![Jacob Collier, en su concierto de La Mar de Músicas.](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202207/24/media/cortadas/collier-kicC-U1708093581280zH-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Ahora que llevamos tantos días y recuerdos compartidos, gracias por estar al otro lado y darles todo el sentido, os confesaré algo. A todos y cada uno de los conciertos a los que he tenido la enorme suerte de poder asistir en esta vigésimo séptima ... edición de La Mar de Músicas, un total de cuarenta y uno, me he llevado una pequeña libreta donde trataba de ir plasmando algunas ideas sueltas con las que empezar a dar forma a estos textos. Se trata de intentar capturar imágenes que sobrevuelan el ambiente generado por público y artista en cada directo, dar con el punto de partida que convierta en caricia del alba la escritura a las altas horas de la madrugada, identificar entre el éxtasis general ese pequeño detalle que, en cierto modo, lo explicara todo, incluyendo lo inexplicable. Frases inconexas pintarrajeadas en una hoja de papel que terminará convertida en pequeñas piezas de un efímero puzle pero que, cuando la inmensidad del fondo blanco alza sus garras, se descubre como el más fiable de los salvavidas.
Artistas: Goblin Circus/Vera Fauna/Rosario La Tremendita/Jacob Collier/Letón Pé
Dónde y cuándo: Real Club de Regatas/Plaza del Ayuntamiento/Patio del antiguo CIM/Auditorio 'Paco Martín' del Parque Torres/Castillo Árabe
Calificación: Notable/Correcto/Bueno/Excelente/Correcto
Pues bien, a lo largo del directo de Jacob Collier en el Auditorio 'Paco Martín', incomparable lugar del que ya empezamos a echar de menos hasta sus exigentes cuestas, fui incapaz de tomar nota alguna. De hecho, olvidé por completo la existencia del citado bloc, perdiendo a mi fiel compañero, un lápiz que llevaba días pidiendo auxilio al sacapuntas, por culpa de (o gracias a) un abrumador torbellino de música en su estado más auténtico y excitante. Con tan solo veintisiete años, cifra que se transforma en puro impacto cuando se observa desde el asiento su desbordante genialidad, el británico es una fuerza de la naturaleza que se libera sobre el escenario como el más contundente de los tornados, el más fiero de los rugidos o el más emotivo de los susurros. Rodeado por multitud de instrumentos que maneja con precisión maestra y una banda pletórica en todos los sentidos, el joven artista ofreció en Cartagena un espectáculo inolvidable donde cada uno de sus movimientos se vivía desde la expectación, el asombro y, finalmente, la merecida ovación por parte de un público que jugó, jugamos, un papel fundamental en el desarrollo del concierto. Y es que, en multitud de ocasiones, Collier utilizó nuestras voces para construir monumentos armónicos de belleza inabarcable, haciéndonos así partícipes de una proeza artística que nace de su mente inquieta y desemboca en experiencia grupal.
Ya fuera desde la sublime elegancia de 'Feel', 'In too deep' o la impresionante 'Hideaway', acompañado exclusivamente de su guitarra ('The sun is in your eyes'), depurando el mejor funk con 'Time alone with you' y 'All i need', ambas excelsas, o firmando memorables versiones de 'Can´t help falling in love', 'Blackbird' como precioso cierre o un 'Lean on me' para guardar eternamente en la memoria, el británico, algo similar a un caos perfectamente ordenado materializado en genio absoluto, fascinó sin reservas, dejando su imborrable huella en un festival donde su nombre ya está escrito con letras de oro.
Más allá de la clase maestra de música impartida por Collier, esta novena jornada dejó otros momentos dignos de ser destacados como el concierto de Rosario La Tremendita, artista sevillana que iluminó con un arrebato de talento cada esquina del Patio del Antiguo CIM. Un magnífico recital de flamenco de corazón tradicional pero movimientos traviesos que se elevó gracias al equilibrio entre unos arreglos cercanos al jazz rock y la penetrante voz de la artista, animal escénico que hizo de las apasionadas interpretaciones de temas de la talla de 'Oye mi voz', 'Sueños y mentiras' o 'Abuelería', joya de la corona, la más palpitante de las excusas para dejarse llevar.
Una notabilísima velada que llegaba precedida por las actuaciones de Goblin Circus y Vera Fauna, protagonistas respectivamente del primer y segundo concierto de la jornada. Siguiendo el orden cronológico, la banda local, ganadora en 2021 del Creamurcia en la categoría pop-rock, entregó uno de los conciertos más redondos vistos este año en el escenario 'Somos de aquí'. Con fuertes influencias del rock de esencia setentera tanto en el sonido como en la estética, el grupo arrasó el Real Club de Regatas con un directo lleno de potencia, guitarrazos, teclados lisérgicos y riffs incendiarios. Al comienzo de su actuación, advirtieron que nadie se iría de allí sin terminar convertido en un 'goblin' más, y desde luego que lo lograron con trallazos de las dimensiones de 'I need a shower', 'Glass of milk' o 'Coche eléctrico', su primera canción en español, una descarga punk de alto voltaje. Sencillamente brillantes.
Asimismo, los andaluces Vera Fauna desplegaron en la Plaza del Ayuntamiento un repertorio de psicodelia de la vieja escuela patria, tan reconocible en sus cálidas formas como en su accesible complejidad. Un concierto con puntuales destellos melódicos de primer nivel como 'Candelaria' y 'Los naranjos', pero con un balance final más cercano a lo disfrutable que a lo memorable. Algo parecido a lo que ocurrió con Letón Pé en el Castillo Árabe. Y es que, quizá por el shock en el que nos manteníamos tras el huracán Collier, su directo nunca terminó de conectar más allá del tímido seguimiento de algunos de sus temas más eficaces como '¿Pa qué?' o '¿Kik tú bebe?'. Correcto a secas.
Y así cayó el telón de esta edición de La Mar de Músicas donde el conjunto de reencuentros, abrazos y conversaciones a sonrisa abierta que quedó pactado el pasado año se cumplió con merecido entusiasmo. Porque eso es lo que deja siempre el epílogo de este festival único e insustituible, la sensación de haber estado compartiendo con multitud de rostros, tanto familiares como desconocidos, un sueño de mirada abierta, de descubrimiento constante e ilusión desatada. Y la huella de sus sonidos en las calles y avenidas, el murmullo de sus ritmos por las plazas, la belleza de sus propuestas en los cuarteles, la bandera de sus emociones en los castillos y la brisa de su energía en las aguas de un puerto que termina abrazando cada esquina de la ciudad. El tiempo ya ha empezado a pasar de otra manera, más despacio y silencioso, y el paisaje comienza a tomar las formas del espejismo, pero nos quedan nuevas y numerosas postales de La Mar que depositar en nuestro particular cofre del tesoro, ese espacio reservado a las cosas que realmente importan. El lugar donde lo indescriptible se revela como la meta soñada de la tinta. Los recuerdos a los que regresar con la ilusión intacta cuando los paréntesis se vistan de temporal. Ya hemos empezado a volver. Y volveremos. Hasta el año que viene, querida Mar de Músicas.
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