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Nacido en Murcia en 1953, «felizmente casado, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos», es abogado de profesión, «con 43 años de ejercicio, ... y ahí seguimos», y feliz presidente en Murcia de la Antiquísima Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, popularmente conocida como 'los coloraos', así como del Museo del Cristo de la Sangre, que ha sabido dinamizar con éxito.
-¿Por qué cree que, como usted dice, tiene enemigos?
-Fruto de la envidia, supongo; unos te envidian por lo que tienes y otros por lo que haces, lo que espero es que la parte positiva de esa envidia sea que se esfuercen por mejorar.
-¿Qué hace usted bien?
-De niño jugaba mucho a los futbolines; se me daba muy bien entonces y sigo jugando muy bien todavía. Para los niños, entonces, la calle era como una universidad, un lugar de aprendizaje; para empezar, para aprender algo tan importante como a socializar.
-¿Qué recuerda de aquellos años?
-La zapatilla voladora de mi madre era muy eficaz [risas]. Yo era muy revoltoso, aunque también muy estudioso; muy inquieto, como ahora.
-¿Qué tenía?
-Mi propia personalidad, tendencia a hacer lo que creía conveniente; y cuando mis padres no veían conveniente que yo hiciera lo que creía conveniente, era corregido por ellos con muchísimo cariño, pero también con firmeza; la zapatilla voladora entraba en el apartado de la firmeza [risas].
-Hermanos.
-Soy el mayor de cinco, tres hermanas y dos hermanos. Y el mayor termina ejerciendo de segundo padre; de hecho, sigo ejerciendo [sonríe]. Y no me importa en absoluto porque siempre hemos sido una familia muy unida y jamás hemos dejado de llevarnos todos magníficamente bien. La familia es para mí un valor indispensable; además de un refugio y un sostén, es sin duda la mejor forma de ser feliz.
-Sus padres.
-Mi madre era una mujer encantadora e inteligentísima que podría haber estudiado una carrera perfectamente, pero optó por dedicar su vida a sus hijos. Nos educó, nos quiso muchísimo, nos consoló cuando era necesario, nos animaba cuando correspondía y nos aplaudía cuando algo nos salía bien. La madre es un ser indispensable en la formación de una persona. La mía sabía armonizar muy bien el cariño con la determinación.
-La famosa zapatilla voladora...
-... una especie de platillo volante en busca de un aterrizaje siempre justificado. Mi padre [Carlos Valcárcel Mavor, periodista y escritor], era otro ser genial; tenía tantísimo sentido del humor como humanidad, y su educación era exquisita. Mi madre y él formaban una unidad indisoluble. Ejercieron sobre nosotros una influencia muy positiva; en mi casa se ha respirado siempre una gran libertad, la misma libertad y la misma educación para los chicos que para las chicas. Mis padres eran muy liberales.
-¿Qué consejo le dieron?
-Muchísimos, pero tres fundamentales: hay que saber escuchar, hay que respetar a los demás y en esta vida no hay que hacer el ridículo.
-¿No heredó la costumbre de su padre de llevar capa?
-La primera condición para llevar capa es tener una, y yo esa la cumplo, pero no la segunda: hay que saber vestirla. Mi padre tenía el porte ideal, tanto para la capa como para su inseparable sombrero. Yo me atengo al consejo de no hacer el ridículo.
-¿Siempre quiso ser abogado?
-No, yo de pequeño quería ser militar, es mi vocación frustrada. Me hubiese gustado ser marino de guerra. Mi bisabuelo fue capitán general de Marina, y ese veneno yo lo tenía en la sangre...
En tragos cortos
Un sitio para tomar una cerveza. 'El chuli y un jamón', en Murcia.
Una canción. Bolero a Murcia (Trío Las Vegas).
Un libro para el verano. 'Peregrinatio', de Matilde Asensi.
¿Qué consejo daría? No des consejos.
¿Cuál es su copa preferida? Gin-tonic con lima.
¿Le gustaría ser invisible? No.
Un héroe o heroína de ficción No tengo.
Un epitafio. «Se acabó».
¿Qué le gustaría ser de mayor? Abogado.
¿Tiene enemigos? Gracias a Dios, sin enemigos no eres nadie.
Un baño ideal. En mi piscina.
¿Lo que más detesta? La injusticia y la incoherencia.
-¿Y qué pasó?
-A punto de entrar en la Academia me crucé con una chica, actualmente mi mujer, que no era muy partidaria de aquella vocación mía [risas]. Y cuando uno no sabe entonces qué hacer, pues hace Derecho, y la verdad es que salió muy bien la jugada.
-¿Por qué le hizo caso?
-Siguiendo otro consejo de mis padres: 'Hazle caso siempre a la mujer que amas'. Y yo soy un bienmandado, sobre todo porque han solido mandarme bien. Con 17 años me di cuenta de que mi lugar no estaba en un buque de guerra, sino al lado de Patricia. Y 48 años después sigo pensando lo mismo.
-¿Cómo se conocieron?
-En el grupo de coros y danzas de Educación y Descanso; ella bailaba y yo tocaba la guitarra. De ese grupo salieron muchas parejas...; fue conocerla y no tener dudas, pero como no quería que me diera calabazas, le pedí a mi compadre Antonio Sánchez Carrillo que la tanteara a ver si yo también le gustaba [ríe]. Hizo su pequeña investigación y me dijo: '¡Pero si está colada la pobrecita!'. Cosas de la vida: la mujer más maravillosa del mundo colada... ¡por mí!
-¿Claro qué tiene?
-Desde que naces no puedes dejar de remar.
-La muerte.
