Buenas señales

Este año han regresado –hemos– muchas de esas personas. Quizá, porque los nuevos responsables de la dirección y del ayuntamiento han tenido la gentileza de invitarnos de manera explícita. Pero cuando hablo de ambiente no me refiero solo a los profesionales, sino al ambiente general.

Veo a muchos más jóvenes. Durante los años ochenta y noventa hubo una irrupción de las movidas, a las que, de pronto, les atraía el flamenco, sobre todo por la aparición de Miguel Poveda, ganador del festival en 1993. Fueron unos años más o menos felices. Pero poco a poco, los jóvenes y los modernos fueron de nuevo desapareciendo, aunque nunca del todo, claro. Pero quiero ser justo: ese pequeño milagro ambiental no ha podido producirse porque los nuevos rectores hayan revolucionado todo. No han tenido tiempo, apenas llevan un mes en activo.

Han aumentado, eso sí, la agenda cultural, pero la programación de galas y concurso pertenece a la Corporación anterior. Será el año que viene cuando se note la mano de los nuevos. Tal vez ha sido casualidad, o quizás la gente ha venido con curiosidad a comprobar qué había de nuevas tras el cambio político en el ayuntamiento. Puede que mi visión se deba solo a que este año me duele un poco menos la cabeza. ¿Quién sabe? De momento hay buenas señales, ojalá que se confirmen y este festival vuelva a recuperar el prestigio que estaba perdiendo. La pendiente era obvia, aunque no se reconociera.