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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Sábado, 1 de diciembre 2018, 11:59
Al 'Ojo de Londres' le amenaza una suerte de presbicia. Apenas diecinueve años después de que la metrópoli británica pusiera a girar esa noria-mirador de 135 metros de alto anclada en el South Bank del Támesis para ofrecer mejores ángulos fotográficos a los visitantes, la también llamada 'Rueda del mileno' parece sucumbir a la fiebre obsolescente que marca los nuevos tiempos. Una flor gigante, cuya semilla ha germinado ya en plena City, se dispone a arrebatarle su protagonismo estelar y, de paso, a todos los turistas. Norman Foster y su omnipotente estudio han diseñado una nueva atracción para la capital del 'Brexit' que le dobla en tamaño, en osadía estética y en controversia. El rascacielos reproduce la forma de un 'Tulipán' -así lo han llamado sus creadores- y permitirá divisar la cúpula de San Pablo y el tejado de Buckingham Palace a 305,3 metros del asfalto, frente a un 'fish and chips' o a una pinta, desde el interior de su gigante corola de cristal.
«Constituye una parodia ostentosa de arrogancia arquitectónica». Es lo más suave que han dicho allí voces autorizadas de la ciudad, desligadas de las instituciones, que han puesto el grito en el cielo ante el diseño vegetal con el que ha sorprendido esta vez su compatriota. Los últimos en subirse al carro de los críticos han sido las autoridades aeroportuarias de London City, quienes consideran que el bulbo podría interferir en el control del tráfico aéreo, por lo que piden que se eche el freno al proyecto hasta que se evalúe su impacto potencial en los sistemas de radar. Y es que la flor -un tallo ciego para ascensores y un capullo que albergará doce plantas con bares, restaurantes y aulas educativas para escolares- no se estará quieta. Incorpora en el exterior de su corola unas cabinas acristaladas que se desplazarán de arriba abajo para brindar sugerentes paseos a los visitantes, quienes también podrán acceder a «toboganes internos de vidrio», según describe la memoria presentada por Foster&Partners.
«No entiendo por qué necesitamos esta atracción de forma fálica con tan poco mérito estético. Encajaría mejor en Dubái», ha despotricado la conocida consultora local Anastasia Shteyn. «¿Se ha abierto una competencia por el rascacielos más feo?», le ha secundado con sarcasmo la fotógrafa musical Marianne Harris. El crítico de arquitectura del periódico 'The Guardian', Oliver Wainwright, ha ido aún más lejos. «Parecen unas pinzas obstétricas extrayendo a un bebé de pepinillo», satiriza sobre el continente antes de despellejar el contenido. «Esta cápsula aérea de ocio para vistas y eventos privados lucrativos no tiene ningún sentido. Es un subproducto, una baratija que busca el espectáculo, más digno del antiguo alcalde de Londres, Boris Johnson, quien pasó su mandato tratando de convertir la capital en un parque temático de proyectos de vanidad», remata.
Entretanto, el abono está ya echado. La City of London Corporation, el organismo encargado de conceder los permisos pertinentes a los planes inmobiliarios del distrito financiero, ha formalizado este mes los trámites del polémico proyecto, que deberá empezar a materializarse en 2020 y culminar cinco años más tarde. Además del visto bueno oficial necesario para su construcción, el 'Tulipán' de Lord Foster cuenta con el sostén de un potente financiador: el grupo brasileño Safra, controlado por el banquero de origen libanés Joseph Safra. Por el momento, no ha trascendido su coste.
El billonario pagador es propietario de Gherkin, uno de los rascacielos más populares de Londres y que lleva también el sello del esposo de la psicóloga gallega y comisaria de arte Elena Ochoa. Adquirió el «pepinillo», como le conocen los locales, en 2014 por unos 735 millones de euros, según reveló el 'Financial Times'. Su nuevo juguete, 'Tulipán', se eregirá justo al lado. «Es coherente con el espíritu de Londres, una ciudad progresista que mira hacia adelante», ha argumentado el arquitecto de 83 años, uno de los más afamados e influyentes del planeta, en defensa de su nuevo 'hijo', llamado a ser la segunda torre más alta de la capital del Támesis, por detrás del Shard, con mide casi 310 metros.
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