Ella y el arquitecto Carlos Abadía tienen cinco hijos: Carlos, María, Ignacio, Luis y Javier -que falleció, con 26 años, en 2007-. Nacida en 1954, licenciada en Filología Francesa por la UMU, ovolactovegetariana, católica, maestra de yoga -suya es la escuela Mar Menor-, dedica en ... pareja buena parte de su tiempo a la Asociación Amanecer, donde encuentran ayuda quienes han sufrido la pérdida de un ser querido. Su experiencia de vida es, para todos, una lección que te sacude los lamentos y te activa el deseo de no perderte ni uno solo de esos días que te reciben y se te ofrecen. No renuncia a un poco de mantequilla en la tostada integral de la mañana.
-Los orígenes.
-Somos diez hermanos. Mi padre era militar y de familia de militares; eran diecinueve hermanos. Mi marido también forma parte de una familia numerosa, catorce hermanos. Aquí en Murcia lo conocí, y aquí formamos nuestra propia familia: tenemos cinco hijos y cinco nietos.
-¿Qué niña fue usted?
-Muy alegre, muy activa; y una niña que, por circunstancias, tuvo que pasar unos años, desde los cuatro hasta casi los nueve, interna en un colegio de monjas de las que mejor olvidarse, aunque soy de las que piensan que se aprende mucho también de las malas experiencias. Allí echaba muchísimo de menos a mis padres y la alegría que siempre había en mi casa, con tantos hermanos y primos cómo éramos.
-La afición al deporte.
-Mi padre era muy deportista y a todos nos inculcó lo importante que era hacerlo; por su cargo, teníamos caballos asignados y los montábamos. También jugábamos al tenis, nadábamos, no parábamos quietos [ríe].
-El adiós del padre.
-Murió cuando yo tenía 13 años, uno después de fallecer mi hermano; el día de su entierro sufrió una hemiplejía facial, no pudo superar la muerte de su hijo. Mi padre era muy estricto, muy exigente y, al mismo tiempo, muy cariñoso con todos nosotros.
-La madre.
-Una bellísima persona, muy fuerte espiritualmente. Se quedó viuda con seis hijos -de dieciocho a siete años-, tras haber perdido a otro. Todos le agradecimos siempre que nos sacara adelante con tantísimo amor.
-
Un sitio para tomar algo con amigos
Si es con amigos, cualquier sitio me viene bien.
-
Una canción
'Le métèque', deGeorges Moustaki.
-
Un libro
'La muerte: un amanecer', de Elisabeth Kübler-Ross.
-
¿Qué consejo daría?
La vida es un regalo, no lo olvide.
-
Un epitafio
«Siempre estaré».
-
Un viaje inolvidable
India.
-
¿Le gustaría ser invisible?
No.
-
¿Qué es lo que más detesta?
La mentira.
-
Un baño ideal
Cabo de Gata, en Almería.
-
Un personaje histórico.
Isabel la Católica.
-
¿Tiene enemigos?
Creo que no.
-
Su momento del día.
El desayuno, una vez que antes me he tomado un vaso de agua templada y una fruta.
-¿De dónde sacaba las fuerzas?
-Las cosas que le pasaban las aceptaba con alegría, era una mujer que se reía de sí misma y que no nos transmitió ni amargura, ni tristeza. En el momento de su muerte nos dijo: 'No lloréis por mí porque me voy habiendo cumplido mi misión'. Tenía mucha fe, era religiosa pero en absoluto beata.
-Los sueños.
-Creo que, si luchas por ellos, se acaban haciendo realidad. Yo, que soy muy romántica [sonríe], ya de pequeñita soñaba con casarme y formar una familia. Lo deseaba y, al mismo tiempo, me fui rebelando contra esa educación que recibíamos las mujeres para ser abnegadas y estar, digamos, como un poco al servicio de los maridos; ese plan no me convencía nada [sonríe]. La verdad es que he sido muy feliz, y que si alguien me pregunta qué es lo más importante para mí o de qué me siento más orgullosa de cuanto he hecho en la vida, respondo sin duda que de haber sido madre de mis cinco hijos.
-¿Qué le cambió la vida ?
-El segundo de mis hijos murió de forma súbita con 26 años. Fue durísimo, pero no se me cayó el mundo encima. Me di cuenta de que yo tenía que seguir, pese a que se me desgarró el corazón y no sabía a qué agarrarme. Perder a un hijo es como si te vaciaran por dentro y, además, no tuvieras suelo donde apoyarte. Sentía que me habían arrancado una parte de mi corazón...
-¿Qué se dijo?
-Tengo dos opciones: o me quedo apartada en un rincón, a lo que tenía todo el derecho del mundo porque ese dolor de perder un hijo supera todo lo imaginable; o me digo que hay muchísimas madres y padres que se sienten tan desgraciados como yo, o incluso más porque tienen unas circunstancias de vida más duras. Pero, ¿qué puedes hacer? Yo hubiera dado sin pensarlo la vida por mi hijo, pero eso no pudo ser porque no está en nuestras manos controlarla. Así es que lo que toca es seguir, porque la vida es un regalo maravilloso y hay que seguir viviendo pase lo que pase; y si no lo haces por ti, hazlo al menos por él y por todos los demás.
