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Imagen de archivo de Antonio Ballester, retratado con algunos de sus dibujos y bocetos en su casa-estudio de Vistabella. Vicente Vicéns/ AGM
Fallece Antonio Ballester, admirado por su pintura y querido por su bondad

Fallece Antonio Ballester, admirado por su pintura y querido por su bondad

Hijo del también pintor Mariano Ballester, el mundo de la cultura está de luto tras su pérdida, a los 72 años, tras una dura batalla con la enfermedad

Viernes, 22 de marzo 2024, 00:06

En ocasiones soñaba con tornados Antonio Ballester, nacido en París en 1952 y fallecido este jueves a los 72 años en Murcia, la ciudad donde amó y creo a lo largo de su vida una obra de una calidad extraordinaria. Tiene razón el alcalde murciano, José Ballesta: «Nos deja un legado único». Pintor, dibujante, escultor, fotógrafo y diseñador gráfico de altísima exigencia, amante de los cuerpos de mujeres inteligentes, los bólidos de carreras reales y de juguete, los trenes eléctricos y los perros, era hijo del también pintor Mariano Ballester –uno de los grandes creadores murcianos del XX– y de Monique Les Ventes. La noticia de su muerte, tras una larga batalla contra la enfermedad, provocó durante todo el día de ayer un gran pesar en el mundo de la cultura, donde gozaba del respeto y la admiración de profesionales de todas las ramas artísticas. La consejera de Cultura, Carmen Conesa, se acercó por la mañana al Tanatorio de Jesús para acompañar durante unos minutos a los allegados del artista. Este viernes, sus restos mortales recibirán sepultura a las cinco de la tarde en el cementerio murciano de Nuestro Padre Jesús.

Eso es, Ballester –«más que pintar, jugaba, como un niño con su primer Ferrari rojo», decía de él ayer el galerista José Fermín Serrano–, durmiendo soñaba que un tornado feroz amenazaba con llevarse por los aires el caserón familiar del Barrio del Carmen donde vivió muchos años –era hijo único– con sus padres. El caserón familiar arrasado hasta sus entrañas por un tornado. Recordaba ese sueño el artista en mitad del silencio de santuario laico que envolvía su casa-estudio de Vistabella, que él llamaba 'mi cueva'; allí –numerosos vecinos de su barrio expresaron sus condolencias en redes, destacando su valía humana y artística– es donde creaba sus obras reconocibles y valiosas, humildes en sus formatos y sus necesidades de materiales y dotadas de un magnetismo del que es difícil escapar.

Allí, en su 'cueva', era una gozada verlo crear, por ejemplo, los cuatro rostros de robots, de gran formato y que fueron muy elogiados, que pintó para la exposición 'Robot' (galería Artnueve de Murcia). «La parte negativa de la inteligencia artificial es que va a acabar monitorizando nuestra existencia», sostenía Ballester, quien, tras asegurar que «yo no tengo nada de robot», lanzaba esta pregunta: «¿Cuándo seremos incapaces de diferenciarnos de los robots venidos a sustituirnos?». Cuatro rostros de robots ante cuya contemplación, el también artista plástico Sergio Porlán apuntaba: «Son presencias que interpelan al espectador como si de ancestrales efigies se tratara».

No hay persona que lo hubiese tratado que no destaque de él también su bondad. Y su humildad

El creador de obras tan destacables e inusuales como la serie 'Gran Gorila' (tres óleos sobre lienzo pintados en 1988), o el tenebroso y misterioso 'Tableautin Coutre', un óleo sobre lienzo de 1989 inmerso en resina de poliéster y perteneciente a la serie 'Tipos de Hombre', así como de exposiciones tan desconcertantes y apasionantes como la titulada 'One Car Show', que pudo verse en la murciana sala de Verónicas en 2002, estuvo siempre empeñado en «no caer en la tentación de hacer concesiones para que mis obras sean más comerciales».

El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, escribió en X que «hoy la #RegióndeMurcia llora a Antonio Ballester Les Ventes». No hay persona que lo hubiese tratado que no destaque de él también su bondad. Y su humildad. El pintor, escultor y escenógrafo Ángel Haro resalta que «su obra, mezcla de ingenuidad, violencia y elegancia, hace que cualquier pieza grande o pequeña te estalle en la cara como un globo de helio». «Era un genio niño, tierno y perverso. Y, sobre todo, era un amigo hermoso», añade. «Se va poco a poco toda una generación –en aquel movimiento invertebrado de los 80 emergía por derecho Antonio Ballester– que abrió las ventanas para llenar de aire fresco la casa del arte», se lamenta Haro.

«Era un genio niño, tierno y perverso. Y, sobre todo, era un amigo hermoso» (Ángel Haro)

Deja un recuerdo cargado de cariño en muchas personas que disfrutaron de su afecto y su amistad, como Lola Paz, quien sostuvo su ánimo hasta el final, o el personal sanitario del Hospital Mesa del Castillo, que han dejado constancia de la tristeza por su fallecimiento: «Nos quedamos con el recuerdo de sus conversaciones amables, cercanas y sinceras, y con un sinfín de obras que dan color e inspiración a nuestras instalaciones».

«Lo reconozco: soy más raro que un perro verde», advertía el artista, que sabía bien lo que son las noches de vigilia constante, los días sin ningún interés y esos jodidos tornados regresando en sueños hechos unos locos en cuanto se descuidaba. Y sabía también lo que es la alegría y el sentirse querido, el contar con la admiración que sienten por su obra sus propios compañeros artistas, tengan la edad que tengan... Prefería la carne al metal –¡como Serrat!–, las conversaciones en vivo y en directo, las miradas tú a tú, la palabra susurrada al oído, el licor compartido y fotografiar a ser fotografiado.

Atractiva locura

«Estamos asistiendo», precisaba, «a un periodo crucial de la historia del mundo civilizado. Sientes pánico ante el cataclismo, y no solo medioambiental, que parece que se avecina, y también curiosidad por ver cómo será la siguiente etapa, ¿no?». Muchos robots a bordo, me temo. Ballester reconocía que «como artista no estoy satisfecho, no, no; pero eso es algo con lo que tengo que vivir, con la sensación de que no he alcanzado ni mucho menos todo lo que quería». Su mundo creativo era totalmente personal, y en él se mostraba sin disimulos, con sus saltos artísticos sin red y su gusto por los bocetos, por la insinuación, el interrogante; su gusto por la obra que cabalga: viva.

«La mujer es mucho más digna de estudio que el hombre, y por supuesto es muchísimo más inteligente que nosotros», aseguraba el artista

Qué curioso, para la realización de su obra 'Retrato de Charlotte', la modelo le encargó al pintor que la retratase sosteniendo una calavera. «La mujer es mucho más digna de estudio que el hombre, y por supuesto es muchísimo más inteligente que nosotros», aseguraba.

Ballester, que expuso por primera vez en 1975 en la histórica galería Chys, desistió un día de intentar hacer realidad uno de sus proyectos de los que se prendó: que su casa-estudio se hubiese convertido «en un pequeño centro cultural en el barrio, con dos salas de exposiciones y un estudio de fotografía». Una pequeña y atractiva «locura» para la que contaba en su momento con las ideas del arquitecto Miguel Mesa, pero que quedó tan solo en feliz idea porque la falta rabiosa de dinero se impuso.

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