![Rob Halford, líder de Judas Priest durante la actuación del grupo en Cartagena.](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/06/19/1482682446-U200188246111trB-U220488541058SYH-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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La tercera edición del Rock Imperium arrancó este miércoles con la imposible tarea de superar el histórico cartel del año anterior. Para aquellos afortunados que estuvieron presentes, el pirotécnico concierto de despedida de KISS en España sigue proyectando una alargada sombra de la que ... sencillamente no se puede escapar. En lugar de eso, el festival cartagenero ha optado por ampliar su programación a cuatro días, uno más, y diversificar la oferta musical para dar cabida a un abanico más amplio de géneros, siempre dentro del rock y el metal, por supuesto.
Esa pluralidad quedó patente en esta jornada inaugural, aunque solo hasta cierto punto, ya que el recinto habilitado solo comprendía el área correspondiente a la cuesta de El Batel, donde se encuentran ubicados los dos escenarios principales. El tercer escenario y los puestos instalados en el parking de la UPCT se habilitarán del jueves al sábado. Esto, junto al tirón de Judas Priest, algo que quedó muy patente en la cantidad de camisetas con su logo que vestía el público, hicieron que el primer día de Rock Imperium se sintiera más como un concierto de los cabezas de cartel con muchos teloneros que como una jornada de festival propiamente dicha.
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I. R. / M. A. A.
Aunque meritorio, el lírico metal gótico de Blackbriar fue una elección arriesgada para abrir las puertas. A pesar de contar con una cantante estupenda y arreglos interesantes, la propuesta de los neerlandeses pecó de ser demasiado liviana para la poco agradecida hora de la siesta, que requiere algo más de movimiento. Esa necesaria energía llegó con Turmion Kätilöt, una chiflada banda finlandesa que fusiona black metal con techno. Una combinación tan inclasificable como la propia imagen de los músicos, que parecían extras de alguna película de 'Mad Max'. Gozosa sorpresa para los que disfrutaron bailando como dementes en una sudorosa bacanal industrial y simpática curiosidad para los que prefirieron disfrutar de la actuación a una saludable distancia prudencial.
Tras el desenfreno postapocalíptico le tocó el turno al elegante hard rock de Ronnie Romero. El chileno, cuya cotizada voz fue escogida por el mismísimo Ritchie Blackmore para encabezar la última encarnación de Rainbow, ya estuvo presente en la anterior edición del Rock Imperium como integrante de Elegant Weapons, la 'superbanda' que comparte con Richie Faulkner -guitarrista de Judas Priest- y Davey Rimmer -bajista de Uriah Heep-, ambos presentes también en Cartagena ese mismo día con sus respectivas formaciones. Recuerden este dato porque cobrará importancia más adelante. En esta ocasión Romero se encargó de presentar su reciente debut como solista, 'Too Many Lies, Too Many Masters', una sabrosa colección de canciones que rezuman clase y ese magnetismo propio del rock ochentero.
El chileno demostró con su material propio que no solo es un gran cantante, sino que su talento como compositor no le anda a la zaga. Me pareció especialmente destacado en la elaboración de medios tiempos con garra, una difícil especialidad que suele ser la asignatura pendiente de los grupos más jóvenes. Acompañado por una banda a su medida, Romero ofreció una actuación de gran nivel, la primera realmente memorable de la jornada, que concluyó con una colosal versión de 'Rainbow in the Dark', como tributo al llorado Ronnie James Dio. Afortunadamente, sus seguidores podrán revivir el concierto cuantas veces quieran, ya que fue grabado para editarlo en el futuro como disco en directo y DVD.
Sin cambiar demasiado de tercio, Eclipse ofreció un acercamiento más contemporáneo al hard rock melódico, con enormes melodías y unos solos de vértigo. Ni siquiera los paró un problema técnico con la batería, que les obligó a tocar en acústico un par de canciones. Los suecos, grandes renovadores del género en la actualidad, se metieron al público en el bolsillo y dejaron la sensación de que, de haber comenzado su trayectoria en los 80, se habrían comido el mundo. Que nadie llore por las malogradas cuerdas vocales de Bon Jovi, hay grupos sensacionales como Eclipse ahí fuera y el mundo es un lugar mejor por ello.
