Secciones
Servicios
Destacamos
Marcarse un piropo es un trabajo. Tanto, que al cabo del tiempo se colaron en la elaboración de lo que en estas tierras se conoce ... como trovo y en otras partes del sur como coplillas, hasta convertirse en parte sustancial de la cultura de la alegría. Los piropos, tan llenos de belleza y que siempre han sido el principio de la poesía amorosa, demuestran inteligencia emocional, destreza y sobre todo empatía.
Como en todos los trabajos serios, los piropos cuentan con artesanos que ennoblecen la tarea a la que se encomiendan, la de arrancarte una simple sonrisa. Y como en todos los trabajos, el piropo también cuenta con un intrusismo infumable al que siempre debemos responder con un ensordecedor silencio.
Pero de todo lo anterior pienso que lo más importante es la empatía. La capacidad de ponerse en la piel de otra persona que, por la razón que sea, no está pasando el mejor de sus días y a la que puedes ayudar ofreciendo una mano amiga, una mano cómplice que la acompañe aunque solo sean unos pasos. La empatía funciona como llave maestra para conseguir las sonrisas que tanta falta nos hacen.
Si tienen claro que es un trabajo, deben informarse al respecto. Las bibliotecas están llenas de obras que les ayudarán a hacer buenos piropos, practiquen en casa con gente de confianza y refinen su arte hasta el punto de poder hacerlo en público sin temor a un tomatazo, que dice la sabiduría común que todos tenemos un poeta dentro.
Apliquen, inventen, imaginen... sean valientes, pero sobre todo, empatía para darle color a la vida. El objeto del piropo es alegrarle el día a los demás, no a ustedes. Ese es el premio.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.