Se conocieron en 2022. Laia Blasco (soprano) y Juliette Commeaux (arpa doppia) coincidieron en la 'Acadèmia' de jóvenes intérpretes de la música antigua que organiza ... el grupo valenciano de música antigua Capella de Ministrers. Conectaron y decidieron formar un dúo. El Concierto Secreto es su primer proyecto conjunto. Esta noche, a las 22.00 horas, en la plaza de la Iglesia de Librilla –entradas: 5 y 10 euros–, interpretarán el programa 'Las monjas músicas'. Todo un homenaje a las monjas músicas del siglo XVII de Italia y España.
–¿Qué les llevó a crear El Concierto Secreto?
–Nos conocimos y conectamos bien. Nuestro primer interés fue tocar juntas, el segundo interés, la música de este repertorio y, sobre todo, el repertorio de disminuciones, que son las improvisaciones vocales y también instrumentales que se hacían al final del siglo XVI y al principio del siglo XVII. Nos interesa mucho este tipo de disminución, tanto la italiana como la francesa –por cierto, estamos preparando un segundo programa dedicado a la música francesa y sus disminuciones–. El primer programa lo queríamos dedicar a las mujeres que han estado olvidadas en el pasado. Estudiando, descubrimos que muchísimas mujeres habían desarrollado su actividad profesional como músicas dentro de los conventos, tanto en España como en Italia.
–¿Cómo eran las monjas músicas a las que homenajean?
–Una cosa muy curiosa que pasaba es que estas mujeres, aparte, obviamente, de llevar toda la música de la liturgia, cuando había grandes fiestas o solemnidades muy concretas, a veces las músicas que ellas cantaban tenían mucho que ver con lo que se estaba haciendo en la calle, es decir, las modas fuera de la iglesia. Por ejemplo, en España había muchísimas canciones que eran muy populares con letras bastante picantes que se transformaban a lo divino. Ellas se encargaban de hacerlo en el convento, allí cambiaban las letras. Se sabe que esto sucedía por algunas cartas de monjas a sus profesores.
–¿Qué caracterizaba a las italianas?
–En Italia eran muy virtuosas en improvisación vocal y buscaban lucirse mucho. Era la moda de la época, el nuevo estilo de canto que rompió con el estilo renacentista. Como ejemplo, tenemos a Chiara Margarita Cozzolani y 'O Jesu meus amor', una pieza muy moderna y virtuosa.
–También incluyen a hombres compositores en el programa.
–El programa lo articulamos con diferentes compositores. Es destacable Gracia Baptista, la primera mujer española en ser publicada. Su nombre apareció en el recopilatorio de piezas de Luis Venegas de Henestrosa. Además, sabemos que era monja. También hay compositores masculinos porque hemos querido crear una especie de resumen sonoro de lo que estaría sonando en la época y, de alguna forma, esto era lo que nutría también a las compositoras monjas. En el programa tenemos un gran cuerpo de piezas religiosas, pero también otras profanas que estaban de moda. Queríamos rendir homenaje a la manera de trabajar de esas mujeres.
–¿Continúan apareciendo obras de este periodo?
–Sí. Hay un montón de conventos que, por casualidad, tienen música más valiosa de lo que creen y no lo saben. Hay que seguir investigando porque, de repente, dentro de unos cuantos años, y pueden ser muchos como pueden ser pocos, nosotras u otro ensemble o estudiosos o musicólogos pondrán nombre y apellido a composiciones de mujeres. Ojalá siga pasando durante mucho tiempo y ojalá cada vez más conventos abran las puertas y muestren lo que tienen para que se pueda estudiar.
–¿En qué zonas de España se han encontrado más obras?
–Han aparecido muchos escritos en Castilla y León y se conoce a alguna maestra de capilla del País Vasco. Por la zona central de España hay bastante documentación, pero creo que en todas las comunidades autónomas hay algo.
Intimidad
–Para interpretar las piezas de la forma más fidedigna posible, ¿las obras encontradas les aportan la información suficiente?
–Hay escritos que te indican las diferentes maneras de tocar y sabemos los instrumentos que se usaban. Por ejemplo, en España, uno de los instrumentos más usados, obviamente, es el órgano, que acompañaba en las misas, pero las monjas, durante sus ensayos o cuando cantaban ellas mismas se acompañaban de otros instrumentos como el arpa, porque era más fácil mover de un lugar a otro y no tenías que ir a la iglesia donde estuviera el órgano. El arpa se podía llevar a cualquier habitación, algo sobre todo útil en invierno, para poder tocar en estancias más pequeñas del convento. En España también estaba el bajón, un instrumento que, al parecer, se tocaba mucho. Nosotras, como somos arpa y voz, nos centramos mucho en el arte de la disminución en las piezas, lo que significa, técnicamente, cantar las piezas con muchas notas por minuto, muy rápido, algo que conlleva su dificultad. Estamos centradas en que la sonoridad sea muy íntima.
–¿Será el de Librilla un concierto sorprendente para el público?
–Sí, porque creo que el público no se va a esperar que la música vocal sea tan virtuosa. Además, mucha gente puede pensar que la música religiosa necesita un espacio sonoro concreto y diferente al que se va a encontrar en Librilla.
–¿Usted cuándo se empieza a interesar por la música antigua?
–Me ha interesado desde siempre porque en mi casa se ha escuchado mucha música folclórica. A mis padres les gusta muchísimo la historia y siempre hemos tenido en casa revistas de historia y hemos visitado muchos museos. Me han inculcado ese interés. Casualmente, toqué la flauta de pico en el conservatorio, que es un instrumento muy relacionado con la música antigua, y mi maestra me motivó muchísimo. Fue algo muy natural. Después empecé a cantar y me dediqué más al canto que a la flauta.
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