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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Miércoles, 17 de enero 2018, 09:41
La idea de que las mujeres pudieran cogobernar el mundo era, hasta hace cuatro días, un desvarío febril que se prestaba más a chanzas que a debates serios. El género femenino carecía de la capacidad intelectual y de bloqueo emocional necesarios para tomar las decisiones difíciles que exige el liderazgo, desde una extendida perspectiva masculina. En décadas recientes, las mujeres han abandonado su ostracismo impuesto para acreditar que pueden ser eficaces, determinadas, valientes, inclusivas, colaborativas, inspiradoras y, sobre todo, extraordinariamente resilientes. Que manden desde cargos públicos de relevancia o que estén cambiando el mundo desde las trincheras del activismo, ya no es ciencia ficción. Pero, por el momento, el número de mujeres en la brecha no da más que para un cortometraje. El rollo de cinta es todavía muy corto. Un dato. Si bien las mujeres que ejercen de líderes en todo el mundo-excluidas las monarcas- se ha duplicado desde 2000, apenas suman una veintena las jefas de gobierno o de Estado, lo que representa sobre el 10% de los 193 países miembros de la ONU.
La incorporación de las mujeres a puestos de responsabilidad y a las élites del pensamiento crítico parecía haberse ralentizado en los últimos tiempos hasta que, este pasado otoño, Hollywood brindó un insospechado revulsivo. La brava denuncia de violencia sexual formulada por varias actrices contra el omnipotente productor Harvey Weinstein y contra una industria consentidora de los abusos, destapaba la cultura de acoso imperante en las altas cotas de poder público y privado, dominadas por hombres. La movilización social desatada a continuación a través de movimientos como #MeToo (Yo también) continúa hoy engrosando la lista de caídos con actores, cineastas, periodistas, fotógrafos, presentadores, escritores y muchos políticos. De aquel lado del Atlántico y de este.
Marina Subirats - Catedrática de Sociología
Las consecuencias finales de este 'tsunami', un áspero despertar para muchas mujeres y también para muchos hombres decentes, no son aún medibles. La ola sigue erecta y en movimiento. Pero, por de pronto, ha sacudido conciencias. Entre ellas, la de la influyente comunicadora y empresaria Oprah Winfrey, a quien la onda expansiva del 'caso Weinstein' le ha puesto a meditar si pasa a la acción y se postula como candidata demócrata en las próximas presidenciales de los Estados Unidos (2020) con el doble objetivo de tumbar a Trump y, con él, el machismo recalcitrante y retrógrado que encarna.
Aunque ya manda y mucho, no es la única mujer con posibles, en todos los sentidos, para poner una pica -o dos- en este mundo de hombres. Cada vez son más y todo apunta a que su hora, la de cogobernar el planeta, está cerca. La pregunta inevitable se la formulamos a Maria Subirats, catedrática emérita de Sociología en la Universitat Autònoma de Barcelona y exdirectora del Instituto de la Mujer en la última etapa de gobierno de Felipe González:
-¿El planeta será un lugar más amable y menos bélico con más mujeres a los mandos?
-Esta es una cuestión compleja. Hasta ahora, esto no está siendo así. ¿Por qué? La política es androcéntrica y cuando una mujer accede a un puesto de cierto poder, como son contextos tan masculinos, no les queda otro remedio que mimetizarse. Hasta el punto de que masculinizan sus estilismos y sus formas para sobrevivir y que no les tomen el pelo. La duda está en qué pasará cuando el número de mujeres en los cargos de toma de decisiones aumente de manera considerable. ¿Introduciremos otra manera de hacer las cosas o el proceso de masculinización será ya irreversible?
-¿Es optimista?
-Empieza a haber algunos ejemplos que muestran que las mujeres actúan de otra manera. Los casos de Manuela Carmena y de Ada Colau son muy significativos. Yo conozco más este último y aprecio, por primera vez, una política feminista coherente, una forma de actuar más de equipo que autoritaria y la priorización de los asuntos de la vida y de las necesidades sobre los pecuniarios. Hay más. En las primeras municipales de Cataluña, muchas mujeres accedieron a las alcaldías. Fueron una especie de madres de sus pueblos. Habían mirado quiénes tenían problemas y cómo podían arreglarlos. Al cabo de un tiempo, renunciaron para dejar paso a otros, algo que jamás hacen los hombres. Por educación, la tendencia femenina es la de solucionar, no la de perpetuarse en el poder.
Comprobar cómo será ese nuevo escenario con mayor presencia femenina en los despachos no es, a juicio de Subirats, cuestión de sentarse a esperar a que llegue. La socióloga advierte de que la ley no es suficiente para garantizar la paridad en el poder. «Este asunto no está resuelto. Siempre hay fuerzas que van en contra. Los hombres están ejerciendo mucha resistencia en este momento porque están perdiendo privilegios. No ven el acceso de mujeres a cargos de responsabilidad como un compartir. Lo ven como que les quitamos algo». «Por tanto», enfatiza, «únicamente acabará imponiéndose una mayor igualdad si las mujeres siguen en la brecha. Si creen que esto ya está hecho, habrá un retroceso seguro», alerta.
Oprah Winfrey, Joanna Rowling, Nawal el Saadawi, Fabiola Gianotti, Malala Yousafzai, Rose McGowan, Federica Mogherini, Melinda Gates, Jacinda Andern y Arundhati Roy están en la brecha, decididas a seguir ahí. Son solo diez, pero imprescindibles para aspirar a un mundo más equitativo, paritario y justo. Les contamos por qué.
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