menor. Melonismo con jamón, porque quién puede dudar de que, tras las elecciones, quienes hoy parecen enfrentarse volverán a coincidir en todo. Y melonismo de la sociedad murciana si aceptamos que estos personajes sigan condicionando la política regional tras los comicios de mayo. Está por ver, acordaos.
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