-El hijo ausente.
-Era un chico increíble, deportista, sano, lleno de vida, alegre, licenciado en Educación Física, fisioterapeuta, con un montón de amigos... Un día, como hacía tantos otros, se fue a correr... y no volvió; murió de repente un 25 de octubre.
«El segundo de mis hijos murió de forma súbita con 26 años. Fue durísimo, pero no se me cayó el mundo encima. Me di cuenta de que yo tenía que seguir...»
-El consuelo.
-Una persona que fue paciente de mi hijo me regaló un libro del sacerdote italiano Arnaldo Pangrazzi. Me gustó mucho y le escribí. Lo conocimos en persona una vez que vino a Murcia y nos dijo a mi marido y a mí que, por la forma que teníamos de llevar la muerte de nuestro hijo, deberíamos formar una asociación para ayudar a otra gente que pasase por lo mismo. Empezamos a ayudar a otros padres... y en 2013 creamos la asociación; escuchamos, acogemos y comprendemos a padres cuyos hijos se han suicidado, o han sido asesinados, o han muerto por una enfermedad...
-Imposible olvidar.
-Hay gente que nos dice que somos masoquistas, porque según ellos estamos siempre dándole vueltas a la muerte. Pero no es cierto, no somos masoquistas, lo que somos es conscientes de que la muerte está a la vuelta de la esquina para todos. Además, por la experiencia que he tenido, yo no me quiero peder nada de la vida, y para mí cada día es único y un motivo para estar agradecida. ¿Mañana? Qué sé yo si voy a estar aquí. La vida es aprendizaje continuo, y también pérdidas y contratiempos que no podemos evitar.
-¿Y la rabia?
-Yo no la he sentido, pero sé por la experiencia de otros que es uno de los sentimientos que imperan en el proceso de duelo. También conozco a gente que piensa que ya no tiene derecho a vivir con alegría tras haber perdido a un hijo. Pero eso no es cierto, no lo es, yo pienso: '¿Qué querría mi hijo, verme en un rincón llorando o disfrutando de todo lo bueno que la vida te ofrece?'. Yo sé que mi hijo, a quien amo y admiro cada día más aunque no esté vivo, querría verme feliz.
Nadar, caminar...
-¿Qué le es de gran ayuda?
-Siempre he hecho mucho deporte, y eso es algo que tengo muy a mi favor. Ahora me dedico más a la práctica del yoga y a impartir clases en mi escuela, pero sigo haciendo deporte. Me sigue encantando nadar y caminar estando en contacto con la naturaleza. Tanto el deporte como el contacto con la naturaleza ayudan mucho. Y es fácil comprobarlo.
-El yoga.
-Su práctica te obliga a pararte y a reflexionar, te hace plantearte la vida de otra manera: sin tener que estar corriendo todo el tiempo y pensando que, incluso, pararnos es una pérdida de tiempo. En vez de estar siempre reaccionando a todo, reflexiona más y te sentirás mejor.
-¿Cuándo apareció en su vida?
-Hace 44 años. Lo descubrí y ya no lo dejé; incluso cuando mis hijos eran pequeñitos y yo no tenía tiempo de nada, recuerdo que los acostaba tempranito y que lo última que veían, mientras se dormían, era a mí a su lado haciendo yoga [sonríe]. Cuando ya fueron más mayores, empecé a formarme mucho más intensamente, pero no pensando en abrir una escuela, ni mucho menos, sino en conocerme mejor a mí misma y seguir evolucionando; pero, al final, abrí la escuela y en ella continúo.
«No hay que renunciar a ser disciplinados y a no dejar las cosas para hacerlas mañana, mañana, mañana...; ¿quieres hacer algo?, ¡empieza hoy!»
-¿A qué no debemos renunciar?
-A ser disciplinados y a no dejar las cosas para hacerlas mañana, mañana, mañana...; ¿quieres hacer algo?, ¡empieza hoy!
-¿Qué espera?
-Seguir teniendo más nietos, cinco son pocos [ríe]. Cinco hijos y cinco nietos [sonríe]... Hay gente que se me queda mirando cuando digo que tengo cinco hijos, porque les sorprende que no diga que tengo cuatro. Pero no tengo cuatro, tengo cinco hijos aunque a uno de ellos no lo tenga físicamente... Me encuentro bien para recibir a más nietos [ríe]. A mí el paso del tiempo cada vez me importa menos. Ya sé que me queda por vivir mucho menos tiempo del que ya he vivido, pero estoy en una etapa de plenitud, de calma. Hace ya tiempo que asumí que ni puedo comerme el mundo, ni quiero comérmelo. Tengo bastante con ser madre, esposa, abuela, profesora de yoga y dedicar tiempo a ayudar a otras personas en la asociación. Hace años quería hacer 20 cosas y hacerlas todas bien; ahora, con hacer dos muy bien hechas me conformo. Ya no tengo prisa...
-El mar.
-Me hace sentirme en conexión con lo supremo. Lo disfruto de todos modos: bañándome, mirándolo, paseando junto a él.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.