El ecuador de la jornada estuvo protagonizado por Uriah Heep. En activo desde 1969, aunque con una formación profundamente renovada, la banda londinense no solo es una de las más longevas de la historia del rock, sino también una de las más camaleónicas. Su concierto en Cartagena fue un concentrado de su larguísima trayectoria, con pinceladas de hard rock primigenio, desparrames progresivos y teclados psicodélicos. Lejos de cumplir con el papel de vieja gloria, resultó muy notable el intento de Uriah Heep de mantenerse vigente con canciones de nuevo cuño y revisando sus clásicos de los 70, como 'Rainbow Demon', para darles nueva vida.
No pasan los años para unos tipos que desprendieron una energía y una positividad envidiable, especialmente el guitarrista Mick Box, el único miembro original que queda, que realizó varias proezas con las seis cuerdas con la misma tranquilidad que el que se da un paseo por el campo, quizá embriagado por el delicioso órgano Hammond que hizo de omnipresente colchón sonoro. La locura llegó al final, cuando Ronnie Romero y Richie Faulkner se unieron a la banda para interpretar una colosal 'Easy Livin'' que hizo enloquecer al público. Enormes.
Tras vivir su momento de mayor éxito a principios de los 90, los norteamericanos Extreme se encuentran viviendo una segunda juventud tras haber sido redescubiertos por una nueva generación gracias a 'Stranger Things'. Poca broma, su balada 'More Than Words' acumula más de 650 millones de reproducciones en Spotify tras emitirse la cuarta temporada de la serie, algo que sin duda contribuyó a que un sector del público más joven se afanara por llegar a las primeras filas.
Al margen de su éxito viral, que fue una de las canciones más coreadas de la jornada, la propuesta musical de Extreme, que apostó demasiado fuerte por unas baladas que no resultan tan emotivas como ellos creen, no resistió a las comparaciones con los tres sobresalientes conciertos previos y tampoco le sentó bien que se fuera acercando la hora de disfrutar de los grandes protagonistas del festival. Correctos pero un tanto planos para un repertorio de hora y media que se hizo largo, a pesar de contar en sus filas con un guitarrista tan dotado como Nuno Bettencourt, sin duda el más talentoso del conjunto y el mayor punto de interés. Tan mal no lo harían cuando algún sujetador voló hasta el escenario…
La emoción podía palparse en los minutos previos al concierto de Judas Priest y cuando la gigantesca cruz de metal suspendida sobre el escenario comenzó a iluminarse, un fervor casi religioso se apoderó del público del Rock Imperium, que se tornó en una catedral para acoger el despliegue de una leyenda del heavy metal que en los últimos años no se ha prodigado demasiado por los escenarios europeos. Se juntó el hambre con las ganas de comer y los de Birmingham salieron dispuestos a ofrecer un banquete.
El electrizante comienzo de 'Panic Attack', de su reciente último disco, sentó el tono acelerado y contundente que dominó la primera parte del repertorio, a caballo entre sus éxitos más recientes y clásicos de su etapa dorada de los 80, como 'Breaking the Law', 'Rapid Fire', 'Love Bites' o 'You've Got Another Thing Coming'. Tras más de 50 años de carrera, el heavy metal poderoso de los británicos no solo no se ha oxidado sino que parece haberse reforzado gracias a la llegada del guitarrista Richie Faulkner, quien ha revitalizado la fórmula de la banda, haciéndola sonar más compacta y viva.
