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Ya estábamos todos enganchados a internet, pero eran tiempos de menos exposición mediática que los actuales. Y, de repente, en nuestras pantallas se coló un gigantesco esquiador alemán de apellido de difícil pronunciación (Muehlegg) y con un nombre (Johan) que acabó españolizándose a una velocidad de vértigo. Fue colgarse su primera medalla de oro, un 10 de febrero como ayer, defendiendo la bandera de España en la disciplina de esquí de fondo y todos los medios se pusieron de acuerdo para empezar a llamarle Juanito. Subió y bajó muy rápido, como un meteorito. De aquello se cumplen ahora 16 años, justo en este fin de semana en el que han arrancado los Juegos Olímpicos de invierno de Pyeongchang.
Aquella historia se escribió en otras Olimpiadas, las que se celebraron en febrero de 2002 en las nevadas montañas de la cordillera Wasatch, en Salt Lake City. Allí, en Utah, la capital mormona de los Estados Unidos, el escándalo que protagonizó el 'murciano' Juanito Muehlegg aún es recordado hoy. También en países como Noruega, Suecia o Dinamarca, donde el esquí de fondo es casi una religión, y el caso de Juanito se compara con el del ciclista norteamericano Lance Armstrong. 'Tramposo' fue el titular usado por el 'Aftenposten', el principal diario noruego cuando se conoció su positivo por darbepoetin, la hormona sintética extraída de los hámsteres chinos que en su momento sustituyó a la EPO y que algunos, como Muehlegg, creían indetectable en los controles. Error. 'La gran mentira' tituló 'Expressen', uno de los principales tabloides suecos.
Juanito hizo trampas, lo pillaron, tuvo que devolver las tres medallas de oro que ganó en aquellos Juegos (en 30 kilómetros libre, en 20 kilómetros persecución y en la prueba reina de 50 kilómetros clásico), fue sancionado durante dos años y nunca más volvió a competir. Esa fue su historia de vertiginoso asalto a los cielos y posterior descenso a los infiernos. ¿Pero a qué viene lo de murciano? ¿Qué tiene que ver Murcia con toda esta historia? La respuesta es sencilla: Juanito, que entrenó durante un tiempo en Sierra Nevada, tenía ficha con la Federación de Deportes de Invierno de la Región de Murcia, que se ofreció a tramitar su inscripción cuando obtuvo la doble nacionalidad, casi obligada por las presiones de la federación nacional.
El alemán Muehlegg, nacido al pie de los Alpes en la localidad bávara de Marktoberdorf, vino a España con 28 años tras enfrentarse a los técnicos y directivos de la federación de su país natal. Apuntaba alto en su etapa juvenil, cuando fue campeón del mundo en la distancia de 30 kilómetros. Llegó a competir en tres Juegos Olímpicos con el equipo alemán, en Albertville 92, Lillehammer 94 y Nagano 98. Pero su mejor resultado en estas tres Olimpiadas fue un séptimo puesto en 50 kilómetros clásico. No obstante, desde su fracaso en los Juegos del 94 estaba enfrentado a los responsables del equipo olímpico germano. Se puso en manos de una santera portuguesa y eso le apartó definitivamente de la federación alemana. Desde el 95 le dejaron fuera de todas las convocatorias y en el 98, cuando obtuvo diploma olímpico, ya había gente que sospechaba que se estaba dopando.
Eso no le perjudicó a la hora de contactar con los responsables de la federación española y conseguir rápidamente la doble nacionalidad. En estos trámites fue clave que la federación murciana le consiguiera una ficha federativa en un tiempo récord. «Para nosotros, Juanito es un murciano más. Gracias a sus triunfos, en Murcia se ha creado un interés por los deportes de invierno que antes no había. Ahora organizamos actividades casi todos los fines de semana en Sierra Nevada. Él es un referente», contó a 'La Verdad' un portavoz de la federación murciana tras los primeros oros que Muehlegg se colgó en Salt Lake City hace ahora 16 años.
Muchos murcianos descubrieron entonces que en su Región existía una federación autonómica de deportes invernales. En una comunidad en la que apenas nieva (de hecho, casi no llueve) y en la que solo hay un pico que supere los dos mil metros (es el Pico del Obispo, tiene 2.104 metros y está situado en la zona de Revolcadores, en Moratalla), solo los más aficionados a la montaña y los que tienen costumbre de acercarse a las pistas de Sierra Nevada (Granada) sabían que se podía esquiar en una competición nacional defendiendo la bandera de la Región de Murcia.
Juanito era todo un personaje. Tras su primer éxito en los Juegos de 2002, le pasaron un teléfono y estuvo hablando con el Rey Juan Carlos, como si fueran amigos de toda la vida, durante un par de minutos delante de los periodistas. Cuando terminó de contestar a las preguntas, se puso a cantar ópera. Le encantaba Luciano Pavarotti y su ritual era soltar varias estrofas de 'O sole mio'. La gente alucinaba con ese gigante alemán, tan campechano y alegre. Su castellano era muy rudimentario, su sonrisa contagiaba y su corpachón atlético hacía que nadie sospechara. Desde Paquito y Blanca Fernández Ochoa nadie había sido capaz de conseguir que el aficionado español se olvidara por unos días del fútbol y prestara atención al esquí. Juanito estaba de moda. No obstante, la fama se fue tan rápido como llegó.
Porque sus victorias, camino ya de los 32 años, tenían truco. Dio positivo ocho horas después de conseguir su tercera medalla de oro, en un control sorpresa que le hicieron tras la celebración de su último éxito en Salt Lake City, en el hotel de concentración de la reducida expedición española en aquellos Juegos. Lo que estaba tomando no lo había tomado jamás ningún otro deportista. O, al menos, no lo habían cazado. Él fue el primero que dio positivo por darbepoetin, comercializado en Estados Unidos como aranesp. Se trata de un producto que aumenta el volumen de los glóbulos rojos y oxigena el músculo. Es utilizado para enfermedades renales y en pacientes con cáncer. Este fármaco, efectivamente, llegó al corpachón de Muehlegg, y le hizo volar como nunca en aquellas Olimpiadas de 2002.
Tanto Juanito como su entorno defendieron su inocencia. También lo hicieron las autoridades españolas, empezando por el entonces secretario de Estado para el Deporte, Juan Antonio Gómez-Angulo. Recibió un mensaje claro de Moncloa: «No le dejes solo», le ordenaron. Pero a Muehlegg le cayeron dos años de sanción y todo terminó. Es verdad que quiso volver a competir cuando ya tenía 34 años. Amagó con prepararse para los Juegos de Turín de 2006, pero no sintió el apoyo de nadie en España y abandonó.
En 2014 fue localizado en Natal (Brasil) por unos periodistas suecos. Habló muy poco, pero se supo que tiene hijos, gana «mucho dinero» en el sector inmobiliario y practica surf los fines de semana. No quiere saber nada del esquí y lleva muchos años sin venir a España.
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