Agua que no has de beber

Las nuevas modas culinarias se basan en cocinar lo que no se puede comer, como algas o bichos, y en decirnos tontás tipo «hay que volver al origen» o «explorar nuevos horizontes». Igual que cuando te venden un frigo o un coche. Con estas satánicas excusas se cargaron los gintonics hasta el punto de transformarlos en ensaladas, ahora lo están intentando con el café si no lo han conseguido ya. Pero antes de eso nos metieron con el calzador de la leyenda oriental que el pescado crudo está buenísimo o que un chimichurri de soja te aliña el plato que tú quieras. Ya me vienen las arcadas.

Hay más herejías, como la de renunciar a echarle limón a las patatas de sartén, que no de bolsa, afirmar que las pipas te acompañan una lechuga o la candidata a entrar en el nuevo Código Penal: renunciar a las comidas del domingo que nuestras madres y abuelas refinaron hasta la santidad y que son aglutinantes de las sobras de toda la semana, ustedes las conocen, aunque muchos trabajan para que las olvidemos: las pelotas, las croquetas o las empanadas.

Es cierto que en la variedad está el gusto y nuestra cocina mediterránea es una experta en mantener los equilibrios. Pero también es cierto que aprovechando esa variedad te puedes sentir libre de no echarle cebolla a la tortilla de patatas, como hace cierta columnista de los domingos de este mismo periódico. Pueden ustedes comprobar que hay gente para todo, la vida es maravillosa.