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Minaretes de cristal

Minaretes de cristal

Las musulmanas de Europa dan los primeros pasos para ocupar su lugar en el rezo. En España «no vamos a forzar algo que puede dar problemas», admiten los líderes varones

Antonio Corbillón

Martes, 30 de octubre 2018, 11:41

Es usted una mujer activa en la organización de eventos o iniciativas en su comunidad local, mezquita o sociedad de estudios universitarios? ¿Está interesada en impactar con un papel de liderazgo en una mezquita? El Consejo Musulmán Británico (MCB, en inglés) se lanzó a captar a las creyentes de Alá como quien anuncia una oferta de trabajo. Y eligió la emblemática fecha del Día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo.

Su proyecto Mujeres en las Mezquitas es pionero en Europa en romper con los estereotipos que relegan a las féminas en la gestión de lo religioso. Algo habitual en todas las creencias, pero especialmente evidente en la musulmana.

Los súbditos de Isabel II viven tiempos de zozobra. Están bloqueados por el desgarro interior del 'brexit' que les enfrenta entre sí y contra Europa. Y son cada vez más receptivos a las trompetas del apocalipsis. Una de ellas les advierte de que la población islámica se ha duplicado en una década y ha pasado de 1,5 a 3 millones de personas.Un millón vive en Londres, ciudad en la que disponen de 500 mezquitas para el rezo (2.000 en todo el país). «Será la religión dominante en una generación», advierte una proyección de la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS, en inglés). La mitad de este colectivo ha nacido en el archipiélago y, aunque tres de cada cuatro de ellos se consideran británicos, el 55% de los anglosajones apoya un mayor control de los residentes de esta creencia por motivos de seguridad pública.

«Muchos comités de mezquitas no entienden lo que las mujeres quieren o necesitan. Pero creo que ya han descubierto que los tiempos están cambiando y que ellos también tienen que cambiar». Ghazalla Hussain es una de las 20 alumnas que, antes de que acabe este 2018, finalizará el curso de Mujeres en Mezquitas del MCB. Ha dedicado los últimos seis meses a meter la cabeza en ese territorio vedado de muecines y llamadas a la oración de los viernes. «Es un hecho conocido que muchas mezquitas del Reino Unido tienen pocas o ninguna mujer en su junta directiva –explica desde su sede en Londres la coordinadora de Proyectos del Consejo Musulmán Británico, Anjuma Choudhury–. Pero con este programa hemos identificado una cohorte de mujeres talentosas y seguras».

Durante estos meses, las alumnas visitan las mezquitas más aperturistas, reciben apoyo para hablar en público y lo que llaman «entrenamiento mediático» para aprovechar la proyección de las redes sociales. Este máster islámico se completa con contactos directos con aquellos centros religiosos que «buscan activamente reclutar mujeres directivas».

«Los tiempos están cambiando y los hombres también tienen que cambiar»

Entre esos templos destacan los de Al Madina Mosque y Al Manaar (oeste de Londres) ya que «ambas tienen a mujeres empleadas en la gestión y lideran actividades para sus comunidades», remarca Choudhury, que insiste en lo «inaceptable» de la actual situación. «La teología islámica ve a hombres y mujeres como hacedores de bien en igualdad de situación. Y nuestra presencia creará una comunidad más fuerte dentro y fuera de las mezquitas», está convencida Anjuma Choudhury.

Antecedentes

Su arriesgada apuesta ya ha saltado a otras comunidades como la escocesa, donde sus mujeres han lanzado también una campaña que reivindica «un espacio igualitario de oración y la entrada en la toma de decisiones».

El cambio de paso que llega del Reino Unido no es de ahora. Desde 2015, los musulmanes británicos se esfuerzan en romper su aislamiento social con campañas de puertas abiertas como Visit my Mosque (Visita mi Mezquita), con jornadas de libre acceso a toda la población. Este año se apuntaron 200 templos.

Expansión del islam

  • 3 millones de personas profesan el islam en Gran Bretaña. Una cifra que se ha duplicado en poco más de una década. A pesar de los atentados que ha sufrido el Reino Unido, la presencia de esta religión se acerca a los 200 años y una gran parte son británicos de origen con familias llegadas desde Pakistán, Bangla desh o Yemen. Poco que ver con las llegadas masivas desde el Magreb a Francia o España.

  • Templos abiertos Más de 200 mezquitas británicas abren sus puertas al ciudadano durante varios días al menos una vez al año. Es una de las varias campañas para romper el estereotipo de centros vedados para los no creyentes.

