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El limonado hecho

CHUVAS DE VERÃO ·

Viernes, 21 de agosto 2020, 01:39

Siempre me ha parecido que a las manzanas les falta algo. A las manzanas redondas rojas normales de Blancanieves. No es dulzor lo que les falta a las manzanas redondas rojas normales de Blancanieves. Tienen un dulzor estándar que no me molesta ni me seduce. ... Es algo distinto. Pero yo quería hablaros sobre los limones. Sé que es terriblemente delicado hablar sobre limones con cualquier nacido entre Alicante y Murcia. No quiero tener problemas. Un día recordé una historia que mi abuelo contaba debajo del aguacatero-níspero (mis abuelos siempre han llamado aguacates a los nísperos, ya escribiré esa novela, lo prometo). Yo acababa de sacarme el carnet de conducir y tenía que ir a dar un concierto a Pliego. A mí los limones no me gustan como condimento. Me gustan para hacer infusiones con jengibre, vale. Pero en la huerta hay una sobre excitación con el limón, y se echa a todo, y se carga el sabor de las cosas. Ya lo he dicho. ¿Sabéis el chiste de la chica que se acuesta con un tipo una noche y se da cuenta de que es huertano? No tenía muy claro qué autovía coger para llegar a Pliego, tengo cierta edad y aunque muchos no lo creáis en aquella época no había GPS ni Tom Tom ni leches y me liaba. Mi abuelo después de comer se echaba limón escurrido en un vaso con agua y se lo bebía de trago. Cualquier cosa se podía arreglar con limón. El chiste acaba cuando la chica dice que sabía que el tipo era huertano porque le había echado limón en el monte de Venus antes de abalanzarse sobre él. Yo estaba en la comida familiar exponiendo mi problema cartográfico. Mi abuelo me dijo, «tú vayas por donde vayas a ir, siempre siempre, échate una caja de limones al maletero y así no tendrás nunca problemas».

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