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Estoy enamorado del proceso de escribir. De escribir novela. Tal vez no vuelva a publicar nunca nada. Eso es lo de menos. Kavafis. Itaca. Ya sabéis.
Tal vez no consiga cristalizar esas ideas que me rondan. Que me llevan de un lado a otro. Tal ... vez mi historia pase de moda antes de llegar a las manos de cualquier editor. O simplemente, vivo muy tranquilo con esta idea que os paso a esgrimir, no sepa hacerlo. No sepa hacerlo lo suficientemente bien. Tal vez a nadie le importa un carajo lo que tengo que contar.
En fin. Sea como sea, lo increíble es estar metido en este ajo. Perfilar personajes que no existen. Buscar sus rasgos. Decidir cómo responden. Investigar. Ser otra gente. Hablar por una boca nueva en cada folio.
Los músicos son jóvenes, los escritores, mayores. Creo que empiezo a comprender con el paso del tiempo el motivo de esta comparación. La música exige fuerza, ilusión, arrebato y energía. La escritura sosiego, reposo, volver una y otra vez sobre una estructura, una palabra, una coma. La música es inmediatez y moda concreta, sonido actual y real, forma sobre fondo. La literatura es una medida de tiempo absolutamente distinta.
Tal vez nunca vuelva a publicar una novela. Pero nunca voy a dejar de escribirlas. Mi próximo paso es apuntarme a Bellas Artes, para comprobar los tiempos de la pintura. Y porque tuve una novia artista de la que estuve muy enamorado y hacer el amor en su habitación repleta de olor a aguarrás, líquido secante y óleo es un recuerdo que nunca he conseguido borrar.
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