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El veraneo 'light' de los políticos

El veraneo 'light' de los políticos

Campo, playa y montaña y no muy lejos de casa: las vacaciones de los cargos públicos ya se parecen a las de cualquiera

josé ahumada

Lunes, 28 de julio 2014, 22:47

Nadie puede negar que estos últimos años de gobierno han supuesto una verdadera travesía del desierto para el equipo de Mariano Rajoy... aunque nada comparado con lo que han tenido que soportar sus administrados. Por mucho que desde las altas esferas se haya intentado que el peso de la crisis cayese sobre las conciencias de los ciudadanos por aquello de que vivieron -vivimos- por encima de las posibilidades de cada cual, el argumento no termina de convencer. A la vista está la merma en la consideración en que el pueblo tenía a sus políticos, un logro al que han contribuido tanto los malos tiempos como la sensación de mangoneo generalizado para el contribuyente, que ahora sí se da cuenta de que todo el dinero gastado en polideportivos inútiles y langostinos a la plancha procedía de su bolsillo.

Quienes se dedican a gestionar lo público se han convertido en sospechosos a ojos de muchos: siempre habrá quien crea que este coche nuevo, ese injerto capilar o aquel bronceado de balandrista acabará cargado en su cuenta mediante un nuevo impuesto. ¿Hay forma de mejorar esa imagen? A falta de algo sólido que alegre y convenza al contribuyente, el político medio ha optado por hacer patente lo atareado que está y poner cara de que le cuesta llegar a fin de mes.

Sus vacaciones, qué duda cabe, también se han resentido. ¿Quién podría atreverse a viajar a todo trapo a los mares del Sur mientras la prensa extranjera mostraba a los españoles buscando comida en la basura? Los políticos descansaban, claro, pero como a disgusto y sin alardes. Daba la impresión de que les pasaba como a los malos estudiantes: terminan las clases, pero saben que les quedan asignaturas pendientes.

Para algunos, las cosas han cambiado, por fin, este verano. Expertos e indicadores coinciden en que la recuperación económica está en marcha y lo peor ha pasado, así que en el Gobierno no pueden ocultar su satisfacción: ellos mismos entienden que se merecen un respiro. Eso sí, siempre dentro de un orden.

Véase el caso del presidente, Mariano Rajoy, quien repetirá estancia en el pueblo pontevedrés de Ribadumia, según ha confirmado La Voz de Galicia después de conocer por boca de sus allegados que el presidente «estuvo muy a gusto con su familia» este último año.

Por 270 euros diarios

Está claro que alguien en su posición tiene posibilidad de gastar algo más de los 270 euros diarios -es temporada alta- que cuesta el alquiler de A Casa de Alicia, la vivienda rural donde se alojará en agosto y que volverá a estar disponible al público el día 31. Rajoy puede decir que vivía mejor antes de hacerse cargo del país: entonces disfrutaba de su apartamento en primera línea de la playa de Silgar, en Sanxenxo, una base de operaciones que le permitía dar largos paseos junto al mar por las mañanas, ir a tomar algo al Náutico con los amigos y, avanzado el mes, acercarse a Pontevedra capital para asistir al baile de debutantes del Liceo Casino y disfrutar de los toros durante las fiestas de La Peregrina. Ahora, en cambio, se tiene que conformar con caminatas junto a compañeros de partido por la Ruta da Pedra e da Auga de Armenteira, que conoce bien, y algún garbeo en barco por las rías de Pontevedra y Arousa, si alguien le invita.

Siempre existe la posibilidad de desquitarse combinando su estancia en Galicia con otra más señorial en el Palacio de las Marismillas de Doñana, tradicional refugio de presidentes y donde Rajoy acostumbra a pasar los últimos días antes de volver al despacho.

Claro que, antes de todo eso, dejará los deberes hechos en una semana ajetreada. Mañana mantendrá un encuentro de cortesía con Pedro Sánchez, el nuevo rostro de la oposición; el miércoles se entrevistará con Artur Mas, con las ansias de independencia de Cataluña como principal tema a tratar, y el viernes celebrará Consejo de Ministros. Finalizado este, ofrecerá una rueda de prensa en la que, para variar, los periodistas podrán preguntar. Es probable que aproveche la ocasión para presentar los últimos datos que avalen los logros del Ejecutivo y prueben que el país levanta cabeza.

Zanjado este último compromiso darán comienzo las vacaciones para el presidente y sus ministros, que no volverán a verse las caras hasta la reunión del Gabinete programada para el 29 de agosto. Como siempre, estarán disponibles en todo momento, aunque no con los nervios de los dos veranos anteriores, cuando la posibilidad de un rescate y las marchas de la prima de riesgo amenazaban con hacer sonar el teléfono en cualquier momento.

