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Comer por el centro de La Unión estos días de Festival puede convertirse en una aventura entre divertida e irritante. Hoy lo he conseguido, y muy bien, con Klaus, el sueco (pero que no se hace nada el sueco, todo lo contrario). Todo esto venía ... a cuento porque se nos ha ido Jesús, el de la bodega Lloret (larga vida, memoria del cante, de Pencho Cros). Ahora a esa bodega no hay quien entre de repleta que está siempre, pero hasta hace unos años a la hora del aperitivo el viejo local estaba más tranquilo.
Entrabas y Jesús, que jugó en el Levante y hasta un poco en el Barcelona, nos daba y le dábamos palique, te tomabas el rico vermut y unas anchoas y todos felices. Jesús tenía sus rarezas. Hace unos años publiqué un artículo que hizo mucha gracia. Contaba yo entonces que el humor de los mercados era cambiante. Lo que un día te había costado en la Bodega diez euros al día siguiente costaba treinta. Si ante esa precipitada subida mostrabas tu perplejidad, Jesús, con gracia, lo justificaba con la inesperada subida del precio del perejil, y eso ya lo justificaba todo: la caída de la Bolsa de Pekín, el ascenso de Trump y la entrada triunfal de Puigdemont por Port Bou, donde se nos murió, ay, Walter Benjamín.
Bueno, estas cosas nos pasan a los que queremos ir a lo seguro, a comer bien. A la Bodega o al centenario Vinagrero, donde reina Fernando pero labora Mamen. El Vinagrero es la catedral, pero, claro, últimamente las sorpresas vienen por otro lado: un día hay un cartel que dice: «Aforo completo, otro día no hay barra., otro día solo llegas a tiempo de una caña veloz. Yo soy un privilegiado, Fernando me mima. Incluso en esos días de todo lleno a mí me cuela, pero eso sí, me pide que me esconda debajo de una mesa o dentro del frigorífico para que no me vean los demás desde la calle y quieran entrar.
Pero siempre nos quedará el Nuevo Museo, que visito desde hace más de treinta años. Cocina casera, honrada y sana. Tres generaciones lo contemplan. Eso sí, tienes que bajar la cuesta hacia la calle Real y luego subirla hacia la calle Mayor. Lo demás, en el centro de La Unión, ya se sabe lo que es: magra con tomate, 'Fronterizos' y alguna salchicha vuelta y vuelta en la plancha,y eso no hay quien lo resista durante diez días, que uno tiene una edad y la tripa se acaba soltando.
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