Puigdemont en el culo

Aunque la independencia de Cataluña le parece más mal que bien al resto de España, tengo la teoría de que el motivo real de que Puigdemont sea uno de los más odiados del panorama político actual radica en que todos nos hemos topado con alguien así en nuestra vida. Gente a la que ves venir de lejos y se las arregla para hacerte 'la vaina' de todos modos.

Eso fue exactamente lo que hizo el propio 'expresident' el otro día. Todo el país sospechaba que se traía algo entre manos. Se le veía en la cara. Se activó la 'operación Jaula'. Y, aun así, el muy trilero logró ejecutar a la perfección una desaparición digna del mago David Copperfield.

Quizá tatuarse la cara de Puigdemont en el culo sea ir demasiado lejos, pero conviene tener muy presente su ejemplo para recordar que estamos rodeados de 'puchis'. Esos tipos que tienen la idea, te hacen el lío y al final son ellos los que se van de rositas. Como el compañero de carrera que consiguió las preguntas de un examen y nos dijo la mitad mal para que sacáramos peor nota. O como cuando un amigo propuso colarnos en la piscina de una urbanización por la noche y, con la excusa de «quedarse a vigilar», resultó ser el único al que no pillaron bañándose.

Los fulanos como Puigdemont lo llevan en la sangre. Sabes de qué palo van y te mantienes en guardia. Pero antes de que te des cuenta te han vuelto a hacer 'la vaina' delante de tus narices.