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Todos aborrecemos los estereotipos, pero, al final, nos aferramos a ellos sin querer. ¿Cuál sería el de una persona infiel? Si echamos un vistazo por ... nuestro entorno en busca de 'clandestinos'..., pues lo más seguro es que metamos la pata hasta el fondo. Muy a menudo, las personas que parecen más 'formales' y asentaditas son las que más tienen que ocultar. ¿Qué perfil imaginario tenemos de ese 20% de la población que confiesa que 'picotea' fuera de casa? Gente echada p'alante, sexy, joven, de mente abierta, amantes de la fiesta y el flirteo... Vamos, una suerte de concursantes de 'La Isla de las Tentaciones', ¿no? Pues los estudios dicen otra cosa. La plataforma para relaciones extramatrimoniales Ashley Madison ha elaborado un informe, –realizado en colaboración con el Instituto YouGov y con la colaboración de más de 14.000 personas de once países– que desvela el perfil del infiel actual, el de 2025, que, según afirman, «desafía los estereotipos tradicionales». Ahí van las sorpresas:
La primera: los resultados del estudio revelan que la infidelidad es muchísimo más común entre personas maduras. Eso de que de los cuarenta para arriba no te mojes la barriga..., ¡mentira y gorda! Según Lara Ferreiro, psicóloga especializada en pareja, cada vez son personas más maduras, sobre todo desde la pandemia, «cuando gente de cierta edad se dio cuenta de que la vida son dos días y de que su existencia se reducía a trabajo-casa y casa-trabajo». Los jóvenes parece que no tienen tantas prisas... Ven mucho tiempo por delante «y van hacia otro tipo de pareja, vamos a la no monogamia».
El 35% de los encuestados ha permanecido en su matrimonio o relación durante más de 21 años antes de buscar una aventura, según el informe. «Sin embargo, las mujeres tienden a explorar nuevas opciones más rápidamente: un 13% de ellas ha estado en su relación menos de un año antes de buscar variedad, frente a solo el 3% de los hombres», aclaran. Es decir, ellos aguantan más con la pareja de siempre antes de lanzarse (quién lo diría). «Ellos se ven casados con la Paqui, tienen familia y ninguna gana de divorciarse... y se toman la infidelidad como una cuestión de autocuidado, por lo que no tienen ningún conflicto. De hecho, cuando explican su sexualidad en consulta, definen muy bien tres campos: las relaciones con su mujer, las relaciones con la amante y las que tienen consigo mismos.Es decir, lo tienen muy claro». Tanto que no sienten ni un atisbo de culpa. «Quizá la primera vez, luego ya no», destaca. Y ellas, parecido, también lo hacen para cubrir una necesidad «y recuperar emociones..., muchas veces no quiere decir que su relación esté rota».
Otra de las conclusiones más sorprendentes del informe: en contra de la creencia popular, la infidelidad no siempre es un capricho pasajero. «El 35% de los encuestados mantiene sus aventuras más de un año, siendo estos plazos prolongados más frecuentes en mujeres (56%) que en hombres (34%)». Ferreiro no es tan optimista. Ella fija el plazo medio de una aventura extramatrimonial en unos seis meses, aunque, claro, hay excepciones. «Conozco gente que ha mantenido una aventura durante décadas.Es normal: con los amantes todos los refuerzos son positivos (sexo diferente, detalles, emoción, no se exigen cosas...) y se les idealiza. Y así la relación puede durar, sí», detalla la experta.
Otra cosa que se suele pensar es que el que es infiel con una persona... está todo el día liándola a la vez con otras, que actúa irreflexivamente.Total, ya se ha quitado el precinto, ¿no? Pues no. No es común que un infiel esté a varias bandas. «El 70% prefiere mantener solo una relación extramarital a la vez –revela el estudio–. Esto demuestra que la infidelidad no siempre es una cuestión de impulsos fugaces», afirma Christoph Kraemer, Director General Europa de Ashley Madison.De hecho es algo mucho más meditado de lo que se cree... En realidad, hay muy poco de eso del impulso irrefrenable.
Si queremos buscar explicaciones a la infidelidad que nos trasciendan, podemos encontrarlas, sí. Por un lado, múltiples teorías sobre el apego y nuestra infancia explicarían que en la edad adulta algunas personas escoren hacia la infidelidad. Y, al parecer, también hay una 'excusa' biológica. Un estudio de la Universidad Binghamton, en Nueva York, descubrió que las personas propensas al adulterio y la promiscuidad poseen una variedad concreta del gen DRD4 –asociado a la producción de dopamina, que activa los sistemas de placer– «aunque esto no implica justificación automática, ya que los seres humanos tenemos la capacidad de decidir».
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