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Suele decirse, cuando intentamos recordar algo, que estamos haciendo memoria. La expresión define un rasgo esencial de la naturaleza de los recuerdos: su permanente necesidad de cuidados. Porque la memoria se construye. La memoria es un edificio común que hay que levantar y sostener contra el tiempo.
La pandemia del coronavirus ha llenado el mapa regional de huecos que los recuerdos deben rellenar; ha robado vidas y se ha ensañado hurgando en la herida de los familiares con la crueldad añadida del aislamiento que dictan las medidas anticontagio, tan necesarias para evitar más decesos, pero que han golpeado doblemente a quienes perdieron a un ser querido, negándoles la posibilidad de acompañarles en los últimos momentos, de velarles entre los abrazos y el consuelo de familiares y amigos y de enterrarles como hubieran deseado.
Las cifras indican que la Región de Murcia ha sido uno de los territorios donde este virus ha causado menos daños, pero cuando se habla de dolor, las cifras nunca cuentan la verdad. Detrás de cada incremento numérico en las estadísticas oficiales hay un llanto, un hueco sordo en las entrañas, la metralla de una pena que se instala en el cuerpo de los allegados y la tristeza que deja el recuerdo de una vida en quienes la compartieron.
Todos ellos merecen la oportunidad de recordar y disponer de un espacio donde rendir tributo a los suyos. Todos merecen recuperar la dignidad de la despedida que les arrebató el SARS-CoV-2.
Por eso cedemos la palabra en este homenaje a las voces que mejor pueden retratar el vacío que queda tras la marcha de estas personas.
Hoy hablan sin intermediarios quienes conocieron a los hombres y mujeres que se fueron por el coronavirus, aquellos que experimentaron el pálpito y la huella de sus vidas. Nadie mejor que ellos para dar una medida del legado que dejan.
En las últimas semanas hemos contactado con familiares y amigos de los fallecidos, que han compartido decenas de historias y recuerdos desde todos los rincones de la Región de Murcia. Mirar uno por uno los rostros que acompañan a los textos es asomarse al abismo que esconden las curvas de contagio, y bucear en sus obituarios ayuda a comprender la dureza de los momentos que viven las familias.
Algunas de las historias son tan sutiles y extraordinarias como la de Antonia Martínez Martínez, que se fue agarrada de la mano de su marido Antonio después de que ambos, conscientes de la magnitud de la batalla a la que se enfrentaban, pidieran a los sanitarios que juntaran sus camas para afrontar el cara a cara con el coronavirus. O la de Ángel Serrano y su hija Celia, que aprovechando una excepción hospitalaria en los primeros momentos de la pandemia, y a costa de poner en riesgo su propia vida, se encerró en la habitación con su padre para acariciarle y apoyarle en sus últimos momentos de vida.
Lo que Antonio y Celia vivieron fue una rareza. La mayor parte de los familiares de muertos por coronavirus no pudieron volver a ver los suyos desde el ingreso hospitalario que les llevó al cementerio sin pasar por el velatorio. Lo lamentan muchos en sus recuerdos.
Otros testimonios narran auténticos ejemplos de valor y sacrificio, como los que encarnan Nerio Valarino y Juan Antonio Mingorance, los dos médicos muertos en la pelea por salvar las vidas de otros. Ambos siguieron luchando sin descanso contra un enemigo tan fuerte como invisible.
También hay instantes inolvidables, secretos familiares, palabras de amor y muestras de profunda admiración.
Hay luchas tan fieras como la de Juan Pérez Romero, un albañil que había logrado sobreponerse a un infarto cerebral y una hemiplejia, pero que no pudo seguir ganando batallas cuando le llegó el virus.
Hay historias de esta tierra y de sus familias, con ecos de la Murcia antigua que se apoya en los sobrenombres. Despedimos a 'La Solana', a 'El Pitodo', al pequeño de 'Los Pechugas', a Juana de Los Teatinos. Hay mucho dolor, pero también destellos de luz, memorias de personas que tuvieron la virtud de hacer felices a quienes les rodearon, como el mazarronero Miguel Jorquera Hernández, por quien su mujer Aurora sentía tanta devoción que todavía rompe a llorar cuando intenta ponerlo en palabras, o como la murciana Cari Barceló Tornel, de quien su hija solo guarda recuerdos «buenos y alegres».
