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Ana Pérez, que instaló con 22 años su propio comercio en La Manga del Mar Menor, con el pelo azul y los brazos tatuados. A. S.
Más que unos labios pin-up
PROPIOS Y EXTRAÑOS

Más que unos labios pin-up

Ana Pérez Martínez, defensora del 'psychobilly' y propietaria de una tienda de moda retro en La Manga. «Hay hombres que aún me dicen: 'Anda, que salga tu jefe'», arquea su ceja perfilada

Jueves, 26 de julio 2018, 23:27

Ya ni se acuerda Ana del día en que se perfiló por primera vez los ojos con un trazo negro como el alquitrán a lo Dita Von Teese, pero desde entonces no ha perdido su glamour de estilo pin-up. Lo tiene todo para ser una de las viejas portadas de Esquire a la espalda de papel de una crónica bélica de Hemingway, o una ilustración de George Petty, pero sin un gramo de sumisión. «¿Vivir en los cincuenta? Solo de visita, porque no soportaría el modo en que trataban a las mujeres», se queda Ana con la música, la moda y el cine de la década de la guerra fría, pero clausura el machismo de whisky y Lucky Strike de 'Mad men' bajo siete llaves para que nunca vuelva. «Todavía hay hombres que al entrar en mi tienda me dicen: 'Anda, dile a tu jefe que salga'. Pero eso sí, yo se lo aclaro enseguida», arquea Ana una de sus cejas perfectamente depiladas sobre unos ojos de almendra enmarcados con 'eyeliner', como Kim Novak en 'Vértigo', una de las pelis favoritas de esta empresaria cartagenera del barrio de Los Dolores.

Mientras ensarta cuentas de colores en un futuro collar de su creación, Ana evoca con embeleso a las despampanantes rubias de Hitchcock, a la Dorothy de 'El mago de Oz', la Scarlett de 'Lo que el viento se llevó'; o «mi favorita, 'Rebecca', aunque es del 39».

  • Quién Ana Pérez Martínez.

  • Qué Dueña de una tienda de moda retro.

  • Dónde La Manga.

  • Gustos Música 'psychobilly', faldas de vuelo y festivales.

  • ADN Decidida y femenina.

  • Pensamiento «No compro en las grandes cadenas por el medio ambiente y la explotación laboral»

De su tocadiscos vintage salen canciones 'psychobilly' más cercanas a la candidez del country y el surf que a su afluente más tenebroso. «Pero a mí me gustan los ritmos fuertes, el rock'n'roll de los cincuenta y el punk rock, aunque para bailar soy patosa», admite.

«Quiero tatuarme el faro de Palos con un barquito en el brazo o el muslo»

Su conciencia ambiental y humanitaria tampoco casa con la laxa moralidad de los cincuenta a pesar de que su estética le guste a rabiar: 'Todo el mundo viste igual ahora, de Zara y de Primark, pero yo no compro en las grandes cadenas, primero por el daño ambiental que hacen y después por la explotación laboral», pincha en la conciencia. «Además, ¿por qué hace falta tanta ropa barata y mala?Aquí en La Manga llevamos otro ritmo más relajado. Nos hacen falta menos cosas, pero de las que puedes dejar en herencia a tus hijos», desarma la empresaria.

Una se pondría en sus manos para una transformación 'pin-up', sin concesiones: «Puedes elegir entre falda de vuelo con cancán o de tubo, aunque también llevaban petos de trabajo como las mujeres que trabajaban en las fábricas», empieza la experta la mutación en su tienda 'Cuatro reinas', de la plaza Bohemia. «Si te atreves con un 'victory roll' -el caracol de pelo que hacía a las mujeres cuatro dedos más altas- es muy fácil, enrollas y una horquilla», soluciona el peinado.

Se puede optar por una melena como la suya, en pantone océano con tupé a prueba de túnel del viento, que delata su temperamento. Con 22 añitos instaló en La Manga su propio comercio y ha resistido el soplido de la crisis y de otras modas pasajeras. «Mi pelo ha sido rosa, azul, y negro y rojo», repasa la paleta capilar antes de entrar en los tatuajes. En sus brazos parece haber entrado un ilustrador manga con aspiraciones de Miguel Ángel. «Siempre quise una manga japonesa, con carpas, flores de loto y peonías. Tardé dos años en completarla, porque había que hacer por partes y esperar a que curara», luce su particular río nipón.

Si subes por las felices curvas de Ana, te encuentras un par de cerezas sobre cada clavícula, como si el jardín japonés no depusiera nunca la primavera. En el brazo derecho se ha avecindado su gato 'Sucio', negro como el rimel, una daga y un 'tiki', de talla polinesia. Si hay confianza te enseña el rostro masculino que sustituye a las pin-up que se tatuaban los marineros, una especie de revancha de género sobre el lema 'poison'. «También llevo una golondrina a cada lado del vientre, pero solo se ven en bikini, y esas dolieron mucho», las guarda Ana bajo su falda de vuelo de chica bombón americana. El lienzo tiene probabilidades de crecer: «Quiero hacerme el faro de Cabo de Palos con un barquito en el brazo o en el muslo».

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