¿Se apaga una Estrella?

Debo decir que por momentos daba pena. Bueno, mejor habría que decir que daría pena si no fuese por el abultado caché que suele cobrar. En el flamenco ocurren estas cosas, un artista tiene un catarrazo que no puede ni hablar, sale al escenario, no canta apenas, y se justifica porque «tengo la garganta mal», ya saben ustedes, esos oportunos resfriadillos. Pues muy señor mío, si no está para cantar, no cante y no cobre su caché y no estafe al público y a la empresa que le contrata.

Teresa Berganza, en el campo de la ópera, pongamos por caso, si sufría un leve resfriado dos semanas antes de una actuación, le faltaba tiempo para enviar un parte médico al teatro suspendiendo la actuación. Eso sí, renunciando a su notable caché. El mundo es así, que diría Baroja. Bueno, cada mundo es un mundo, el del flamenco por un lado y el de cualquier otro espectáculo por el otro.

El idioma familiar de Jesucristo era el arameo, y en ese idioma pronunció sus últimas palabras en la cruz. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», o «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Padre, en arameo se dice abbá, que literalmente significa «papá». O sea, Jesucristo clamaba: «papá, papá», ¿por qué me has abandonado?

Estrella Morente es una buena cantaora, gran artista que siempre llena el escenario con su presencia. Nunca ha sido «Paparotti» (ay mi Chano), pero sí una buena artista. Espero que lo del martes en La Unión fuese un mero accidente temporal, pero algo huele a que el tema es más profundo y serio: una galopante y preocupante pérdida de voz. Que Dios (papá, abbá) nos coja confesados.