  • Islámica = discriminada as musulmanas son el grupo social con más desventaja económica entre los británicos, según el informe 'Mujeres e Igualdad' de la Cámara de los Comunes. El estudio habla de «una triple pena»: ser mujer, pertenecer a una minoría étnica y ser musulmana. El 71% tiene más posibilidades de estar en el paro que las mujeres blancas, aunque tengan la misma formación. Solo el 24% de sus mujeres de 16 a 24 años aceptan ser relegadas al papel de ama de casa.

  • 834.058 practicantes del islam han nacido en España. Otro 1,1 millones proceden del exterior, según el escrupuloso censo que cada año elabora el Observatorio Andalusí. Hay creyentes de 30 nacionalidades con mayoría de marroquíes (casi 750.000). Son la segunda religión y en breve superarán los dos millones de fieles. Las mujeres han alcanzado la paridad en los cargos de representación de sus asociaciones.

  • Víctimas del islam de garaje Algo más de 1.100 lugares de culto abren sus puertas en España a las actividades de las 1.600 comunidades religiosas. La mayoría son locales sin condiciones en los que la mujer no encuentra su lugar.

Pero menos conocida es la campaña Open my Mosque (Abriendo mi Mezquita), otra propuesta valiente alentada por las mujeres desde las redes sociales en las que desafían a los gestores de los lugares de culto a habilitar más espacio para ellas. El 28% de los oratorios británicos no tienen instalaciones para las féminas.

Se sienten excluidas. «Si no pueden participar en la vida religiosa, entonces no pueden involucrarse en la vida comunitaria», explica en el diario 'The Guardian' la activista Remona Aly, a la que gritaron «¡No mujeres!», un día que intentó entrar en un lugar de culto en el Soho (centro londinense).

En la ciudad universitaria de Cambridge, sus musulmanas son las impulsoras de la primera ecomezquita del país. Esta 'lluvia fina' va calando en los varones. El imán de Leeds, Qari Asim, asegura en la prensa británica que «lo de la mujer no es un problema teológico, necesitamos un cambio cultural. Ellas deben verlo como un derecho, no como un favor».

Comunidad asentada

Un derecho que también se empieza a mover en otros países. En un piso de la capital danesa, Copenhague, Shrein Khankan, va camino de cumplir dos años como oficiante en una pequeña mezquita solo para ellas. «Estoy aquí para crear una alternativa y servir a una nueva generación de musulmanes», les dice a sus fieles, a los que invita a «practicar el islam del siglo XXI».

En su concurrido gineceo islámico enseña cuatro principios que suenan revolucionarios: la poligamia debe descartarse, las mujeres tienen derecho a decidir su divorcio, el matrimonio debe anularse si hay violencia doméstica;y la mujer tiene el mismo derecho sobre los hijos en caso de ruptura matrimonial.

Casi todas estas propuestas la pondrían en serios apuros si las pronunciara en un país como Arabia Saudí.

El rastreo sobre el liderazgo religioso femenino en el mundo islámico ofrece algún antecedente. Hace ahora diez años, Houaria Fettah se convirtió en la primera imana de Europa. Una mezquita de la localidad de Verviers (Lieja, Bélgica) le concedió el título de 'imán de tercer rango', lo que le permitía ocuparse solo del colectivo femenino.

«Es un gesto pionero en Europa», dijo acertadamente Michel Privot, gestor de aquel centro tan avanzado.

Todas estas experiencias son vistas en el resto de Europa con asombro. «En Gran Bretaña hay musulmanes desde hace 200 años, la mayoría de países asiáticos. Pero en España y otros países cercanos se han expandido con la inmigración de las últimas décadas», resume el presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas (FEERI), Mounir Benjelloun.

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Con casi dos millones de practicantes los musulmanes ya son, con enorme distancia, la segunda comunidad religiosa en España. Unas cifras no tan alejadas de los cupos que se manejan en Gran Bretaña. Pero ¿sería posible trasladar aquí su experiencia e impulsar el liderazgo de la mujer en los rezos? «Su pregunta podría dar para un buen artículo, pero dentro de unos años porque la comunidad aquí todavía no está preparada», se sincera el experto en estudios islámicos y coordinador de la Casa Árabe de Córdoba, Javier Rosón.

