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Francisco Marín, economista caravaqueño, es técnico del Ministerio de Comercio y fue asesor de Felipe González, expresidente del Gobierno, en el periodo de adhesión de ... España a la Unión Europea, y director general de la Confederación de Cooperativas Agrarias. Ha alternado su dedicación a la función pública con la empresa privada en distintas etapas de su vida. Actualmente es presidente del Gremio de Editores de la Región de Murcia. Vive en La Alberca (Murcia), «un lugar al que siempre pensé recalar si me mudaba de Madrid a Murcia, y así fue». Caravaca de la Cruz es su base de operaciones.
–¿Cómo fue aquella etapa en la que España entró en la entonces Comunidad Económica Europea en 1986?
–Un tiempo de mucha ilusión. Yo tenía 27 años cuando llegué a Moncloa, éramos muy pocos funcionarios, y asesores unos cuantos, un ambiente muy familiar. Yo estaba en el departamento de economía y me ocupaba de cuestiones agrarias y agroalimentarias, que estaban en plena ebullición, porque España acababa de entrar en la Comunidad Europea, y este sector fue muy estrictamente tratado. Hubo que hacer malabares para cambiar el formato en pocos años. Me incorporé también como refuerzo al equipo que organizó la primera presidencia española de la Comunidad Europea, que fue en 1988. Al final viví en Madrid 25 años.
–¿Por qué quiso volver a la Región de Murcia?
–Porque aquí estaba mi familia, y el grupo empresarial que mi padre fundó, modesto, y que posteriormente mis hermanos y yo hemos ido desarrollando. Me apetecía un formato diferente para mi segunda etapa profesional. Lo hice de acuerdo con mis hijos.
–¿De dónde eran oriundos sus padres?
–Mi padre era de una pedanía de Caravaca, Singla, de origen muy modesto. Y poco a poco se fue haciendo camino, procedía del mundo agrario, casi analfabetos en esa época, pero montó una fábrica de conservas y salió al mercado exterior. Mi madre era de La Almudema, otra pedanía de Caravaca, a 3 kilómetros de Singla. Tuvieron cinco hijos. Yo digo de broma que fui hijo de padres 'singleses'.
–¿Hay alguna forma de revitalizar el interior?
–Nosotros estamos lanzando 'Músicas en la ermita', pretendemos revitalizar algo la vida cultural de esas pedanías. Hasta ahora ha sido un concierto, el año que viene serán más, y en un futuro será un festival de músicas cultas en las pedanías. Ya lo hemos hecho en La Encarnación, Singla y La Almudema. Música coral, canto gregoriano y música de cuerdas. Estamos intentando promover un concierto de Navidad en Caravaca con el Conservatorio del Noroeste.
–Recientemente fue elegido presidente del Gremio de Editores de la Región. ¿Qué planes tiene para impulsar el libro y a los autores?
–Somos 15 editoriales de la Región, hay vidilla, me he encontrado con un grupo de personas comprometidas, serias, con vocación. Hay un proyecto empresarial de llevar adelante esta actividad, que es importante como motor social y cultural. Para la administración, si soy sincero, somos invisibles.
–¿Por qué no existen las editoriales locales para las administraciones?
–No solo necesitamos políticas de apoyo en el aspecto económico sino en el fomento de un contexto de promoción de la lectura y de la edición.
Un sitio para tomar una cerveza. El estanco de Santi en La Alberca. O en el casco antiguo de Caravaca.
Una canción: 'Sultans of swing', de Dire Straits.
Un libro para el verano. 'El huerto de Emerson', de Luis Landero. Me ha parecido un libro brillante en la madurez del autor.
¿Qué consejo daría? Mantén la ilusión siempre.
¿Cuál es su copa preferida? Gin tonic.
¿Le gustaría ser invisible? No, no tengo esa curiosidad.
¿Un héroe o heroína de ficción? Blancanieves siempre me ha seducido.
Un epitafio. «Intenta vivir como si no fueses a morirte nunca».
¿Qué le gustaría ser de mayor? Para el futuro tampoco quiero ser nada que ya no sea. Me gustaría ser buen editor y buen empresario.
¿Tiene enemigos? Conocidos no.
¿Qué es lo que más detesta? La falta de honestidad.
Un baño ideal. En Mazarrón
–¿Cómo conoció a sus socios Fernando Fernández Villa [Alfaqueque] y Paco López Mengual [Tirano Banderas], con los que lanzaron La Fea Burguesía?
–Yo había montado la editorial Gollarín al tiempo que Fernando lanzó Alfaqueque. Lo conozco desde 2006 o 2007, porque estaba en el Gremio, Manolo de Nausícaä era el presidente. A raíz de ahí nació cierta amistad, reforzada con el tiempo. Hemos vivido juntos los avatares de la edición. Él me pidió que retomara el relevo del Gremio. A Paco lo conozco porque apareció con Fernando con el proyecto de La Fea, y estoy muy contento con cómo está funcionando.