Y los llantos no proceden solo de familiares. También derrama lágrimas la murciana Nany Imbernón por la périda de su amigo, su «hermano del alma», Peter Bettembourg, conocido como Peter 'El Gabacho', un traductor de la ONU que, habiendo nacido en Reino Unido y vivido casi toda su vida en París, hacía lo imposible por no perderse las Fiestas de Primavera de Murcia ni la Semana Santa, y que soñaba con adquirir una vivienda en la Región para retirarse en el lugar en el que era feliz.
Ese amor en la distancia por esta tierra pervivió también en muchos de los murcianos que se tuvieron que marchar en los tiempos en los que la necesidad aconsejaba probar suerte en otros puntos del mapa.
Hubo quien volvió, como Juan Gómez, que regresó de su aventura por Francia tras años como emigrante; y también quien encontró la estabilidad y, aunque nunca volvió a la Región de Murcia, mantuvo intactas sus raíces.
Emilio Pérez, de Villanueva del Segura, pasó casi toda su vida en Ibi, pero sin dejar de mirar con añoranza a su pueblo. Cuentan que lo visitaba cada vez que podía y que disfrutaba saludando a sus vecinos de siempre.
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El hijo de Gaspar Ponce, un orgulloso albuitero que falleció en Barcelona, asegura que su padre era un murciano de pro que tras 50 años fuera de Albudeite, jamás perdió el acento y que inculcó a su familia catalana siempre el amor por sus orígenes.
Parecido es el caso del santomerano Enrique González, asentado en Extremadura, donde falleció y pasó casi toda su vida, pero que siempre mantuvo el vínculo con su pueblo, donde hoy su familia llora su pérdida.
En el desamparo de sus últimos días, muchos se refugiaron en el consuelo religioso, una fe que les ayudó a irse en paz y de la que Sor Tomasa García Calera, fallecida en Totana, hizo el centro de su vida. Esa misma fe acompañó también, por ejemplo, a Carmen Saura, una niña de la huerta de Algezares que se despidió a los 95 años rezando al lado de los solares que la vieron crecer y formar una familia.
Con la pandemia pierden también el conocimiento y la cultura con las muertes del músico y periodista José María Galiana, de los catedráticos Manuel Antonio Montero López y Francisco Hernández Calvo y de tantas otras mentes brillantes.
Recuerda el sobrino de la modista murciana Encarnación Hernández Caballero que era una verdadera apasionada por la lectura y que recitaba poemas de memoria. También cuenta que, en sus últimos días, ella solía insistir en su deseo de seguir viviendo. Puede que entre sus lecturas se cruzase en algún momento aquel poema de César Vallejo, tan oportuno estos días: «Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir».
Son muchos los testimonios que nos hablan de vidas cuyo trazo no se borrará aunque el tiempo haya pasado su página, que son como un escrito a mano hecho con tanta fuerza que la letra se calca en las páginas siguientes. Su impacto permanecerá durante generaciones y estará presente en cada una de las nuevas hojas en blanco sobre las que los descendientes escriban sus pasos.
No están aquí todos los muertos arrebatados a esta tierra por la pandemia. Hay familias que han preferido vivir su drama en la intimidad y otras a las que ya no les salen las palabras.
Faltarán también muchas de las víctimas que pudieron haber fallecido sin diagnóstico pese a las sospechas de sus familiares, o aquellos que sucumbieron al virus sin que nadie pudiera siquiera imaginarlo en los primeros momentos de su expansión.
Este recuerdo es para todos ellos. No están aquí todos los fallecidos de la Región, pero cada nombre, cada rostro, cada una de las vidas que rememoramos perteneció a uno de los nuestros. Esta será una vela siempre encendida por ellos. Hoy reafirmamos nuestro compromiso con su recuerdo, es decir, con hacer memoria.
Antonia Martínez Martínez. 85 años. Murcia
Sus
POR GINÉS ALCÁNTARA. HIJO.
Josefa Pastor Bayona. 86 años. Mula.
Mi madre quedó viuda a los 46 años con ocho hijos e hijas.
POR MARÍA JOSÉ VIVO. HIJA.
