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Todos los días llega a mi mail un correo de una agencia de viajes tentándome con ofertas de vuelos baratos y yo, que lo leo con los datos del rebrote en un mano y el orfidal en la otra, pienso que como sigamos sin ponernos ... las mascarillas el sitio más lejano que voy a conocer este año va a ser Lobosillo.
El verano pasado mi amiga Mar y yo decidimos pegarnos el viaje de nuestras vidas. El sitio elegido fue la Costa Oeste de los EE UU. En nuestra cabeza sonaba espectacular, y ya nos veíamos a lo Thelma y Louise en un Thunderbird del 66 recorriendo las interminables carreteras norteamericanas a la búsqueda de nuestro Brad Pitt particular. La realidad se encargó de ponernos en nuestro sitio y convertirnos en Anselma y Luisa, más parecidas a Paco Martinez Soria con el cartón de huevos y la gallina que a Susan Sarandon y Geena Davis.
Peor éxito tuvimos el año anterior que estuvimos en Estocolmo con la esperanza de que algún Dios nórdico se fijara en nosotras. Pensamos, bendita inocencia la nuestra, que siendo morenazas españolas seríamos algo exótico entre tanta rubiez y tendríamos nuestro público. Pues no nos miraron ni a la cara, y eso que nos contuvimos y no fuimos a lo Jose Luis López Vázquez persiguiendo suecos, de manera desmedida al menos no.
Este año toca ser responsables y quedarnos en casa, mientras tanto voy a abrir el mail de las tentaciones y buscar algún chollo para ir a New York en 2021, si es que Trump nos quiere dejar pasar para entonces, aunque para muros ya tengo yo el de las lamentaciones propias y ajenas que es mi vida.
Háganme un favor y sigan las recomendaciones sanitarias porque como haya otro confinamiento, díganme qué hago yo tres meses en Lobosillo.
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