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Belén Orta, junto a su cachalote esculpido, instalado en el faro de Cabo de Palos. pablo sánchez / AGM
Belén Orta: «Picar piedra es lo que más me llena»

Belén Orta: «Picar piedra es lo que más me llena»

Estío a la murciana ·

«Los hombres se creen mejores que nosotras en todo. ¡Y superiores! ¡Y más necesarios! Lo cual me sugiere una reflexión: '¡Hay que ver lo equivocados que estáis!'», afirma la escultora

Martes, 17 de julio 2018

No es un cachalote cualquiera el que ha esculpido Belén Orta (Cartagena, 1974). Es la viva y demoledora imagen, a propósito, del que apareció muerto en una cala de Cabo de Palos en febrero pasado. Un hermoso ejemplar cuya vida truncó una indigestión de basura marina. ¡Basura humana! La escultura puede disfrutarse, hasta el 10 de septiembre, justo en ese lugar mágico del faro desde el que las vistas son jubilosas.

  • 1 -¿Un sitio para tomar una cerveza? -El chiringuito del faro de Cabo de Palos.

  • 2 -¿Una canción? -'Mediterráneo', de Joan Manuel Serrat.

  • 3 -Un libro para el verano. -'Palmeras en la nieve', de Luz Gabás.

  • 4 -¿Qué consejo daría? -Aproveche el momento.

  • 5 -¿Cuál es su copa preferida? -Ron con limón.

  • 6 -¿Le gustaría ser invisible? -No, me gustaría volar.

  • 7 -¿Un héroe o heroína de ficción? -Spiderman.

  • 8 -Un epitafio. -[¡Paso palabra!]

  • 9 -¿Qué le gustaría ser de mayor? -Escultora.

  • 10 -¿Tiene enemigos? -Supongo.

  • 11 -¿Lo que más detesta? -La falsedad.

  • 12 -¿Un baño ideal? -En Calblanque.

-¿Qué es una verdad verdadera?

-A mí siempre me pican todos los mosquitos.

-¿A sus hijos qué les dice?

-[Risas] Últimamente, me pongo delante de mi hija [tiene 14 años], la miro fijamente y me dirijo a ese orco que lleva dentro: « ¡Sal de ella, devuélveme a mi niña preciosa!». Pero no surte efecto. Ella me responde: «¡Qué poca gracia tienes, mamá!». En fin, mi hija era una princesita, buenísima, cariñosa...; ¡ahora se limpia los besos que le doy! Y, por supuesto, lo que le dice cualquier amiga tiene mucha más importancia que lo que le decimos su padre y yo. Pues vale, así es esto de ser madre.

-¿Una madre rígida?

-No, no, para nada. Pero creo que un poco de disciplina nunca está de más, y que es nuestra obligación inculcarles la importancia de cumplir algunas normas. Ella está separándose de su padre y de mí, negándonos en busca de su propia identidad, y eso es lo normal que pasa a esa edad. ¡Pero fastidia! El pequeño [doce años y medio] todavía sigue siendo más dócil, incluso me ha ayudado a hacer el cachalote y se lo ha pasado genial. Para nada me quejo de mis hijos, ¿cómo lo voy a hacer si son buenos en todo, esa es la verdad? Pero eso no ha sido regalado, hay que estar encima de ellos y ser muy constantes para prepararlos bien para esta vida, que no es fácil.

«Últimamente, me pongo delante de mi hija [tiene 14 años], la miro fijamente y me dirijo a ese orco que lleva dentro: «¡Sal de ella, devuélveme a mi niña preciosa!»

-¿Comparten al cincuenta por ciento la educación de los niños?

-Pues no [risas]. Mi marido es maravilloso, pero yo cargo más que él con el día a día de los críos. Nos repartimos bastante bien las tareas y la responsabilidad, pero la madre protectora que yo soy no es proporcional al padre protector que él es.

-¿Por ejemplo?

-¿Quién cree que se despierta primero por las mañanas para bajarles las persianas a los críos y que no les moleste el sol?

-¿Qué fue un acierto?

-Juntarnos Fran y yo para compartir nuestras vidas. Nos conocimos en el instituto, luego nos fuimos cada uno a estudiar fuera y nos separamos, pero estaba claro que ambos queríamos volver a encontrarnos... y no volver a separarnos.