Encarna Hernández González. 89 años. Murcia
Vivimos momentos de tristeza infinita debido a esta despedida sin adiós que a muchos nos ha tocado vivir. Aunque intento con estas líneas esbozar un breve retrato de mi madre:
POR ENCARNA VERA-HERNÁNDEZ DÍAZ. HIJA.
Carmen Saura Sánchez. 95 años. Algezares, Murcia
De alguna manera
POR TUS CINCO HIJOS.
Juan Pérez Romero. 89 años. Librilla
Hombre humilde, luchador, alegre y servicial con todo el que lo necesitara. Todo esto, unido a esa forma tan especial y positiva de ver la vida y su manera única de tomarse las cosas
POR ASCENSIÓN PÉREZ. HIJA
Juana Fernández Fernández. 90 años. Moratalla
POR MARÍA JOSÉ IBÁÑEZ. NIETA.
Ángel Serrano Morales. 80 años. Beniaján, Murcia
Su familia y amigos le recordamos como un excelente compañero de vida, fiel marido, perfecto padre, gran abuelo y amigo entrañable.
POR TUS TRES HIJOS.
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Te fuiste en la madrugada del 5 de abril en Cartagena,
POR LUISA MINGORANCE. HIJA
Augusto David García Arias. 45 años. Puebla de Don Fadrique
POR JOSÉ RUIZ MELENCHÓN. AMIGO DEL COLEGIO
Nerio Aquiles Valarino González. 59 años. Londres
POR FERNANDO LUIS VALARINO NORIEGA. HIJO
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POR NOEMÍ GALIANA. HIJA.
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Aún te pienso con lágrimas en los ojos y el corazón encogido, a pesar de que mis vivencias contigo, mis recuerdos, siempre son buenos, alegres, agradables... Mi madre era una persona buena con mayúsculas, amable para y con todos, creativa, inteligente, curiosa, con ganas de aprender, maestra sin pretenderlo, generosa con su tiempo y sus espacios, siempre dispuesta a regalarlo o compartirlo. No dejó nada por hacer si estaba en su mano hacerlo y, si no lo estaba, no dejaba de intentarlo. Hija, hermana, esposa, madre y abuela de unos maravillosos nietos de los que el alzhéimer no dejó disfrutar del todo. En todos hay un poco de ti.
POR FRANCISCA LACÁRCEL BARCELÓ. HIJA
Miguel Jorquera Hernández. 82 años. Puerto de Mazarrón
En homenaje a Miguel tengo que decir que como marido ha sido extraordinario, y como abuelo y como persona, lo más grande. Y digo esto porque todos los que le han conocido y lo han tratado me lo han demostrado con sus llamadas telefónicas, sus frases cariñosas hacia él, y sus palabras de consuelo para mí.
POR AURORA. ESPOSA
Rosario Yuste González. 82 años. Cartagena
En su queridísima trimilenaria ciudad de Cartagena pasó la niñez junto a sus padres, Fernando y Pilar, y su hermano, Fernando, en la calle del Alto. A los 14 años pasó por su lado el amor de su vida, su marido, Fermín Ferrer Rodríguez.
POR FERMÍN FERRER YUSTE. HIJO
Manuel Antonio Montero López. 77 años. Santiago de Compostela
Manuel Antonio Montero se licenció en Matemáticas en la Universidad de Santiago de Compostela en 1966 y allí conoció a la que fue su esposa en 1968, una estudiante madrileña de Medicina. Desde el inicio de sus estudios le evaluaron como superdotado en el área de las matemáticas. Fue profesor agregado de Matemáticas en el instituto masculino de Orense durante cinco años y allí nacieron sus tres hijos. En 1975 obtuvo la Cátedra de Matemáticas en el Instituto Alfonso X de Murcia, ciudad donde falleció. Allí ocupó también diversos cargos de dirección en diferentes institutos de nueva creación, con el apoyo y afecto de todos los que le rodeaban, que siempre valoraron su lucidez como docente y como directivo.
