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El tener dos millones, o cinco, de seguidores, te faculta para lo que te faculta. Para imponer una moda. Para influir en que se compre determinado producto. Para presionar al poder político. Pero lo de los seguidores es un arma peligrosa. Por el simple hecho de que siempre habrá quien pueda tener más. Tener dos millones de seguidores, o cinco, no faculta a nadie para ir por encima de la ley. Como tampoco lo hace el hecho de haber ganado unas elecciones. Unas elecciones no son más que un contrato entre el político y los ciudadanos. Un pacto para hacer las cosas que puedan hacerse dentro de un determinado marco. El político que, porque tenga varios millones de seguidores, se ponga por encima de ese marco no es más que un dictador.
Pero seguidores, vamos.
¿Quién tiene más seguidores, el ‘Procés’ o la Iglesia Católica?, ¿quién tendrá más, el ‘Procés’ o el presidente de Facebook?
Y el caso. Llega una parte de la Iglesia Católica y reclama a todos sus fieles que vayan a Tordesillas, por ejemplo. Porque en adelante desde ahí para arriba va a haber un reino nuevo que los va a salvar de la tiranía laica de los LGTBI y donde, por supuesto, ya no se aplicarán las leyes del estado y sí las que a ellos les salgan del hábito. O que declara Zuckerberg la República Independiente de Facebook y en las mismas condiciones. Y la pregunta. ¿Estaría el señor Iglesias reclamando que el estado conversara de igual a igual con esos estamentos?, ¿y entonces?, ¿es que pesan más las simpatías que las legalidades?, ¿es esto un bar o somos políticos?
Pero profundicemos.
Imaginemos un universo (muy paralelo) en el que los simpatizantes del ‘Procés’ estuvieran «oprimidos» (¿Lo de llamar a Serrat fascista a qué les suena, a «opresor» o a «oprimido»?). Establezcámoslo como aleatoria premisa y dejemos que las fuerzas que están «con los desfavorecidos» se pongan de su lado. Pero, oigan, ¿y luego? ¿Y luego cuando los del ‘Procés’ agarran las leyes y se las pasan por donde Ballesta se pasa los acuerdos del Pleno? ¿No será que a partir de ese momento se ha dado la vuelta a la tortilla, no será que a partir de ese momento los «desfavorecidos» son esos otros que ven asaltado su marco de convivencia solo porque unos señores tienen «tres millones de seguidores»?, ¿qué dijimos que era un dictador?
Y que se negocie. Personas somos. Y que el problema, presentida estafa del tres ‘pel cent’ aparte, tiene abundantes ramificaciones. Pero que es legítimo, señor Iglesias, plantearse decisiones sencillas ante problemas complejos. Del lado de quién estar, por ejemplo. Si de la ley o del dictador. Y que se negocie y que se arregle. Y que la gente juzgue, después y con urnas de verdad, la responsabilidad de cada cual. La responsabilidad de aquel que, entre la ley y el dictador y para intentar obtener rédito, se haya puesto de perfil.
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