-¿Qué les une?

-¡Buena pregunta! Yo creo que nada [risas]. En casi nada opinamos igual, yo soy el desorden en persona y él es un enfermo del orden; él es carnívoro y mi debilidad es el pescado... Fíjese que es verdad que hay artistas que son muy ordenados y ordenadas, pero no es mi caso. Yo soy caótica.

-¿Y a cambio?

-¡Yo es que me muero de risa con él! Y eso compensa muchísimo. Tiene mucha chispa, es muy rápido. Yo no soy ingeniosa, ni chispeante, pero sí muy agradecida a la hora de celebrar el ingenio ajeno. Y otra cosa, me aporta la tranquilidad que necesito. Es decir, me hace bajar a la tierra, porque yo vivo un poco en las nubes.

-¿Y cómo se vive estando un poco en las nubes?

-Pues se vive, por ejemplo, sin que te preocupe el dinero. Si no tengo dinero, pues esto es lo que hay y ya está. Entonces, aparece él, ¡menos mal!, y pone cordura. Yo le aporto un punto de locura y de aventura, y él pone un poco de orden.

-¿En qué no ha cambiado usted?

-Sigo siendo muy positiva, como siempre. Y no crea que no me han llovido palos, que sí. Pero tiendo a sentirme afortunada por mi vida y a ser agradecida. Ahora mismo, estoy disfrutando de un momento muy plácido. Y, al mismo tiempo, sigo sin dejar de luchar por conseguir una igualdad real entre hombres y mujeres, porque está clarísimo que, desde luego en el mundo del arte, ser mujer no juega para nada a tu favor. Lo creo absolutamente. Nos cuesta mucho más trabajo estar presentes, que se nos haga caso, que confíen en nosotras para los proyectos más importantes. Si tienen que elegir los hombres, tienden a elegir a hombres. A ver, por el hecho de ser mujer yo no quiero que se me regale nada, ni que se me tenga en cuenta como un consuelo. Yo quiero competir en igualdad de condiciones que los hombres, que se nos den las mismas oportunidades.

-¿Nos creemos más listos?

-¡Sí, claro! ¡Y mejores que nosotras en todo! ¡Y superiores! ¡Y más necesarios! Lo cual me sugiere una reflexión: '¡Hay que ver lo equivocados que estáis!'.

-¿De qué está segura?

-De que la violencia nunca es el camino.

-¿Qué le pasa cuando se enfada?

-Que no tengo medida. Como todo me viene bien casi siempre, y resulta muy difícil verme enfadada, la gente se sorprende cuando estallo. Salen corriendo [risas]. Pero solo me pasa cuando llevan mucho tiempo pinchándome y no se cansan. Me debo enfadar, a lo mejor, una vez cada dos años. Y cuando lo hago, después me siento fatal.

-¿Qué le marcó?

-Soy huérfana de madre y padre, de una madre y un padre con los que tenía una relación excelente. Tenía 24 años cuando falleció mi madre, que era una persona vital, llena de energía, moderna, con muy buen rollo, muy intelectual ella...; me di cuenta de que la vida es muy perra, de que de la noche a la mañana te arrebata lo que más quieres. Un cáncer galopante acabó con ella en dos meses. Mi padre, también enfermo de cáncer, murió poco después. Me quedé muy desamparada, porque tenía una relación estupenda con ambos.

-¿Cómo reaccionó?

-No entendía nada, ni lo entiendo todavía, pero no me dio por amargarme, ni por encerrarme en mí misma. Tengo unos hermanos, incluida una gemela, con los que estoy muy unida. Somos una piña. Cuando llega un problema gordo, que los tenemos en la familia, respiramos todos a una y le hacemos frente. Las tres chicas somos Tauro. En la familia tenemos tres niños con minusvalía, así es que nos hemos acostumbrado a lidiar con el mejor humor posible con lo bueno y con lo malo. Eso no quita para que, cuando me decían que las muertes de mis padres me las tenía que tomar como un aprendizaje, yo dijese: «¡Y un capullo. Yo no quiero aprender a palos!».

