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En mi calle hay un coche muy pequeño, casi pigmeico, de una sola plaza y un color gris como de uniforme e indiscutiblemente feo. Es simple: no hay nadie a quien le pueda gustar. El caso es que está aparcado ahí desde hace meses y ... lleva la etiqueta de estar en proceso de retirada. Desconozco los plazos y protocolos, pero puedo asegurar que lleva muchos meses ahí con el afiche puesto. Lo cierto es que a fuerza de verlo me he encariñado un poco con él y hasta me da pena que se lo lleven. Antes estaba intacto, inastillado, pero ahora tiene roto el cristal de atrás y el polvo le forma flequillo en el de delante. Pese a todo, ya digo, uno mira el coche con ese cariño que solo se puede tener por las cosas pequeñas, como al alcance de la mano. Y es que es muy canijo, más que aquel de Los Inhumanos. Si en el Simca 1000 era difícil hacer el amor, en este ni te cuento.

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