![Silvia Pérez Cruz, María Gadú y Liliana Herrero, este viernes, durante su concierto en La Mar de Músicas.](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/07/22/Imagen10).jpg)
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No os voy a engañar, el cansancio empieza a hacer mella a estas alturas de festival. Desde su inicio el pasado catorce de julio, son ya treinta y cuatro los conciertos que hemos tenido la oportunidad de disfrutar, exceptuando la sonada y decepcionante cruzada contra los móviles protagonizada por Calamaro ... , en una vigésimo octava edición de La Mar de Músicas marcada, en el ámbito meteorológico, por una humedad asfixiante que potencia la fatiga, convierte en pegajosas las ideas y trastoca con su mirada ardiente las manos que recorren la inspiración.
Se trata de un inconveniente que, por supuesto, pesa infinitamente menos que la pasión por seguir tratando de describir con palabras los numerosos momentos musicales para el recuerdo que se están viviendo en la ciudad de Cartagena durante estos días, pero resulta imposible negar el temor que se siente ante una hipotética victoria del agotamiento cuando toca dialogar con la página en blanco. Una incertidumbre con escalofríos que, sin embargo, queda completamente anulada cuando recae sobre ella un vendaval de generosidad, talento y emoción tan grande como el que presentó el encuentro de Silvia Pérez Cruz, Liliana Herrero y María Gadú sobre las tablas del Auditorio Paco Martín del Parque Torres.
Enmarcado en la noche de LA VERDAD y bajo el título de 'Territorios', el concierto de estas tres voces únicas de, respectivamente, España, Argentina y Brasil, países hermanados durante cerca de dos horas bajo la luna de la delicadeza, fue como sumergirse en un mapa infinito de calma y elegancia, ternura y distinción, maestría y amistad, aprendizaje y amor. Un viaje para el que no se necesitó más brújula que la atención y la complicidad, puesto que los múltiples caminos en forma de clásicos propios y ajenos de terciopelo y jazmín deslumbraron con la luz propia de las quimeras tangibles.
Artistas Fernando Rubio & The Inner Demons / Karmento / 'Yo no canto por cantar. 50 años sin Víctor Jara' / Silvia Pérez Cruz, María Gadú y Liliana Herrero / Afrotronix
Lugares Plaza del CIM / Plaza del Ayuntamiento / Patio del antiguo CIM / Auditorio Paco Martín del Parque Torres / Castillo Árabe
Calificación Notable / Notable / Sobresaliente / Sobresaliente / Muy bueno
Con una distribución perfecta de tiempos, así como con un espíritu admirable de cooperación y entendimiento al que se sumó gustoso el guitarrista Pedro Rossi, las enormes artistas convirtieron el escenario en una oda constante a la canción, haciendo suyos temas que llevan toda la vida acompañando aventuras cotidianas, decepciones y victorias, retiradas y reencuentros, saltos al vacío y podios de cartón, olvidos y recuerdos.
Así, sonaron de manera portentosa canciones infinitas como 'Giros' de Fito Páez; 'La sixto violín' de Raúl Carnota; 'Baby' de Gal Costa; o una apabullante 'Pequeño vals vienés', adaptación de la eterna 'Take this waltz' de Cohen, que terminó recibiendo una más que merecida ovación en pie. Un repertorio de extraordinario nivel que, además, fue interpretado a la perfección tanto en el estruendo dramático de Herrero como en el suave roce que habita en las almas artísticas de Pérez Cruz y una especialmente soberbia Gadú cuya 'Axé acappella' bien merece ser destacada. Una velada para sanar, abrazar, recuperar y renacer a lomos de la belleza.
La piel de gallina fue una constante en el auditorio, pero ya veníamos con el nudo en la garganta fijado a raíz del memorable homenaje al eterno Víctor Jara que brindaron previamente un buen número de artistas sensacionales en un repleto patio del antiguo CIM. Impulsado desde el festival con motivo del cincuenta aniversario del terrible asesinato del chileno, figura de relevancia capital en la historia de la canción de autor, el concierto transitó por los paisajes de la memoria y la reivindicación sin perder en ningún instante de vista su objetivo principal: plantar cara al olvido. Y ya se sabe que no hay nada mejor que la música para cumplir con tan admirable misión.
Del 'Paloma quiero contarte' de Luis Barría al 'Plegaria a un labrador' de Luis Pastor y Lourdes Guerra, pasando por 'El pimiento' en las siempre sensibles manos de Muerdo; el llanto inevitable con el 'Te recuerdo Amanda' de Valeria Castro; el encanto de 'Las casitas del barrio alto' con Isaac et Nora y 'Juan sin tierra' de Club del Río; o el temblor de 'El derecho de vivir en paz' con Emilia y Pablo, la cita recordó y nos hizo recordar que la libertad se teje con pedazos de presente, poesía y gratitud. La palabra de Víctor Jara resonando en cada horizonte de la ciudad.
Si hablamos del poder de la música para cambiar estados de ánimos, aumentar fuerzas y poner en pie a los días grises, resulta imposible no citar el espléndido directo con el que Fernando Rubio y sus Inner Demons abrieron esta penúltima jornada. Ya fuera mediante el nervio rock ('It won't take too long'), la luminosidad pop ('Meteor showers'), el vértigo funk ('Back on the move') o el sudor pantanoso del blues ('Self-Pity'), el cartagenero, uno de los gigantes de la música regional, brilló a una altura sobresaliente gracias a una colección de canciones sin fisuras, fantásticas versiones de Dylan, Stones y Ferroblues y la formidable química establecida con la guitarra de Joaquín Talismán, el bajo de Roman García, los excelsos teclados de Carlos Campoy y la siempre certera batería de Paco del Cerro, compañeros soñados para cualquier travesía. Impecables.
Por su parte, la albaceteña Karmento desplegó en la plaza del Ayuntamiento una propuesta en la que el folclore juega un papel fundamental, sí, pero sin ahogar al resto de elementos que conviven en un repertorio donde no faltan canciones realmente logradas como 'Danzar sobre la tierra','Esto no es una despedida', una celebradísima 'Quiero y duelo', o, sobre todo, 'La manchega de la azotea'. Una más que grata sorpresa.
En último lugar, a nivel cronológico al menos, hay que señalar que lo de Afrotronix en el Castillo Árabe cumplió con su condición de cierre rítmico y sorprendente con un espectáculo fascinante en lo visual, especialmente en lo que respecta a su estética futurista, e irresistible en lo sonoro. Electrónica, guitarras afiladas y una percusión demoledora. Así se recibe a la madrugada. Y ahora, si me disculpáis, me marcho a descansar con el corazón lleno de música. La gasolina más especial de todas las posibles para continuar amarrado a la tinta.
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