-¿Cómo disfruta más?

-Picando piedra. Picar piedra es lo que más me llena. La escultura me produce un placer tremendo.

-¿Qué momento del día no cambia por nada?

-Muy sencillo, el de mi 'té-momento'. Té negro con un poquito de leche. Mientras me lo tomo, normalmente sentada en la escalera que sube a mi casa, frente a mi taller, dejo la mente en blanco. Escucho a los pájaros, observo a mi perro y a mi gato por ahí danzando, y siento una paz que parece que estoy en el Himalaya [risas]. Y ya ve lo barato que me sale.

-¿Qué no hace ya?

-No pierdo el tiempo en dedicarle una sonrisa a quien no se lo merece. Nunca he sido políticamente correcta, pero ahora todavía menos. No soporto a los cínicos ni a los aprovechados, y no me relaciono con ellos. Creo que uno de los motivos por los que duermo bien es que me rodeo de buena gente.

Ecologista

-¿Qué tiene claro?

-Que mis esculturas no son para nada fáciles de vender, y que tienen toda la razón quienes dicen que soy muy despistada.

-¿Políticamente dónde está?

-Ahora mismo no hay ningún partido que me convenza, ni que me despierte simpatía.

-¿Cómo es usted?

-Muy ecologista, muy crítica con esta sociedad de consumo disparatada, muy partidaria de la igualdad entre hombres y mujeres y de acabar con las diferencias tan grandes entre ricos y pobres. Y soy pacifista, rechazo que se invierta dinero en armamento.

-¿Qué no tiene?

-En mi casa no entra una botella de plástico.

-¿Tentaciones de hacerse vegetariana?

-Pues va a ser que no. Ya le dije que amo el pescado, lo adoro. A mí, de comer pescado no me quita nadie. Mi marido es de los que dicen que donde haya un filete sangrando, que se quite todo lo demás, y que el león es carnívoro y está hecho un toro, y la vaca es 'vegetariana' y está gordísima. Pero los dos comemos también mucha verdura, y hemos conseguido que nuestros hijos disfruten comiéndose unas alcachofas a la plancha aliñadas con un poco de aceite y limón.

-¿Qué es una tranquilidad?

-Que el mar no se pueda quemar.

-Dígame un animal que no dejaría de meter en el Arca.

-El caballito de mar.

-¿A veces qué piensa?

-En que si alguna vez se me aparecieran mi padre o mi madre, les diría: «¡No me jodáis!». ¡Sustos, no!

-¿Hay un Más Allá?

-No tengo ni idea, pero me contó una podóloga que, buceando en Cabo de Palos, se quedó como inconsciente en el agua y la tuvieron que llevar en ambulancia al hospital; y que en un momento llegó a tener la seguridad de que ya estaba muerta. Y entonces sintió una paz como nunca antes había conocido. Una paz, un bienestar... Pero, a los dos días, se despertó en la UCI. Desde entonces no teme a la muerte.

-¿Qué no se imagina?

-Mi vida sin agua y sin picar piedra.

-¿Qué fue una sorpresa para usted?

-Que hubiese madres que me criticasen en las redes sociales por haber colocado la escultura del cachalote en el centro de Cartagena [durante la celebración del festival Mucho Más Mayo]. Me dieron mucha caña: decían que era una imagen cruel, innecesaria... ¿Innecesaria? Creo que todo lo contrario, que son necesarias obras así para concienciar, sobre todo a las nuevas generaciones, de la importancia de tener unos mares libres de contaminación, de basuras, de plásticos...; intenté explicarles a esas madres que el cachalote era una oportunidad estupenda para explicarles muchas cosas a sus hijos y hablarles de la importancia de amar a los animales. Ocultar la realidad no sirve de nada. La esperanza está, precisamente, en los niños, que son los que tendrán que gobernar el mundo e intentar hacer las cosas mejor de lo que lo estamos haciendo nosotros.

-¿Qué escultura le parece sublime?

-'La Piedad', de Bernini. En realidad, déme cualquier obra de Bernini y se la cogeré con los brazos abiertos. Miguel Ángel también me chifla, pero cuando veo 'La Piedad' quiero morirme. ¡Qué maravilla!

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