-No había pensado en serio en ella hasta que murieron mis padres, hasta que te quedas, cuando ellos ya no están, como si no tuvieras suelo que pisar, esa sensación tan extraña...; le vi la cara a la muerte, y doy gracias porque a día de hoy la mía no me obsesiona en absoluto. Me encanta disfrutar de la vida y eso es lo que hago día a día. Puedo decir que desde niño he sido feliz.
-¿Qué es lo que más le hace disfrutar?
-Yo soy un enamorado de la Semana Santa de Murcia, es mi gran pasión. Nací en noviembre y en abril siguiente mi madre me hizo mi primera túnica. Se lo digo: el día que yo no acuda a mi cita de Miércoles Santo es que me he muerto. Mi cofradía es mi segunda casa, en la que entré de la mano de mi padre. Soy absolutamente creyente. No tengo la mejor duda de que Dios existe y es Padre. Si pienso en la muerte, de la que antes hablábamos, sé que cuando llegue al cielo, San Pedro me dirá: 'Pasa, tus padres te están esperando'.
-¿Y por qué da por hecho que entrará al cielo?
-[Sonríe] Pues porque creo que el niño aquel tan revoltoso ha ido pasando por la vida sin hacer daño.
-¿Qué le ayuda?
-Me ayuda mucho hacer el Camino de Santiago todos los años. Llevo ya hechos 47, y durante el recorrido estableces una relación con Dios casi, a veces, de compañeros de camino. Este año, por ejemplo, salí desde Roncesvalles: unos 800 kilómetros a pie hasta Santiago. Aproveché la huelga en los juzgados, con todos los juicios suspendidos; soy muy positivo, y en vez de quedarme aquí lamentándome, cogí mi mochila y andando. Regreso nuevo, con mucha paz.
-¿Lo hizo solo?
-En esta ocasión, con mi hermano [Ramón Luis Valcárcel, expresidente de la Región de Murcia (1995-2014), expresidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea (2012 a 2014), y vicepresidente del Parlamento Europeo, en el que fue diputado por España, formando parte del Partido Popular (2014-2019)].
-¿Cómo es su relación con él?
-Magnífica, lo hemos pasado de maravilla. Jamás hablamos de política, disfrutamos haciéndolo de nuestra infancia, de nuestros padres, de nuestros proyectos... Veintiún días durmiendo juntos como cuando éramos pequeños. Yo estoy muy contento de que ya no esté en política.
-¿Vive con preocupación su situación judicial [se le va a abrir juicio oral por «prevaricación, malversación y fraude»]?
-Estoy absolutamente tranquilo porque yo confío en la Justicia, y por la honradez de mi hermano no sólo pongo la mano en el fuego, sino el cuerpo entero. Sé que es absolutamente noble y honrado. De hecho, los delitos que se le imputan no son delitos de corrupción; no se le acusa de haber metido la mano en la caja, para entendernos, sino de que ha habido una mala administración; bueno, ya se verá lo que deciden los jueces. Es importante no confundir las cosas y hay que respetar la presunción de inocencia. Ahora, ¿está siendo un mal trago para nosotros? Sería un gilipollas si dijera que no.
-¿Por qué no ha entrado usted en política?
-Yo soy un hombre cuerdo, mi universo está en las antípodas del ejercicio de la política. Soy de derechas, no estoy afiliado a ningún partido y voto al PP, que es un partido liberal y humanista.
-Vox.
-No me gusta nada. Dicen que son de derechas como podrían decir que son de cualquier otra cosa que se les ocurra.
-¿Somos o no los reyes de la Creación?
-Sin duda que sí, otra cosa es cómo ejercemos de reyes. No lo estamos haciendo bien. Algo está fallando en el momento en que hay guerras, en que la riqueza está injustamente distribuida, en que unos pocos explotan a otros muchos de muy diversas formas. Somos los reyes de la Creación, pero no unos buenos reyes.
-¿Qué no le gusta de usted?
-Mis prontos, es lo que tiene ser un hombre muy apasionado en todo lo que hago; son más terribles en la forma que en el fondo, pero es que las formas también son muy importantes. Algunas veces debería contar hasta cien, soy demasiado impulsivo.
-¿Cabezota?
-Mucho. Cuando me empecino en algo, me 'emperro', como dicen en Murcia [risas]. Si me pongo un objetivo es difícil que no lo alcance.
-¿Se quiere?
-Claro, el amor a los demás empieza por quererse a uno mismo; eso es así aunque suene a frase de Paulo Coelho [ríe]. Difícilmente puedes querer a los demás si no empiezas por quererte a ti mismo. No podemos estar fustigándonos permanentemente, reprochándonos una cosa tras otra. Que tenemos defectos, pues claro, y hay que intentar corregirlos. Es necesario quererse a uno mismo, saber que eres importante, único, irrepetible, y que puedes prestar grandes servicios. No puedes pensar que eres un grano de arena al albur de los vientos del desierto.
-¿Qué asignatura se tiene bien aprendida?
-La de valorar lo que tengo y no envidiar lo que otros tienen.
-¿Cocinamos?
-Nada.
-¿Tenemos barco?
-Ni siquiera amigos con barco.
-¿De qué viaje no se olvida?
-¡Egipto me satisfizo plenamente, incluido El Cairo, donde no hay diferencia entre el día y la noche.
-El mar.
-Me encanta a partir de octubre.
-¿Nadador?
-No, así me ahorro de tener que guardar la ropa.
-Juan González Moreno [escultor de su paso, 'Las hijas de Jerusalén'].
-Es el mejor escultor que ha dado Murcia, por encima incluso de Salzillo.
-¿También de Salzillo?
-Que no le quepa la menor duda.
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