Descanso, familia y lectura componen el programa más común entre los miembros del Gobierno. Quizás los planes más exóticos correspondan al titular de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y son así por motivos de trabajo. Bruselas, Túnez, Egipto, Bahréin y Ghana serán sus escalas agosteñas antes de llegar a Jávea, en la costa alicantina. Es verdad que su barco no está tan a mano desde que tiene el amarre en Burriana, pero no tiene pereza cuando se trata de salir al mar. El último verano estuvo navegando por las Baleares en un yate que acabó convirtiendo en la oficina desde la que lidió con la crisis diplomática con Gibraltar.

Si realmente empiezan a salir las cuentas, será obligado reconocer la labor desarrollada por los responsables de Hacienda y de Economía y su derecho a disfrutar de un poco de sosiego. Reposado estará Cristóbal Montoro, viendo pasar los días desde su casita en la sierra de Guadarrama. Incluso allí seguirá con recortes, aunque en este caso solo afecten a las plantas que cuida con esmero en su jardín. Su compañero Luis de Guindos, si no cambia de planes, regresará a Marbella, donde podrá jugar al tenis, una de sus aficiones.

También le gusta la raqueta a Isabel García Tejerina, la nueva ministra de Agricultura, que sustituyó a Miguel Arias Cañete en la única remodelación de Gobierno de la legislatura. Mesetaria convencida, podrá dedicar más tiempo a mejorar el revés y a estar con su familia en Valladolid, su ciudad natal. No pide mucho más: hacer deporte, alguna escapada a la playa y confiar en que la temporada de incendios no sea dura.

Para las vacaciones, Jorge Fernández Díaz, ministro de Interior, también elige el ídem. En concreto Navarra, región a la que lleva dos décadas siendo fiel y un sitio estupedo para pasear, leer y estar con la familia, que apenas ve. Desconectar será imposible: está en constante comunicación con el presidente y con su equipo en Madrid.

Alberto Ruiz-Gallardón (Justicia) es más de costa, y se desplazará un año más con su familia hasta Nerja (Málaga); como él, también buscarán el arrullo del mar las ministras Ana Mato (Sanidad), Fátima Báñez (Empleo) y Ana Pastor (Fomento), en el Puerto de Santa María, Huelva y Sanxenxo, respectivamente. Es probable que José Manuel Soria (Industria) vuelva a su casa en Las Palmas, aunque algunos de sus paisanos tengan ganas de cantarle las cuarenta tras el anuncio del próximo inicio de las prospecciones petrolíferas frente a las islas por parte de Repsol. Mucho más difícil es seguir la pista de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; del ministro de Cultura, José Ignacio Wert; y, sobre todo, de Pedro Morenés, de Defensa, siempre celoso de mantener su ocio fuera del alcance de la vista ajena.

El repaso a las filas del PP continúa con el eurodiputado Arias Cañete y su retiro en Jerez, María Dolores de Cospedal, que elige Marbella -escenario también de las proezas gimnásticas de José María Aznar-, y Esperanza Aguirre, que insiste con Asturias, aunque este año variará y terminará el mes en Cerdeña. Alfonso Alonso, portavoz popular en el Congreso, recargará pilas en Chiclana, mientras el presidente de la Cámara, Jesús Posada, repartirá agosto entre Soria y Huelva, con el único objetivo de pasear y disfrutar con alguna novela histórica.

Pedro Sánchez, en el horno

El ajetreo que se vive en el PSOE condiciona las vacaciones de sus dirigentes, empezando por Pedro Sánchez, quien, si tiene suerte, quizás pueda escapar algún día del horno madrileño, donde estará dedicado a la renovación del partido. Si así está el jefe, es fácil imaginar cómo les irá a los demás. Solo Alfredo Pérez Rubalcaba, con su aire de jubilado -hasta que vuelva a la Universidad- tiene confirmado destino: una vez más, Llanes, donde empleará su proverbial astucia para ganar las partidas de mus.

Argamasilla de Alba, en Ciudad Real, dará la bienvenida otro verano más al coordinador federal de Izquierda Unida, Cayo Lara, nacido allí. A Alberto Garzón, joven valor emergente de la formación, también le tira su tierra: la idea es bajar con su novia a Rincón de la Victoria (Málaga), donde vive su padre, para salir a tomar algo con los amigos y echar un partidito de fútbol en la playa.

Cuando se tiene a dónde ir, no hay lugar para dudas. Es lo que les sucede a Toni Cantó y Rosa Díez, de UPyD, que escapan siempre que pueden a Ibiza y a Cádiz. Su compañera en el Congreso Irene Lozano tratará de hacer turismo por Berlín aprovechando su curso de alemán. Fiel a su guión de otros años, el catalán Josep Antoni Duran i Lleida (CiU) comenzará sus vacaciones con unos días en Begur, en la costa de Gerona, antes de viajar al Valle de Arán. Terminará celebrando las fiestas de su pueblo, Alcampell, en Huesca.

En la lista de este año no podía faltar Pablo Iglesias, presencia recurrente en las pesadillas de muchos políticos. A pesar de lo que se dice de él, el líder de Podemos no veraneará en Venezuela o Irán, ni tampoco en Corea del Norte: de momento prefiere quedarse con su pareja en el Valle del Tiétar, en la sierra de Madrid.

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