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LYDIA MARTÍN
MURCIA.
Martes, 21 de diciembre 2021, 01:55
El gran humedal de El Carmolí es la mayor ventana paisajística del Mar Menor y, por tanto, un enclave fundamental que puede ofrecer soluciones que reviertan en positivo en la laguna salada basadas en la naturaleza y la puesta en valor medioambiental. En este espacio de 3,1 millones de metros cuadrados, que comprende desde la desembocadura de la rambla del Albujón hasta el núcleo urbano de Punta Brava, el Mar Menor y la autovía AP-7 y la carretera N-332, el Gobierno regional avanza en su potenciación tras salvar estos terrenos del «tráfico jurídico para evitar que volviera a manos privadas», garantizando así «la propiedad pública para poder actuar sobre ellos y renaturalizar y potenciar los valores ambientales para contribuir a la mejora del Mar Menor».
Así lo expresó el consejero de Fomento e Infraestructuras, José Ramón Díez de Revenga, en el desayuno que LA VERDAD, con el patrocinio de la Comunidad Autónoma, celebró ayer junto a expertos de diferentes ámbitos para establecer los puntos clave de actuación en este espacio que no solo se enfocan a la naturaleza, sino que tienen en cuenta los valores patrimoniales que ofrece y sus posibilidades de turismo sostenible.
Revenga insistió en ir más allá de proteger para gestionar estos espacios y «no dejarlos a su suerte», enfocando ahora sus esfuerzos en identificar los valores ambientales que hay para mejorarlos con «acciones a favor de la naturaleza para no ser invasivos». En este sentido, están realizando un trabajo de análisis con expertos para identificar cuáles son estos valores para optimizarlos y hacerlos disfrutables a los ciudadanos, plasmándolos en un 'masterplan' que podría presentarse a principios de año y cuyas acciones podrán prolongarse durante «dos o tres años».
Tal y como señalaron los expertos, la potenciación se debe centrar en valores ambientales, históricos y patrimoniales y que supongan la convivencia con los núcleos urbanos. En el primer punto, Rafael Pardo, arquitecto y especialista en ordenación del territorio, indicó que «el futuro de El Carmolí debe ser una zona con núcleos poblacionales alrededor». «Hay que realzar y poner en valor que los espacios protegidos formen parte de nuestra cotidianidad igual que las zonas verdes de nuestra ciudad y aprender a convivir con la naturaleza», destacó durante el evento, recordando el beneficio de estos entornos protegidos en el día a día, más allá de ser zonas lejanas o de excursión.
En cuanto a valores históricos y patrimoniales, el arqueólogo y especialista en patrimonio militar José Antonio Martínez insistió en no perderlos, «porque estos elementos que están desprovistos de uso nos están hablando de la propia historia y evolución del territorio», invitando a que lo conozcan los ciudadanos y lo valoren. «Aún quedan personas que han servido en esas instalaciones militares y te cuentan la historia del día a día. La ponderación de todos elementos hace que sea importante conservar todo ese patrimonio militar», recalcó.
En esta potenciación de El Carmolí hay espacio para un turismo que sea respetuoso con el entorno. «El turista habitual necesita entretenerse y el entretenimiento de naturaleza en los parajes protegidos es bueno para todas las familias», destacó el consejero de Fomento, indicando la importancia de comunicar los valores de preservación del entorno que permitan aprender también de su historia y que sea un «valor añadido a todos los que vengan al Mar Menor». «El futuro del Mar Menor es eminentemente turístico, pero para que se preserve tiene que haber un desarrollo. Lo que tenemos que hacer es que ese desarrollo sea compatible con los valores ambientales, con el crecimiento poblacional y valores socioeconómicos», matizó.
En este sentido, Herminio Picazo, biólogo y profesor de la Universidad de Murcia, recalcó la importancia de conocer cómo funcionan estos sistemas naturales para la integración del medio natural y la vida social, para «no incidir en los aspectos clave de los ecosistemas y que el uso sea sostenible y no perjudique», haciendo que el mantenimiento de los sistemas naturales sea una prioridad. «Estudiemos cada cosa que hagamos muy bien para que no se vaya a revertir en contra del objetivo», subrayó. El experto destacó la necesidad de espacios abiertos, paseos, pasarelas y senderos bien estudiados y planificados. «Ese desarrollo turístico tiene que convertirse en más sostenible y hay que considerar las áreas protegidas y espacios naturales como lugares a conservar y proteger con un uso público mucho controlado que satisfaga las necesidades la sociedad, los ciudadanos y el turismo», añadió.
«Hace falta romper la estacionalidad del turismo y actuaciones como estas colaboran, haciendo que sean espacios mucho más habituales de uso. El turista cada vez más quiere andar y disfrutar de un entorno saludable y volver con las pilas cargadas a casa», dijo Rafael Pardo.
Una de las medidas del proyecto es la reconversión de la actual carretera en un gran eje vertebrador y paralelo a la línea del mar, un tramo que hasta ahora da salida a ciudadanos de Punta Brava y El Carmolí, pero que «merece la pena eliminar la barrera y sacrificarla para potenciar los valores que sí son característicos y diferenciadores», tal y como señaló el consejero de Fomento, quien afirmó que se están viendo alternativas para que los vecinos no pierdan esa capacidad de comunicación. Rafael Pardo secundó esta medida respaldando que «se pueda recorrer esa gran ventana que son muchos kilómetros y disfrutar del paisaje y los valores históricos que tiene».