Más allá de lo meramente musical, el 'hacha' rubio ha ganado bastante protagonismo hasta convertirse en prácticamente un colíder de Judas Priest. Su enorme presencia escénica contribuye a aliviarle algo de peso a Rob Halford, que pudo relajar su papel de animador para concentrarse más en cantar. ¡Y vaya si cantó! A sus 72 años puede presumir de mantener su tono vocal de toda la vida y unos agudos que podrían hacer estallar una cubertería. Como más sabe el diablo por viejo que por diablo, también demostró gran tino a la hora de administrar sus energías, aliviándose la voz en las partes menos exigentes y apoyándose en 'falsettos' para llegar más alto cuando fue necesario. De hecho, estuvo mejor que en su última visita a España, hace dos años. Tanto es así que incluso se dio el gustazo de regalarle al público una improvisación 'a capella'. Mención especial merece también Scott Travis, uno de los mejores baterías del género, capaz de tocar a la vez con la fuerza de una apisonadora y la precisión milimétrica de un relojero.
La incomprendida 'Turbo Lover', que con el tiempo se ha ganado un merecido puesto en el repertorio, destacó en una segunda mitad algo más reposada, con un par de guiños a su etapa progresiva de mitad de los 70 que permitieron algunos pasajes de lucimiento instrumental. Uno de los momentos más emotivos fue el homenaje en forma de vídeo hacia su guitarrista Glenn Tipton, ausente de los conciertos de la banda debido al párkinson que padece, durante la magnífica 'Victim of Changes'. Cubriendo su puesto cumplió a las mil maravillas Andy Sneap, productor de los últimos discos de Judas Priest, como viene haciendo desde que el estado de salud de Tipton le impide participar en el directo, salvo en contadas ocasiones. Lamentablemente la de este miércoles en Cartagena no fue una de ellas.
Las revoluciones volvieron a subir, ya en la recta final, con la tremenda 'Painkiller', un verdadero 'tour de force' que puso al límite a todos los miembros del grupo, especialmente a Halford, que logró resolver con gran dignidad, aunque con evidentes dificultades, unos agudos extremos que ya le ponían en aprietos hace treinta años.
Tras un breve parón, Judas Priest acometió los bises jugando en terreno más seguro, con la infalible 'Electric Eye', 'Hell Bent for Leather' -que el cantante presentó saliendo en moto por el escenario y con una fusta entre los dientes, para inmenso deleite de los asistentes, que más tarde empleó para azotar a Andy Sneap- y 'Living After Midnight', un trío de clásicos imperecederos que coronaron la actuación dejando un estupendo sabor de boca.
El tiempo pasa para todos, pero algunos lo llevan mejor que otros. Con 72 años y recién salido de un cáncer, un formidable Rob Halford dio una lección de autenticidad este miércoles en Cartagena, conduciendo sin trampa ni cartón una locomotora de puro heavy metal que, medio siglo después de su fundación, todavía ruge imparable en un mundo de pulcros y aburridos trenes eléctricos.
In Extremo tuvo el ingrato honor de despedir la primera jornada del festival tras el golpe de autoridad de Judas Priest. Quienes decidieron quedarse hasta el final -menos de los que la ocasión merecía- se vieron recompensados con un gran concierto de unos alemanes que podríamos definir como unos primos de Rammstein pero con buenas canciones y gaitas en lugar de arreglos electrónicos. También pudieron escuchar, en primicia, una canción de su próximo disco, que editarán después del verano.
Los más juguetones se atrevieron a intentar unos bailes medievales que salieron todo lo bien que se puede esperar a la una y media de la madrugada, con Dios sabe cuántas cervezas en el cuerpo, mientras caían las cuatro gotas de lluvia que no osaron dar la cara en presencia de Judas Priest. Una atípica pero intensa manera de cerrar un miércoles de gran nivel musical que dejó el listón peligrosamente alto para los tres días restantes de programación. Tendrán a su favor un recinto ampliado, que sumará a la oferta del festival un tercer escenario y un abanico bastante amplio de puestos de restauración. Desayunen fuerte. El Rock Imperium tan solo acaba de comenzar.
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