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Cuatro años después de la entrada en vigor de la Ley de Recuperación y Protección del Mar Menor, la eficacia de las limitaciones que la ... norma trajo para la agricultura del Campo de Cartagena ha conllevado largas e intensas discusiones entre el sector primario, vecinos de la cuenca vertiente, organizaciones ecologistas, ayuntamientos y partidos políticos. Ahora, en pleno debate para ver qué partes del texto legislativo se deben modificar, esas restricciones han vuelto a coger más protagonismo que nunca.
Investigadores del Instituto Universitario de Ingeniería del Agua y del Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) han publicado recientemente un estudio donde ponen cifras positivas, en mayor o menor medida, a la efectividad de algunas obligaciones que vienen recogidas en la ley como la implantación de setos en las áreas agrícolas más próxima al Mar Menor, la franja de protección de 1.500 metros en torno a la laguna, la limitación de ciclos de cultivo o el tope en 170 kilos de nitrógeno al año que se emplea como fertilizante. Incluso, valoran cómo se comportarán las futuras áreas de renaturalización que el Ministerio para la Transición Ecológica quiere implantar en la zona sur.
El objetivo era conocer hasta qué punto se reducen con estas medidas el transporte superficial de nitrógeno hasta el Mar Menor, la infiltración de este compuesto en el acuífero o la cantidad de sedimentos que serían arrastrados en caso de fuertes lluvias. Por ejemplo, el modelo empleado por los investigadores determina que las limitaciones en el uso de fertilizantes nitrogenados y un riego por goteo reduce hasta un 37% la exportación de este nutriente vía superficie. «Al aportar una cantidad de fertilizante adaptada a la etapa de crecimiento de la planta, el excedente se reduce y, por lo tanto, hay menos nitrógeno en el suelo para ser transportado por la escorrentía superficial en los periodos de precipitaciones intensas», remarcan los expertos.
La llamada agricultura de precisión, que abarca todas esas limitaciones pero que ha sido un término también muy cuestionado, logra una reducción de un 43% del excedente de nitrógeno que puede acabar en el acuífero. Respecto a las áreas de renaturalización, la tasa de éxito para evitar escorrentías contaminadas sería del 23%, pero esta estaría asociada «a la fuerte reducción de la superficie abonada» (la percolación a la masa de agua subterránea se reduciría un 34%). Por otro lado, la franja perimetral alcanzaría sólo un porcentaje positivo del 7% en lo que supone el arrastre de nitratos, pero se incrementa hasta una quinta parte si nos centramos en el acuífero.
La unión de medidas como la fertirrigación restringida por goteo y la zona de exclusión costera de más de un kilómetro lograría un 52% más de efectividad «en la reducción de la producción de sedimentos y la exportación de nitrógeno en superficie».
33% Efectividad alta en la reducción de los flujos de sedimentos en las áreas de renaturalización de la zona sur
3% Menor eficacia en el freno a las escorrentías si sólo estuviera implantada la franja de 1.500 metros
Este trabajo, como explica a LA VERDAD uno de sus autores y miembro del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de Valencia, Félix Francés, es la unión de los resultados de distintos encargos que el Gobierno regional y el Ministerio para la Transición Ecológica habían hecho tiempo atrás a este centro de la Politécnica. Ahora, con aquellas conclusiones que sacaron, entre ellos un modelo para comprobar la eficiencia de las limitaciones, han publicado un trabajo en la revista Ingeniería del Agua de la UPV. «Las medidas que se han implantado son positivas, seguro. La fuente del nitrógeno es la fertilización que se ha estado utilizando los últimos 20 años en la cuenca. Eso hay que cortarlo sí o sí. Los agricultores pueden reducir sin mayor problema esa fertilización. Las restricciones al nitrógeno y a los ciclos de cultivo son perfectamente asumibles, y son eficientes», detalla el investigador.
Teniendo en cuenta todos los resultados obtenidos, los científicos concluyen de forma general que «cada una de las prácticas de gestión propuesta es especialmente efectiva en el control de una determinada fuente de contaminación difusa», y que la combinación de las mismas resulta «crucial» para la mejora de los ecosistemas en zonas de agricultura intensiva. «Por lo tanto, mediante la completa aplicación de la actual Ley del Mar Menor, que consiste en la combinación de todos los escenarios propuestos, es posible conseguir una reducción significativa de los aportes tanto de sedimentos como de compuestos nitrogenados a la laguna del Mar Menor, lo que ayudará a mejorar el estado ecológico de la misma», ensalzan en el artículo.
