![susana Baca durante su actuación en La Mar de Músicas este jueves.](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/07/21/baca-kydF-U2008241479003GF-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Tenemos la costumbre, por no decir manía, de pensar en mayúsculas cuando hablamos de excelencia. Quizá por la solemnidad que atesora su sonido o por la fuerza con la que resuena escrita sobre un folio en blanco, la relación es inmediata y los callejones de ... la grandilocuencia empiezan a captar la atención con su atractivo silbido. Sin embargo, sucede que a veces, probablemente cuando menos se piensa en ello, lo excelso aparece sin hacer ruido, esquivando las balas del artificio, ceñido a la contención, rendido a los contornos del silencio y alejado de cualquier tipo de truco que invite a la sospecha del golpe bajo. Las pistas para detectarlo residen en aquello para lo que, afortunadamente, no existen palabras, es decir, en las entrañas y el corazón. En la lágrima fugitiva que roza las mejillas hasta alcanzar la sonrisa enamorada. En los ojos clausurados que aprenden a mirar al cielo. En el pecho del que brotan navíos y veranos. En la poesía, distinguida y cautivadora, que transforma el aire del lugar. En las canciones que engalanan lo cotidiano, acarician los sentidos y capturan el infinito en segundos. En los nudos que nacen y se deshacen en la garganta. Y en figuras como las de Susana Baca y Silvana Estrada, talentos únicos para hacer que estos prodigios parezcan fáciles de lograr y grandes protagonistas de la séptima jornada de esta Mar de Músicas.
Antes de la sucesión de hallazgos que se sucedieron en estos conciertos, el jueves dio comienzo bajo una desafiante humedad, factor omnipresente en esta vigésimo octava edición, con Ruto Neón, grupo murciano liderado por el gran Bruno Laencina que llegaba al festival para presentar 'Reset', su notable debut. Con un muy buen sonido, en formato dúo y transmitiendo la energía distintiva de la psicodelia más accesible y atractiva, la banda ofreció un concierto muy disfrutable donde brillaron con luz propia temas como 'Madrid', 'La reina del Nilo' o 'El principio del final', la pieza más redonda del lote. Un prometedor inicio que finalizó con el mismísimo Laencina lanzándose al agua del puerto de Cartagena pocos minutos antes de que diera comienzo el concierto de Ruth Mahogany y su ARB Music Band en la plaza del Ayuntamiento, lugar donde el público siempre marca la diferencia con su contagiosa predisposición al regocijo. Si a esas ganas irrefrenables de divertirse del respetable se le suma una propuesta con un brío como la que ofrece la formación nigeriana, el encendido de la chispa resulta tan inevitable como inmediato. Desde la implicación de un fantástico conjunto de músicos hasta la presencia escénica de Mahogany, todo se movió sobre los vivificantes pilares del alboroto.
A continuación, en el patio del antiguo CIM, llegó, al fin, Susana Baca. Si bien es cierto que la hemos podido ver estos días asistiendo a varios conciertos del festival, había ganas de que esta artista fundamental del folclore latinoamericano se subiera al escenario para deleitarnos con esa voz privilegiada a la que el tiempo solamente ha sumado matices y (todavía más) elegancia. Apoyada sobre una maravillosa banda y un repertorio de muchos quilates, la peruana fue tradición y libertad, reflexión necesaria y sentidos abiertos, música en su estado más puro y relevante. Cada palabra dirigida al público se recibió como un regalo de sabiduría y conciencia, paréntesis que complementaron varias interpretaciones para enmarcar como las de 'Negra presuntuosa', una vigorosa 'Juana Azurduy' combinada con la 'Latinoamérica' de Calle 13, 'Molino Molero' y una 'Hasta la raíz' dedicada a los jóvenes que perdieron la vida por la democracia en Perú. Con ella llegó la calma. La belleza. El respeto. La admiración. La reivindicación. La humildad. La memoria. Y la serena grandeza que reside Susana Baca, eterna diva y principal responsable de uno de los mejores conciertos de esta edición.
Y así, levitando, llegamos hasta el Auditorio Paco Martín del Parque Torres para recibir a Silvana Estrada dos años después de su primera visita al festival. Antes de situarnos en el presente, conviene recordar que su actuación en 2021 fue una de las mayores y más felices sorpresas vividas en La Mar de Músicas durante los últimos años. Palabras mayores. Un descubrimiento que se mantiene desde entonces en la retina de quienes tuvimos la enorme fortuna de experimentarlo y cuyo impacto resonó con más contundencia debido al contexto pandémico en el que nos encontrábamos sumidos por entonces. En ese sentido, aquella inolvidable tarde en el CIM sirvió para sanar las heridas y calmar la zozobra, generando múltiples bolsas de oxígeno en forma de lindas canciones que no han dejado de cumplir su cometido desde entonces. Por eso, el reencuentro con la artista mexicana estaba marcado por un aura especial. La revelación había sido sustituida por la expectativa y la curiosidad por la impaciencia, pero nada de eso importó cuando Estrada apareció frente a la multitud y detuvo el tiempo. El hechizo era evidente y no dejó de deslizarse entre las butacas del lugar con una fascinante sutileza. Ya fuera con la ayuda exclusiva de su guitarra y hermosísima voz o arropada por su sensacional banda, la cantante y compositora veracruzana dejó instantes de belleza aplastante como 'Los días'; 'Carta'; 'Brindo'; 'Porque existo', ¿cómo no sentir debilidad por las canciones de amor si existen algunas de esta hondura?; las impecables versiones del 'Tom's Diner' de Suzanne Vega y 'Clandestino' de Manu Chao; la coreada despedida con 'Tenías que ser tú'; o una estremecedora 'Marchito'. Menuda habilidad tan extraordinaria la de Estrada para acogernos entre los versos de su música, mecernos y cantarnos al oído, cobijarnos de las estaciones marchitas con su encanto, evaporar la niebla que ciega, susurrar el eco de lo que fuimos, alumbrar los caminos estrechos de la oscuridad y reinventar el sentido de la emoción a cada nota. Ojalá no tarde demasiado en volver a este mar que siempre la estará esperando con los brazos abiertos y el alma agradecida.
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