POR Mª ÁNGELES JIMÉNEZ TALLÓN. ESPOSA
Carmen García Iniesta. 83 años. Murcia
POR ANDREA GARCÍA. HERMANA
Miguel Ramírez Ruiz. 60 años. Águilas
Mi padre,
POR YESSICA RAMÍREZ. HIJA
Francisca Palazón Palazón. 86 años. Villanueva
F
POR MARÍA JOSÉ. SOBRINA
Gaspar Ponce. 79 años. Albudeite
Querido papá, espero que hayas llegado a tu destino, y que te hayas reencontrado con todos. Estoy seguro de que ahora también eres muy feliz.
POR MARC PONCE. HIJO
Mª Encarnación García Puche. 85 años. Yecla
POR MARÍA GARCÍA MORENO. NIETA
Julián Sánchez Sánchez. 73 años. Los Alcázares
Nació en Los Alcázares pero era archenero. Allí vivió 42 años y era muy conocido y querido por todos los habitantes.
POR LOLI SÁNCHEZ. HIJA
Tomasa García Calera de la Resa. 70 años. Ciudad Real
Estuvo siempre abierta a la formación e innovación que en diferentes momentos, y durante más de 20 años en la Región de Murcia, desarrolló especialmente en el campo educativo. Sabía captar la personalidad de cada alumno y alumna y fomentar en ellos lo que más podía favorecerles. Era una mujer generosa, sensata, inteligente, pedagoga en lo humano y en lo espiritual, dispuesta siempre a perdonar y a reconducir, sensible a las necesidades de los pobres, profunda en sus reflexiones e interesada en acoger lo bueno que la vida nos proporciona. Su pasión por la evangelización a lo largo de su vida fue una constante que le llevó a una implicación en la Asociación de Juventudes Marianas Vicencianas, formación de los catequistas y divulgar la devoción a la Virgen Milagrosa, potenciando el equipo pastoral del colegio La Milagrosa de Totana. Te marchaste en silencio.
POR SOR ROSA PEÑA
Emilio Pérez López. 67 años. Villanueva
Cuanto tenía 14 años, nuestro padre y su familia, como otras muchas, se marcharon de su tierra para poder trabajar. Ibi, en Alicante, ha sido durante todos estos años su residencia. Allí conoció a nuestra madre, nacida en Granada. Pero
POR SORAYA PÉREZ. HIJA
Purificación Fernández Moya. 79 años. Mula
POR ROSA CRESPO. HIJA
Francisco Calvo Hernández. 89 años. Salamanca
Mis palabras se quedan cortas al expresar como fue mi padre en esta vida. Era una persona bondadosa y generosa hasta el extremo, él no importaba, sólo importaban los demás, su familia, su mujer, sus cinco hijos y sus nietos. Nuestras preocupaciones las tomaba como propias y si tenía que ayudarnos en lo que fuera, siempre estaba ahí para nosotros. Y sin embargo procuraba no manifestar sus preocupaciones para no hacer sufrir a los demás. Predicaba con el ejemplo, no solo con palabras. Fue excepcional en su profesión como Catedrático de Medicina en la Universidad de Murcia. Trabajador, honrado, honesto, humilde, servicial, muy piadoso y con la mirada siempre puesta en Dios y en los demás.