La implantación de las 534 hectáreas de las áreas de renaturalización pensadas por el Ministerio entre El Carmolí, Los Urrutias y Playa Honda, combinadas con el uso de barreras vegetales (setos), «es crucial para controlar la producción de sedimentos». Francés, catedrático de Ingeniería Hidráulica, matiza que para la primera actuación debe tenerse en cuenta el factor «coste económico y social». La inversión en expropiaciones o compra de terrenos, junto con la extensión que ocupan, podría «no resultar razonable o eficiente» si se compara con la inversión en utilizar esas barreras vegetales por parcela, o lo que es lo mismo, destinar el 5% de cada finca agrícola a plantar setos.
Según los resultados obtenidos, si se dedicara ese porcentaje de la superficie agrícola a la implantación de barreras verdes «es posible conseguir una reducción» en los arrastres del 10%, mientras que si se dedica un 25% de la superficie a la implantación de áreas de renaturalización, «la reducción es del 30%, lo que resulta en una efectividad muy inferior». En cuanto a la lixiviación de nitrógeno, «todos los escenarios presentan reducciones significativas», pero los expertos destacan sobre todo la medida de aplicar una franja en torno a la laguna con las máximas restricciones posibles.
El uso masivo de nitrógeno en fertilizantes agrícolas ha conllevado un aumento en el rendimiento agrícola, pero también a «un sistema ineficaz» que pierde casi el 80% de estas entradas de nitrógeno. La investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Barcelona, Estela Romero, ha participado en un editorial en la revista Science of the Total Environment, donde asegura que ese exceso de nitrógeno «un desperdicio colosal de recursos con muchos impactos negativos», como por ejemplo, el exceso de nutrientes al agua, que provoca la eutrofización y pérdida de oxígeno y supone una amenaza para los organismos acuáticos y la calidad del agua. En la tierra provoca la acidificación del suelo y la contaminación atmosférica, con la emisión de gases de efecto invernadero y la agudización del calentamiento global.
En este sentido, Romero y el resto de autores del editorial recomiendan acompañar a los productores para cambiar su punto de vista negativo sobre el tema y hace una recopilación de posibles soluciones, como el potencial de la agroecología o métodos para recuperar nitrógeno de las aguas residuales urbanas, y concluye que la ciencia ha avanzado bastante y que existen opciones como los cambios de hábitos alimentarios, la mejora de la gestión agrícola y prácticas de circularidad que pueden garantizar la seguridad alimentaria dentro de unos límites planetarios seguros y justos. «Los estudios demuestran que un cambio hacia las rotaciones de cultivos ecológicos, la reconexión entre agricultura y ganadería, y menos productos de origen animal, consiguen reducir en la mitad las emisiones reactivas de nitrógeno actuales al medio ambiente, a la vez que aumentan la autosuficiencia alimentaria en Europa», explica la investigadora del CREAF.
Las soluciones pasarían por una participación activa y decidida de todos los actores implicados: los productores (agricultores y ganaderos), pero también los consumidores, porque las elecciones de consumo son determinantes para remodelar la estructura de los sistemas agroalimentarios a gran escala.
Los investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia ya habían trabajado para el Ejecutivo murciano a la hora de evaluar la eficiencia de las medidas que implantaron en la cuenca vertiente una vez entró en vigor la ley. En un artículo publicado a partir de esos resultados, los científicos ya dieron una primera pincelada de esa eficacia que presentan alternativas como la agricultura en contra de la pendiente, «que logra una importante reducción en el transporte de nitrógeno sin impacto en el rendimiento de los cultivos», o la instalación de setos para cercar las parcelas. «La combinación de agricultura en contorno y bordes de campos con setos vivos fue muy efectiva para reducir el nitrógeno orgánico», señalan en un estudio de 2021. «Cada práctica es eficaz para reducir un determinado tipo de contaminación difusa y, por lo tanto, son necesarios escenarios combinados para hacer frente a todas las fuentes de contaminación agrícola», concluyeron.
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