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Islas Menores, capital indiscutible del Mar Menor, vive este verano a medio gas, en realidad a medio todo. Son la mitad de los coches los ... que ocupan las calles y la mitad de pisos los que han vuelto a abrir, también son la mitad las hordas de furgonetas de venta ambulante que te levantan de un respingo con su claxon, porque si bien antes estaban a diario ahora pasan un par de veces por semana. Perdimos el barullo pero ganamos en espacio, el que se necesita para pasear con tranquilidad junto a la playa sin que una horda de lustrosos invasores te llene el suelo de pipas, vasos de plástico, envoltorios de helado o colillas. Hoy que se celebra del Día Mundial del Peatón, nos viene de lujo caminar sobre todo por placer, pero también por vivir más despacio y sin los picos de ansiedad a los que nos obligan las escenas de docenas de ceporros, empresarios y clientes, que piensan que la pandemia no va con ellos.
Cuando ya lo has probado todo, vivir despacio es vivir mejor y hacerlo junto al mar tiene un plus. Como muestra un botón, una de las mejores publicistas de la Región dice que parezco un jubilado alemán porque todas las mañanas paseo descalzo por la orilla cuando no hay nadie. Pero no le hago caso alguno ¿Qué sabrá de la vida una tipa que no tiene horno para cocinar?
Aquí en la capital sabemos de ustedes, del exterior, porque a veces ponemos la tele y leemos prensa. Y nos maravillan muchas de las cosas que cuentan, pero mucho menos que ver de noche el arco de la laguna sin casi iluminación o comprobar que los caballitos de mar, escondidos en rincones nuevos, han vuelto, y esta vez, para que nadie los toque.
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