–¿De dónde le viene ese interés en la divulgación?
–Yo en Madrid ya había ayudado a conformar algún medio de comunicación, más de tipo profesional, y había participado en la edición de revistas, programas de radio e hice algún pinito en televisiones temáticas. Al venir a la Región primero me enrolé en el semanario El Noroeste, y la editorial era un complemento. Siempre tuve ilusión de poder tener una editorial de literatura, por el gusto que tengo por ella, así fue como me lancé.
–¿Por qué no se hizo escritor?
–Siempre digo de broma que soy editor porque no pude ser escritor. También se aprende, hay muchas escuelas de escritura creativa, y he participado en publicaciones de índole empresarial-técnico, pero no descarto lanzarme con algún proyecto más concreto.
–¿Qué le inspira Caravaca?
–Soy una persona que me gusta soñar despierto, y Caravaca contribuye a sentirme con mayor libertad, me da la energía para creer en mis propias capacidades. Es una ciudad con una significación especial, de carácter histórico, religioso, cultural... y no solo en la Región de Murcia sino en la comarca de las cinco provincias, donde coinciden Murcia con Albacete, Granada, Jaén y Almería.
–¿Cuál es su paraíso?
–¡Mazarrón es mi paraíso!
–¿Tiene algún viaje previsto?
–En agosto saldré con mi familia a Canarias una semana, y en septiembre, ya lo llevo haciendo muchos años, iré a caminar por el norte, una parte del Camino de Santiago, desde Huesca hacia Puente la Reina (Navarra). He ido solo y en compañía de amigos al Camino de Santiago, el año pasado hice solo el camino portugués, y el año que viene tengo en proyecto hacer el camino primitivo.
–¿Cómo se mantiene en forma?
–Me gusta caminar, es mi afición, me pongo una disciplina para estar bien físicamente. Viviendo en El Valle lo tengo a mano, y en Caravaca también, la Región es rica en lugares: Sierra Espuña, la Pila...
–¿Ha repetido algún lugar en esas aventuras hacia Santiago?
–No he repetido. El camino francés lo hice en cuatro veces, hasta ahora no he podido coger un mes y medio casi seguido para hacerlo, aunque es un objetivo que sueño con él. He encontrado sitios que me han emocionado, claro.
–¿Qué encontró en el Camino?
–Además del aspecto espiritual, o religioso que pueda tener para las personas, incluido yo, que también trato de buscarle su sentido, yo creo que se dan algunos factores dignos de resaltar. Esa afluencia de personas, lo mismo un japonés que un finlandés o un coreano. Recuerdo la misa del peregrino en Roncesvalles, y el sacerdote que oficiaba leyó en todos los idiomas de las personas que esa noche dormíamos en Roncesvalles, y saludó en más de 20 idiomas. Eso me emociona. Una chica italiana de veintipocos años que iba caminando sola hacia Santiago desde Roncesvalles, y una señora japonesa de más de 70 años, en muy buena forma física. Son cosas que le dan valor a la experiencia del Camino de Santiago.
–¿Qué libro tiene entre manos?
–Acabo de terminar 'Castellano', de Lorenzo Silva. Como viví de joven en Madrid, los comuneros [en el siglo XVI] se convirtieron en un referente de la aspiración democrática, y me ha parecido un libro muy bien documentado. Siempre ando con un manuscrito, y tengo uno que quiero editar de un misionero en Tanzania. Acabamos de editar un libro de Stefan Zweig sobre Magallanes en cooperación Gollarín-Alfaqueque, uno de esos sueños de los que hablaba anteriormente. Y estoy invitado a un coloquio en la Semana Internacional de las Letras Ex-Libris, me voy a leer 'El jardín de vidrio', de Tatiana Tibuleac.
–¿De qué está orgulloso?
–De nuestra empresa familiar, que la fundó mi padre en 1957, Marín Giménez Fruit Solutions, una fábrica de transformados vegetales en Moratalla, originariamente estaba en Caravaca, para consumo industrial en yogures, mermeladas, zumos, pastelería... Casi todo va al extranjero. El 90% es exportación. Y la producción la hacemos en nuestras propias fincas, sin pesticidas. Tenemos una media de 300 trabajadores al año solo en fábrica. En verano tenemos picos de 500. Hemos sabido resistir al cambio tecnológico y a los cambios en el consumo.
–¿Está deseando que llegue el momento de la jubilación?
–No, soy persona de actividad, me gusta la vida social, de la cultura me gusta todo, conciertos y festivales... me gustaría tener más tiempo para gestionar mis aficiones, y lo haré en la medida en que pueda ir dejando responsabilidades profesionales y reforzar el tiempo para mis otros proyectos.
–¿Cómo se llaman sus hijos?
–Carlos, que trabaja conmigo, diplomado en Turismo, y Elena, que estudió Magisterio y está en periodo de prácticas, ¡madurando!
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