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Antón Etxebarria
Domingo, 6 de abril 2025, 12:49
Primero, Donald Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo para evitar que Irán desarrolle armas nucleares. Luego, envió una carta a los ayatolás que gobiernan ... la república islámica para conminarles a reanudar las negociaciones. Y hoy Teherán le ha respondido que no, demostrando que la amenaza de bombardear el país no ha hecho mella en el país acusado de utilizar milicias proxis -como Hamás, Hezbolá o los hutíes de Yemen- para combatir a Occidente y sus aliados -sobre todo a Israel- en su lugar.
«No tendrían sentido negociaciones directas con una parte que constantemente amenaza con usar la fuerza (...) y cuyos diferentes funcionarios expresan posiciones contradictorias», afirmó ayer el ministro de Relaciones Exteriores, Abás Araqchi, en declaraciones publicadas este domingo por su ministerio. «Pero seguimos comprometidos con la diplomacia y estamos listos para intentar el camino de las negociaciones indirectas», agregó.
60%
es el nivel de enriquecimiento al que habría llegado a producir uranio el régimen iraní, cada vez más cerca del 90% requerido para fabricar bombas atómicas.
Las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, llevan décadas acusando a Irán de querer dotarse de armas nucleares, y los últimos informes afirman que el país está ya cerca de enriquecer uranio al nivel requerido para fabricar una bomba atómica. Concretamente, lo produce a gran escala al 60%, cerca del 90% necesario para el arma. Como sucede en el caso de Corea del Norte, este elemento sería clave para disuadir a cualquier enemigo de atacar su territorio, como hizo Israel hace unos meses en represalia por el lanzamiento de unos 300 misiles balísticos y drones contra el país hebreo, que también cuenta con un arsenal nuclear aunque nunca lo ha reconocido oficialmente. Teherán, sin embargo, rechaza estas acusaciones y afirma que sus actividades nucleares solo tienen fines civiles.
Trump ha intentado utilizar con Irán la clásica estrategia del palo y la zanahoria que está marcando el inicio de su segundo mandato. Primero lanza serias amenazas, ya sea de imponer aranceles o de llevar a cabo bombardeos, y luego emplaza a negociar para evitar que esas amenazas se materialicen. Así, el mes pasado, el presidente de Estados Unidos envió una carta a los líderes iraníes pidiendo negociaciones sobre su programa nuclear. Pero al mismo tiempo, amenazó con bombardear la República Islámica si fracasa la diplomacia e impuso sanciones adicionales contra el sector petrolero iraní.
Tras la guerra de Gaza, las operaciones israelíes contra Hezbolá en Líbano y los ataques de los rebeldes hutíes contra buques mercantes en camino hacia el canal de Suez, las relaciones entre Irán y Estados Unidos, que fueron estrechos aliados durante la monarquía de los Pahlavi, se encuentran en su momento de mayor tensión. Y uno de los problemas que dificultan la apertura de canales diplomáticos es que no mantienen relaciones desde 1980, un año después de la Revolución Islámica.
Así que ambos países intercambian información indirectamente a través de la embajada suiza en Teherán y de mediadores como los emiratos de Omán y Catar. En esta ocasión, la carta de Trump fue entregada a Irán a través de Emiratos Árabes Unidos, a pesar de que el pasado jueves el exmagnate afirmó que preferiría mantener «negociaciones directas» con Irán. «Es más rápido y se entiende mucho mejor al otro bando que si se pasa por intermediarios», argumentó el presidente estadounidense.
Desde el otro bando, abundan las suspicacias. «Si se quiere negociar, ¿de qué sirve amenazar?», preguntó el sábado el presidente Pezeshkian, elegido el año pasado con la promesa de reanudar el diálogo con las potencias occidentales. Su objetivo es obtener una suavización de las sanciones que permitirá reactivar la economía, pero sin que eso suponga una rendición iraní.
En esta coyuntura, parece muy complicado que se vuelva a la senda abierta en 2015, cuando la república islámica concluyó un acuerdo con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Rusia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido) y Alemania para supervisar sus actividades nucleares. Muchos entonces se mostraron esperanzados y creyeron que la paz en Oriente Medio estaría más cerca, ya que el trato preveía una flexibilización de las sanciones a cambio de una supervisión de las actividades nucleares iraníes. O sea, la estrategia de paz a cambio de economía.
Pero, en 2018, Trump retiró a su país del acuerdo durante su primer mandato y restableció las sanciones. En represalia, Irán se distanció del texto y aceleró su programa nuclear. Desde entonces, Teherán asegura que no busca dotarse del arma nuclear, pero subraya que «no tendrá otra opción» si es atacado por Estados Unidos. Y eso mismo es lo que volvió a advertir el pasado lunes Ali Larijani, un consejero del líder supremo de la República Islámica, el ayatolá Ali Jamenei.
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