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Hace ahora justo un año me fui a vivir a un pueblo. Tras pasar el confinamiento encerrada en un piso sin balcón, decidí hacer las maletas y mudarme a una casa con jardín como una secuela más del coronavirus. Mi salud mental ha agradecido el ... aire libre, la luz del sol y la calidad de vivir en las afueras. Han sido unos meses de despertar con el canto de los pájaros y disfrutar leyendo en el jardín con las últimas luces del día. Todo ha sido paz y tranquilidad hasta este verano.

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