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IRMA CUESTA
Martes, 3 de octubre 2017, 11:52
Hace unos años, un famoso escritor alemán le preguntó a un amigo y colega de 65 años que acababa de divorciarse por qué lo había hecho. El hombre, sin pensarlo, contestó: «Mi mujer no soportaba cómo cerraba el tubo de la pasta de dientes». La respuesta, por cáustica que resulte, resume a la perfección lo que cada año le ocurre a cientos de parejas maduras. Después de décadas de convivencia y de haber sacado adelante una familia, lo más insignificante puede abrir la caja de los truenos.
Algo así fue lo que le ocurrió a María. Veintiséis años y dos hijos después de haber pasado por la vicaría y haber prometido amor eterno a Fernando, tomó la decisión de separarse. Con la niña trabajando y el chaval a punto de terminar la carrera, María puso fin a una relación que llevaba años haciendo aguas. «Durante los años que hemos estado juntos hemos evolucionado de manera distinta. Nuestros gustos, las cosas que nos interesan o emocionan no tienen nada que ver. Sin quererlo, empezamos a dejar de compartir otra cosa que no fuera la casa o la educación de los niños», dice esta médico de 55 años, que asegura que no es necesario que haya terceras personas para que una pareja madura tome la decisión de seguir adelante cada uno por su lado.
Estancamiento - Durante 2016 se produjeron 101 294 casos de nulidad, separación y divorcio, lo que supuso una tasa de 2,2 por cada 1.000 habitantes. En total, un descenso del 0,1% respecto al año anterior. El número de divorcios aumentó un 0,3%, mientras el de separaciones disminuyó un 6,4%, y el de nulidades un 18,8%.
Sin conflictos - El 76,6% de los divorcios en el año 2016 fueron de mutuo acuerdo, mientras que el 23,4% restante fueron contenciosos En el caso de las separaciones, el 85,1% lo fueron de mutuo acuerdo y el 14,9% contenciosas.
16,3 años es lo que parecen durar la mayor parte de los matrimonios hasta que deciden poner fin a la relación De hecho, los que se divorciaron en 2016 habían sobrevivido 16,1 años de media y 21,6 años los que acordaron separarse. Por edades, los españoles entre 40 y 49 son los que más rompen con su pareja. Lo bueno es que la mayor parte de los procesos, algo más de 80%, se resolvieron en menos de seis meses.
Fernando y María protagonizaron uno de los 33.890 divorcios que tuvieron lugar en España el año pasado entre mayores de cincuenta años, un sector de población en el que las rupturas, según ha publicado esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE), no han dejado de crecer.
Luis Zarraluqui, Abogado
José Luis Utrera, Juez
Eduardo Brik, Psicólogo
La cifra de separaciones en esta franja de edad creció en 2016 un 4,6% con relación a 2015 y fue un 30% mayor que la contabilizada en 2013, unos 26.000; una subida meteórica si tenemos en cuenta que, en términos generales, el número de procesos apenas varió.
Luis Zarraluqui, socio director del bufete especializado en asuntos de familia que lleva su nombre, opina que el incremento de divorcios y separaciones entre parejas mayores de cincuenta es la lógica consecuencia de la realidad actual. «Por un lado, la vida es cada día más larga. Un colega inglés me comentaba ayer que en Gran Bretaña el número de matrimonios entre mayores de 65 ha crecido de manera exponencial en los últimos años. Normal, no solo vivimos más, sino que llegamos mejor a viejos, en todos los sentidos. La otra variable incontestable es la incorporación de la mujer al mercado laboral. Hace tiempo que dejaron de ser dependientes, en muchos sentidos, de sus maridos».
El abogado asegura que sobre esas dos realidades se explica lo que está pasando. «Por si eso fuera poco, nuestras relaciones cada vez son más abiertas, nos cruzamos con más y más gente y es imposible no hacer comparaciones. En casa tenemos un marido que ni se sabe el tiempo que hace que no nos ha dicho lo guapas que estamos y al llegar al trabajo un compañero nos dice todas las mañanas que nos encuentra guapísimas. Tienes que estar muy bien para que la comparación aguante el envite».
Por el bufete de Luis Zarraluqui pasan todo tipo de procesos. «Estoy divorciando a señoras de 60 y 65 años estupendas, y aunque la realidad es que a cada caso lo rodean sus propias circunstancias, en muchos se dan las dos variables de las que hablamos: aún se sienten jóvenes, sus hijos ya no dependen de ellas y tienen independencia económica. Las reglas del juego han cambiado y ya no tiene que ser una tercera persona el detonante para que alguien decida empezar una nueva vida. Puede haber infinitos motivos».
