Por ellos doblan las campanas
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Leer en voz alta el nombre de los caídos es una antigua tradición en las guerras. Las identidades de las víctimas del combate contra la Covid-19 corren, sin embargo, el riesgo de perderse por el sumidero de la historia y caer en el olvido, ocultas bajo el frío e impersonal anonimato de las cifras y las curvas de mortalidad. Como en medio mundo, los murcianos que no están entre nosotros a causa del coronavirus fallecieron sin poder despedirse de sus seres amados. Solo ese heroico personal sanitario en primera línea evitó que el tránsito aconteciera en la más completa soledad. Quiero imaginar que siempre hubo una cálida mano junto a cada lecho postrero. Ha sido especialmente duro para las familias. Ni siquiera las inhumaciones pudieron celebrarse con normalidad porque hasta en ese último adiós también imperó el distanciamiento social. Desde el 30 de marzo no hubo velatorios y quedó limitada a tres la presencia de personas en entierros y cremaciones.
Por todo lo anterior, contar la historia del mayor número de murcianos fallecidos por el coronavirus era una obligación moral para la Redacción de LA VERDAD. Poner rostro, identidad y relato a las víctimas es nuestro homenaje tanto a quienes se fueron como a sus más allegados. Hemos querido que el resultado viera la luz en el Día de la Región. Qué mejor día que hoy para esta conmemoración dado que, por el confinamiento y el estado de alarma, no ha habido un verdadero día de duelo colectivo.
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La vida de cada uno de nosotros no precisa de ser narrada para certificar que ha existido. Aunque nadie hilvane un relato de cada vida a su término, siempre hay quien sufre el dolor de la ausencia y retiene en su memoria a ese ser querido. Pero estos muertos son de alguna forma de todos cuantos aquí vivimos y de aquí nos sentimos. El dolor de los demás, por este centenar y medio de personas que vieron trágicamente converger sus destinos a causa de la mayor crisis sanitaria de este siglo, no debería resultarnos ajeno. El obituario, un género que empezó en piedra tallada y aterrizó en los primeros periódicos de papel, de donde ya nunca más se fue, es el mejor homenaje y testimonio que podemos brindarles. Estas páginas recogen decenas de historias que perdurarán más allá del Día de la Región dado que aquí quedará este suplemento como un memorial para la evocación y el recuerdo. Sin la ayuda de los familiares, este documento histórico no habría sido posible. Ellos nos han enviado textos y fotografías de sus allegados. Tampoco sin el trabajo de investigación, empatía y buen hacer periodístico y literario de nuestro compañero, Rubén García Bastida. Suyo es el mérito editorial de estas páginas, diseñadas con su habitual impronta de calidad por la jefa de Arte de LA VERDAD, Mar Saura.
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