Los líderes masculinos confirman estas impresiones. «No puedo imponer a una mujer, aunque intento que estén en órganos en los que antes no podían», admite el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, Riay Tatari, que insiste en que «son las que más presencia tienen en las comisiones de trabajo social y educativo». En la mayor mezquita de la península, la madrileña de Tetuán, 32 de los 48 profesores de enseñanza son mujeres. Pero Riay Tatari reconoce que «no vamos a forzar con algo que puede dar problemas, no queremos hacer ruido».

En una línea muy similar se pronuncia el presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas (FEERI), Mounir Benjelloun. «El islam no discrimina entre hombres y mujeres pero tenemos que superar mentalidades que no aceptan esa igualdad». Pide tiempo para un colectivo que se ha expandido durante la fuerte inmigración magrebí de los años 90, aunque sus derechos en igualdad de culto con otras religiones no fueron reconocidos hasta 1992. Para Benjelloun «se están dando pasos» pero insiste en que las condiciones en las que deben practicar su religión no ayudan.

La FEERI tiene registradas 1.600 entidades y más de mil lugares de culto. «Solo 15 o 20 están en buen estado. Lo mayoría no son mezquitas sino oratorios en locales incómodos», lamenta su presidente. Es lo que se conoce como 'islam de garaje'. Pero los movimientos más aperturistas los protagonizan en gran parte los llamados 'conversos', hombres y mujeres convertidos a esta creencia.

Las musulmanas españolas viven su realidad en dos planos que apenas se rozan. «Una cosa es la vida social en la que incluso llegamos a estar representadas en exceso y otra es la vida religiosa, en la que no existimos. Y no creo que eso vaya a cambiar a corto plazo», sentencia Isabel Romero, única mujer presidenta de un organismo tan básico para esta cultura como el Instituto Halal, responsable de garantizar el respeto coránico del sacrificio de animales en los mataderos.

Romero es una de las cabezas visibles del peso femenino en las comunidades y cree que el futuro de la igualdad pasa por «trabajar con los jóvenes y sobre todo con tantas chicas que se están implicando». Mujeres jóvenes que están elevando las cifras de nuevas comunidades islámicas. Sus jerarquías son distintas a las católicas. Aquí no hay una carrera profesional. Se promueve todo en el trabajo de base del que sale el liderazgo social y religioso.

Excluidas del rezo

Pero esa progresión se corta de cuajo al llegar a la puerta de los rezos. «Cada vez hay mayor exclusión de las mujeres en las mezquitas. No hay sitio para nosotras. En España no se está haciendo la necesaria transición religiosa», lamenta Isabel Romero.

«¡Ya me gustaría ver qué pasaría aquí con experiencias como la de las británicas!», exclama entre agradecida y escéptica la presidenta de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia, Amparo Sánchez Rosell. Fue la primera presidenta (en su caso del Centro Cultural Islámico de Valencia) y es una referencia para el resto de musulmanas españolas. Eso fue en 1996. «Hoy más de la mitad de los órganos de representación los ocupan mujeres», se enorgullece.

Hasta las plazas de profesor de religión islámica que poco a poco van creciendo en España las copan ellas. Y en esas clases enseñan a su alumnado que su religión «no impone en ningún precepto el patriarcado, aunque (los varones) lo quieran ver así», expone Sánchez Rosell. Ella admite que parte del activismo lo están protagonizando las nuevas generaciones de conversas, «jóvenes españolas que no tienen ese 'equipaje' que llega del pasado».

Españolas como la activista de la Asociación Musulmana de los Derechos Humanos, Alicia Ali, que lamenta el derrotismo de las mujeres mayores que «insisten en que es mejor rezar en casa»; y habla a las claras de «una islamofobia de género porque en ningún sitio está estipulada que tengamos que ser sumisas en nuestras prácticas». Ali es de origen egipcio y se mira en el espejo de su segunda patria, de la que tenemos una imagen de lucha contra el integrismo pero donde «ya hay muchas mujeres imanas, aunque solo puedan dirigirse a otras mujeres». Alicia Ali sitúa en ese machismo de mezquita la explicación a los mensajes radicales desde los púlpitos. «El mundo de los imanes es opaco. No hay ni formación, ni manera de controlarlos».

La periodista Amanda Figueras, convertida y autora de 'Por qué el Islam', cree que las cosas están cambiando. «Y en esa lucha no estamos solas, también hay muchos varones». Figueras no comparte la urgencia de una mayor presencia en las mezquitas. «No es una prioridad. Más acuciante es el acceso al trabajo o el respeto por usar el velo». Para ellas llega el consejo desde sus colegas británicas. «Actuar ahora, aprender de los demás e inspirar cambios positivos en la comunidad», les propone Anjuma Choudhury.

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