![Marina Satti, durante su actuación, este miércoles en La Mar de Músicas.](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/07/25/1484070479-k02C-U220811345065xaE-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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El escenario no engaña. Nunca. Y menos cuando se trata de contrastar el nivel de una revelación. Sí, la figura artística que lo pisa puede llegar rodeada de grandes elogios, titulares pomposos, críticas excelentes y toneladas de expectación generada para impulsar el aplauso preventivo, pero, ... a la hora de la verdad, las tablas son las que dictan sentencia. Y alrededor de ellas solamente queda el ruido, la visión voluntaria de los espejismos y esa bruma densa y soez que emborrona la distancia entre la expectativa y la realidad. Resumiendo, e incidiendo en la obviedad, hay que ver (y escuchar) para creer y valorar.
En ese sentido, la jornada gratuita de la vigésimo novena edición de La Mar de Músicas nos enfrentó en cada una de sus cinco citas al siempre atractivo reto de comprobar en vivo si las promesas de presente y futuro que acompañaban a sus respectivos protagonistas resplandecían con un fulgor justificado. Y la respuesta quedó registrada con rotundidad en todos y cada uno de los casos.
Surcando los océanos del triunfo, el cual rayó la condición de incontestable, encontramos las propuestas de Marina Satti y Electric Litany, quienes ofrecieron los directos más redondos del día. Y debemos volver a la teoría de la fiabilidad extrema del escenario para empezar hablando de la cantante y compositora griega, puesto que se apoderó del mismo de inicio a fin, llenándolo y coronándolo con inusitada soltura. De hecho, es bastante probable que mientras leéis esta crónica siga haciendo la digestión después de haberlo devorado de semejante manera.
Ayudada por el fervor de una plaza del Ayuntamiento llena hasta la bandera y dispuesta a arder al compás de su repertorio, la artista se alzó en Cartagena con la forma exacta de las estrellas. Tanto si venías de casa tarareando los notables temas de 'Yenna' y 'P.O.P.', sus dos trabajos discográficos, como si tu conocimiento sobre su carrera se basaba exclusivamente en la escucha reiterada de la eurovisiva 'ZARI', tema que sonó como apertura y cierre del espectáculo, es bastante probable que el huracán Satti te pasara por encima con idéntica fuerza. Y que te tuviera danzando sin parar sobre la misma palma de su mano.
Combinando sonoridades griegas, balcánicas y árabes sobre el tapete más fibroso del pop urbano y la tradición, la ateniense entregó un concierto compacto y poderoso con el que, por si faltaba algo, también ganó cualquier tipo de hipotética batalla contra el prejuicio. Victoria completa.
A continuación, los componentes de Electric Litany nos esperaban en el patio del antiguo CIM para mantener activada la electricidad que recorría nuestras venas, pero, eso sí, de una forma completamente distinta. Lo suyo se aleja del pálpito vertiginoso y festivo de su compatriota y se focaliza en dejar que sea la propia canción la que se vaya desarrollando desde una aparente calma y suavidad hasta desembocar en un vendaval de épica emocional que te deja al borde del asiento, con el corazón en un puño, la boca abierta y la piel erizada. Ese es el comprensible efecto que provocan composiciones tan sobresalientes como 'Window', 'Sealight', 'Home', dedicada a Federico García Lorca, 'Bedroom', preciosa, o la sobrecogedora 'Α Time (Never be late)', una de esas canciones que hacen que te enamores de una banda para siempre. No aparecían en ninguna quiniela, lo cual reforzó el flechazo, pero lo de Electric Litany en Cartagena fue un memorable monumento al post rock de ojos melancólicos, latido penetrante y pulso de hierro. El mejor concierto del día. Y uno de los grandes descubrimientos que nos ha dejado la edición hasta el momento.
Previamente, en la primera cita de la jornada, la cantautora e instrumentista Daniela Pes compartió con el citado conjunto su querencia por facilitar que los temas vayan alcanzando su propia intensidad de manera progresiva, sin agitarlos ni forzarlos. Así, la propuesta de la joven artista italiana nace desde la tensión de la canción intimista para acabar en la visceralidad y las tripas de la electrónica. Y es justo ahí, en los disparos finales, donde se encuentra la mayor de sus virtudes.
Si había dos incógnitas planteadas en mayúsculas en esta edición de La Mar de Músicas, principalmente por, a priori, estar situadas a años luz de lo que el festival suele proponer año tras año y, por lo tanto, desconocer la manera en la que funcionarían dentro de su hábitat, esas eran las que acompañaban a Ralphie Choo y Rusowski, dos artistas alejados de cualquier tipo de etiqueta.
De acuerdo, podríamos dedicar un párrafo completo a enumerar y detallar los distintos ecos estilísticos que cohabitan en sus canciones, del techno al 'bedroom pop', pasando por el rap, flamenco, free jazz o R&B, pero ni siquiera así nos acercaríamos a descifrar la clave que hace que el trabajo de ambos funcione del modo en el que lo hace.
Hay algo hipnótico en su descontrol, en el aparente caos, en la celebración de lo imprevisible. Hay algo fascinante en tratar de entender lo que sucede a tu alrededor y averiguar las claves del fenómeno que enciende las alarmas del éxtasis colectivo. Y, desde luego, hay algo valioso en la música de los dos grandes protagonistas del multitudinario concierto celebrado en la explanada del puerto.
Daniela Pes, plaza del CIM Bueno
Marina Satti, plaza del Ayuntamiento Notable
Electric Litany, Patio del Antiguo CIM Excelente
Ralphie Choo & Rusowsky, Explanada del Puerto Muy bueno / Bueno
Por un lado, la práctica totalidad de las virtudes de Choo se situaron en un magnífico segundo tramo de actuación donde, tras celebrar el folk con un fantástico tema inédito, encadenó sin descanso 'Whipcream', 'Voycontodo', 'Máquina culona' y 'Rookies'. Una traca final tan irresistible que hizo que se nos pasara (y olvidara) la frialdad con la que se movieron los primeros compases de un concierto que, finalmente, voló alto.
Respecto a Rusowsky, aunque su espectáculo no alcanzara el nivel dejado por su compañero, destacó la destreza con la que combinó temas como 'Brujita', ejemplo de coqueteo entre la electrónica más sucia y la cumbia, con arrebatos de ternura acústicos tan eficaces como 'Loto', sin dejar por ello de lado una serie de composiciones que inyectaron toneladas de adrenalina en las venas de la madrugada. Puede que no cuente con un repertorio demasiado complejo ni sorprendente, pero, dentro de sus parámetros, funcionó y convenció con cierta holgura.
Y así quedó resuelto el misterio y borrados los interrogantes. Gracias a artistas de esta valentía, sensibilidad e inquietud artística, el panorama musical español se está agitando, transformando y girando hacia nuevos y excitantes paisajes. Y estamos preparados para seguir recorriéndolos desde la curiosidad, la emoción y, por supuesto, La Mar de Músicas.
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