En este sentido, se avanza en cuanto a tránsito sostenible, creando un anillo peatonal y ciclable en torno al Mar Menor, además de trabajar en una estrategia de arquitectura sostenible para que los espacios actúen «a favor de la naturaleza en vez de enfrentarse a ella», afirmó Díez de Revenga. «Se tienen que integrar ambas cosas y que no haya fronteras tan rígidas entre espacio naturalizado y urbano para hacer un conjunto sostenible», indicó.
José Ramón Díez de Revenga. Consejero de Fomento e Infraestructuras
El consejero de Fomento e Infraestructuras puso el foco en la creación de puntos de interés para atraer a los ciudadanos hasta este enclave. «La inmensa mayoría de la sociedad de la Región de Murcia no conoce que tenemos un espacio con un valor ambiental y cultural potentísimo», recalcó, incidiendo en el proyecto como punta de lanza que marque «un camino con unos objetivos claros» y que permita «abandonar la imagen del Mar Menor como si fuera horroroso, porque hay cosas que se están haciendo mal y otras que hacemos muy bien». Díez de Revenga afirmó que se trata de un proyecto de Región en el que poner claras las directrices y sumar, porque será bueno para los habitantes. «Esperamos que cuando el ciudadano vaya al humedal de El Carmolí y esté esperando unos valores ambientales, de repente se encuentre con unos valores históricos que seguramente desconocía y que también cuentan historias», añadió, animando a implicar a la población en este tipo de actuaciones para que sienta como suyos estos espacios y pueda disfrutarlos de manera respetuosa con el medio y evitar que se acaben degradando.
Rafael Pardo. Arquitecto y especialista en ordenación del territorio
El arquitecto y especialista en ordenación del territorio Rafael Pardo puso en valor durante el desayuno los «impresionantes valores ambientales e históricos» que tiene El Carmolí, que se unifican en sus valores paisajísticos, recalcando la necesidad de actuar «ahora mismo» en el Mar Menor «porque no es un problema solo de las aguas, sino de todo lo que le rodea». Ante la «crisis reputacional» de este entorno, animó a llevar a cabo actuaciones decididas para mejorar y revertir la situación y así crear un espacio ambientalmente sostenible. En este sentido, lamentó que en los años 80-90 se perdió la oportunidad de haber conseguido grandes ventanas visuales, es decir, espacios libres de edificios en zonas como La Manga, aunque en el resto de orillas sí se dispone de estas zonas. «Es el momento oportuno de plantear un proyecto unitario de todos esos entornos todavía libres en torno al Mar Menor», reclamó, preservando y poniendo en valor este «lujo paisajístico». «El Mar Menor es un lujo con solo acercarse a la orilla a ver un amanecer o una puesta de Sol», añadió.
Herminio Picazo. Biólogo y profesor de la Universidad de Murcia
Herminio Picazo reivindicó la «urgencia absoluta» que supone invertir de forma activa y positiva en el Mar Menor, ya que la laguna no solo ha tenido el «problemas de la eutrofización», sino que «todo su entorno ha tenido durante muchísimo tiempo una tipología de usos y una serie de incidencias que ha conducido a que el Mar Menor sea una joya ecológica pero en riesgo». «Este es el momento en el que tenemos que aunar todos los esfuerzos desde todas la órbitas para conseguir que el Mar Menor vuelva a ser el lugar de potencialidad y un horizonte excelente», añadió. No obstante, afirmó que a pesar de los problemas de estas décadas, existe la satisfacción de tener espacios abiertos que forman parte del paisaje protegido, como las Salinas de San Pedro al norte, Calblanque al sur y una serie de humedales en la zona. «Hay un conjunto de espacios que merece la pena que formen parte de la primera línea de la actuación y preocupación. Solamente será posible que el Mar Menor adquiera la importancia que realmente tiene si desde todas las órbitas se actúa, y este es el momento de comenzar», afirmó.
José Antonio Martínez. Arqueólogo y especialista en patrimonio militar
Por sus particulares características naturales, el entorno del Mar Menor fue valorado hace más de 100 años como el «lugar idóneo para crear una serie de instalaciones aeronáuticas e infraestructuras para la base naval de Cartagena que han ido desarrollando en esta zona un paisaje cultural específico», tal y como informó José Antonio Martínez. En este sentido, recordó que hay instalaciones centenarias «que tienen una historia muy importante que contar y que su puesta en valor para los ciudadanos es fundamental». El entorno de El Carmolí cuenta con tres grandes núcleos patrimoniales desde el punto de vista militar: el aeródromo, los polvorines o depósitos de munición (con dos túneles con sus sistemas de defensa inmediata), y una gran nave industrial que hasta mediados de los 90 se desarrolló para un aerodeslizador pero fue un proyecto abandonado. «Estos núcleos tienen que contarnos una historia; tienen un pasado, un presente y sobre todo un futuro social para que la gente disfrute de esos elementos patrimoniales y ese paisaje cultural con elementos integrados en un medio natural con características propias», añadió.
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