POR MARÍA HERNÁNDEZ ALFARO. HIJA
Antonia María Gómez Cruz. 60 años. Jumilla
Tu despedida no tocaba. No era ese el lugar donde teníamos pendiente vernos tras tu salida del hospital. Lamento tanto el cuándo, cómo y porqué de tu despedida... Tampoco correspondía el desamparo en el que pasaste esos dos amargos meses, sola, entre cuatro paredes pálidas, sin nadie al que apretar la mano, sin un abrazo, tan preciso en esos momentos para calmar tu sufrimiento, sin nadie al que contarle tus pretensiones, esas que todos guardamos para luego, sin pensar en lo corta que puede llegar a ser la vida. ¿Por qué tú? Estabas llena de vida, de alegría y de juventud. No era el plan, no. Me enrabieto, ardo por dentro, pensábamos que estar en el hospital era lo mejor para tu recuperación, con la maldita mala suerte de que el 'bicho' se cruzara en tu camino. Me reconcome pensar que no estuve allí para sellar esa habitación y protegerte. Nos quedan los recuerdos, tu entrañable humor, tu sonrisa inconfundible, tu temperamento para proteger a los tuyos y la transparencia de tus emociones. Te recordaremos en cada copa brindada en Nochevieja, esas en las que el único deseo era siempre reencontrarnos de nuevo al año siguiente. Te recordaremos en los largos domingos de planes gastronómicos y fiestas espontáneas en las que abundaban las risas, la guasa y el baile; en esas celebraciones en las que tú,
POR PRUDEN GUERRERO CRUZ. PRIMA Y AHIJADA
Isabel Lorenzo Polo. 91 años. Yecla
Cada noche
POR ALICIA Y SERGIO. NIETOS
Francisco Belando Martínez. 84 años. Algezares, Murcia
Cierro los ojos y pienso en tantas cosas que te hubiera dicho cogiéndote de la mano... Qué tristeza no haber podido estar ahí en esos momentos en los que este maldito virus te estaba venciendo. Jamás hubiera pensado que esto te podía pasar a ti, con lo fuerte y vital que eras; noble, honrado, trabajador incansable, cumplidor con todo el mundo y sin guardar rencor a la gente que te hubiera podido hacer daño. Son muchos los adjetivos buenos que te definían. Todo el que te conoció sabe lo que estoy diciendo. Ahora sé que estás feliz con la mamá, que tantos años te ha estado esperando, 'mi Fina', como tú la llamabas, tu mujer.
POR Mª CARMEN BELANDO VERA. HIJA
María Ortuño Serrano. 90 años. La Albatalía, Murcia
Nuestra
POR LAURA LÓPEZ ORTUÑO. SOBRINA
Rafael Ruiz Hernández. 70 años. Melilla
Mi padre
POR JUAN DE DIOS RUIZ. HIJO
José López Cantos. 82 años. Murcia
Te fuiste sin que pudiésemos estar físicamente a tu lado, aunque tú bien sabes que nunca estuviste lejos de nosotros. ¡Gracias, papá! Gracias por la gran herencia de valores y amor que nos dejas.
POR TUS HIJOS
Josefa García Casanova. 87 años. Beniel
POR Mª TERESA GONZÁLEZ GARCÍA. HIJA
Encarnación Hernández Caballero. 95 años. Mucia
POR ANTONIO GARRIDO. SOBRINO
Juan Gómez Martínez. 94 años. Guadalupe, Murcia
Nacido en el seno de una familia de tradición huertana, con un hermano jesuita y tres hermanas, pronto se incorporó a las tareas industriales en los Talleres Mecánicos de la Fábrica de Calzado 'Cauchos de Levante', en su pueblo. Se labró prestigio como buen mecánico y su porvenir era esperanzador. Sin embargo, la crisis económica del Plan de Estabilización, previa a los Planes de Desarrollo en los 60, le llevó a emigrar a Francia, donde se estableció en la ciudad Bezons, en el entorno de París, dejando en Murcia esposa y dos hijos varones, de corta edad, Juan y Mariano, († mayo 2013, D.E.P.). Más tarde su esposa Doloricas Caravaca Mateos, le sigue al país vecino y en 1966 nace allí su hija Loli. La familia regresa a España relativamente pronto sin haberse adaptado a la vida en Francia. Juan, dada su cualificación de Fresador y Tornero, encuentra empleo en firmas de primera línea como Fraymon y Jerosa, entre otras. Al regreso las relaciones en el matrimonio sufren diversas crisis, aunque el afecto y el cariño, no desaparecieron nunca. Los esposos, que vivieron separados, siempre manifestaron públicamente el aprecio del uno por el otro. El 4 febrero de este mismo 2020, Juan, que hasta entonces había sido autosuficiente, se ve obligado a ingresar en una
POR LOLI GÓMEZ CARAVACA. HIJA
Enrique González Sánchez. 80 años. Santomera
Desde que era solo un niño y
POR JOSÉ ALBERTO GONZÁLEZ. FAMILIAR
Mariano Dulce Martínez Sabater. 59 años. Murcia
De tu mujer: «
POR TU FAMILIA
Mari Carmen García Munuera. 68 años. Murcia
Una estrella más en el cielo. Te queremos muchísimo. Estará siempre en nuestro corazón la tristeza de no poder abrazarte. En el cielo nos encontraremos junto a papá y mamá.
POR TUS HERMANOS
Bernabé García Martínez. 74 años. Molina
Nunca imaginamos que mi padre se fuera de este mundo en unas circunstancias tan tormentosas como estas.
POR TUS HIJAS
Juana Fajardo Oliva. 70 años. Hellín
Mi madre
POR TUS HIJAS
Carmina Espada Belmonte. 65 años. Murcia
Aunque madrileña de adopción,
POR GLORIA GÁLVEZ. SOBRINA
Ángeles Garrido Manzano. 92 años. Murcia
Vivió prácticamente toda su vida en el número ocho de la calle San Nicolás. Allí la recordamos, en el piso de nuestros abuelos, junto a la terraza de láguena por la que correteábamos como corsarios temerarios y temidos. Vivió la guerra y nos contaba que veía pasar con horror los camiones de la muerte por la calle Santa Teresa.
POR ANTONIO GARRIDO. SOBRINO
Vera Cheveco Fernández. 86 años. Pliego
POR RAQUEL FERNÁNDEZ. HIJA
Sensi Nicolás Hernández. 83 años. Murcia
Querida amiga, ha sido toda una vida contigo. Fuimos uña y carne durante cincuenta años y me acogiste como una hermana. Espero que allá donde te encuentres junto al Señor, sigas protegiéndome y algún día nos podamos encontrar. Descansa en paz, querida amiga.
POR ISABEL FRANCO. AMIGA
Trinidad Cases Conesa. 86 años. Cartagena
POR TU FAMILIA
Julián García y Veneranda Alarcón. 95 y 88 años. Villaverde de Guadalimar
Yaya, siempre pensamos que sería el abuelo el primero en marcharse de esta vida, pero no. Este maldito virus ha conseguido pararte, con lo fuerte y trabajadora que has sido hasta el último dio de tu vida. Yayo, como siempre dijiste: ni sabías ni querías vivir sin ella. Por eso te fuiste detrás, ni dos días tardaste. Hace ya trece años que Murcia me acogió, pero siempre aguardaba con ganas el momento de ir a veros. Aquí nacieron vuestros bisnietos, que no podrán disfrutaros como yo lo hice.
POR MIRIAM HERREROS GARCÍA. NIETA
Peter Bettembourg. 61 años. Kent
El 16 de mayo,
POR NANY IMBERNÓN. AMIGA, HERMANA DEL ALMA
Antonia García López. 87 años. Cartagena
Qué
POR ANTONIA PAGÁN. HIJA
Antonio Navarro Pérez. 87 años. Águilas
En recuerdo de
POR TU FAMILIA
Antonio Luis Lorente Marco. 83 años. Yecla
Luis, el de Hidroeléctrica. Nacido en 1937. No pudo conocer a su padre, que pereció en la Guerra Civil. Un tiempo que forjó su carácter de un buen hombre, excelente esposo, gran padre, servicial amigo. Te fuiste antes de lo que todos hubiéramos querido. Pero nos dejaste el legado más importante: tu ejemplo de honestidad, honradez, simpatía, humildad, carisma; tu nobleza, tu amor y miles de recuerdos que albergaremos por siempre en nuestros corazones. Fuiste, eres y serás siempre nuestra luz.
POR LUIS LORENTE MARTÍNEZ. HIJO
Julia del Cerro Pozuelo. 90 años. Cartagena
acida en la Glorieta de San Francisco, en la vivienda familiar del que fue joyero de la Virgen de la Caridad, Francisco del Cerro Mira, su niñez y adolescencia transcurrió felizmente en este entorno tan típico de Cartagena. Por la profesión de su marido, recorrió muchos lugares de la geografía española, pero siempre su corazón estaba con su Cartagena querida a la que volvía cada vez con más familia. Falleció el viernes de Dolores en Cartagena y la Virgen de la Caridad recogió su alma.
POR TU FAMILIA
Miguel Hernández García. 80 años. La Raya, Murcia
No pudimos estar presentes cuando falleciste, ni pudimos despedirnos por última vez en vida. Esa pena siempre la llevaremos con nosotros. No te hicieron la prueba, pero sabemos lo que te pasó porque tu compañero de habitación en la residencia, que también falleció, era positivo.
POR TUS HIJOS Y TUS NIETOS
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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