También José Luis Utrera, titular del Juzgado de Primera Instancia número 5 de Familia de Málaga con 20.000 sentencias de divorcio a su espalda, cree que el incremento de rupturas en parejas maduras puede tener mucho que ver con que termina la necesidad, o el deseo, de mantener la apariencia de normalidad por el bien de los hijos. El magistrado opina que, en cualquier caso, suelen ser el resultado de crisis que se van arrastrando, y asegura que pese a que en las estadísticas crece el número de separaciones y divorcios por mutuo acuerdo, el 30% suelen ser traumáticos y un tercio de ellos muy traumáticos. No existe un patrón que haga suponer que el proceso va a ser más o menos complicado. «Influyen muchas cosas, entre ellas la elección del abogado. Un buen profesional debe tener talante negociador y estar formado en asuntos de mediación, porque todo eso es importante. Además, el ciudadano llega al juzgado con una información parcial, fundamentalmente jurídica o económica, pero debe saber que todo esto tiene una carga psicoemocional y que es algo que debe resolverse lo mejor posible; para empezar, separando la ruptura de pareja de la parental. Uno se separa de su mujer o de su marido, no de sus hijos. Lo que sí es cierto es que, cuando la pareja es mayor, los hijos suelen ser adultos y la separación tiende a ser menos traumática para las partes».
El hecho es que, pese a que en los últimos años parezca haberse estancado el número de rupturas, los procesos relativos a ellas, o derivados de ellas, siguen copando buena parte del trabajo de los juzgados de familia. En total, 300.000 cada año.
La relación de Ricardo (55) y Helena (52) llevaba enquistada mucho tiempo. Tras una temporada buena, irremediablemente surgía algo que encendía una disputa que podía prolongarse durante semanas. Después de cada enfrentamiento dejaban de hablarse durante días con la idea de que el tiempo se encargaría de poner las cosas en su sitio, pero cada bronca abría nuevas heridas que nunca terminaban de curarse. Aquello derivó en una convivencia salpicada de desprecio hasta que una noche él se sentó en el sofá, apagó la televisión y le dijo a Helena que la relación que habían iniciado 23 años antes se había terminado.
Eduardo Brik, fundador y director de Itad, una clínica madrileña que lleva 20 años ofreciendo tratamiento integral especializado en terapia familiar sistémica, además de alcoholismo, otras drogodependencias y nuevas adicciones, asegura que el caso de Ricardo y Helena es un clásico; que cuando se dan ese tipo de indicadores: parejas que discuten continuamente, que se faltan al respeto, que mantienen una sensación permanente de desamor... se está a las puertas de un divorcio. También ellos han comprobado en los últimos años cómo el número de conflictos de pareja ha crecido entre aquellos que atesoran una larga relación y han pasado o están a punto de cumplir los cincuenta.
«Suele ocurrir en parejas de relaciones largas que no han tenido muchas experiencias previas al matrimonio y que, cuando el nido se vacía, el móvil para estar juntos desaparece. Además, el mito del amor romántico, del 'hasta que la muerte nos separe', ha desaparecido y ya no existen exigencias religiosas o sociales que lo sostengan».
El doctor mantiene que a esas circunstancias hay que sumar que actualmente hay mucha gente que a pesar de haber cumplido medio siglo no ha madurado. «Son personas que creen que son jóvenes o que quieren seguir siéndolo, que se empeñan en correr maratones, en tener el aspecto de un chaval de 25 y que incluso envidian a sus hijos», dice dejando otro asunto sobre la mesa: «El alcohol y las drogas, del tipo que sean, son mortales para la relación de pareja. O se resuelven, o es imposible salir adelante».
Brik cuenta que estos días, entre otros muchos casos, su equipo ayuda a superar su divorcio a una mujer de tres hijos, psiquiatra de profesión, que en su momento aparcó la vida laboral para atender a su familia. «Pasados los años se plantea retomar su carrera y su marido no lo acepta. El hombre quiere imponer una ley no vigente», asegura el experto, presidente de la Fundación Terapias Sin Fronteras, una organización que ofrece tratamientos psicoterapéuticos a inmigrantes y refugiados.
Otro de los datos que arroja la estadística realizada por el INE respecto a 2016 es que la duración media de los matrimonios es de 16,3 años, una cifra ligeramente superior a la de 2015 y que también lleva a engordar el nicho de parejas que rondan los cincuenta. De hecho, el 31,6% de los divorcios se produjeron después de 20 años de matrimonio o más, y el caso de las separaciones aún es más representativo: la mitad de los matrimonios separados el año pasado tuvo una duración de al menos dos décadas.
En cualquier caso, la mayor parte de los profesionales coinciden en que no solo la frontera de los 50, también la de los 65, resulta letal para los matrimonios peor avenidos. De hecho, el número de divorcios de personas mayores de 60 pasó de 3.636 en el año 2005 a 9.541 en 2015. Un aumento del 162% y cientos de ejemplos conocidos sobre la mesa: Mario Vargas Llosa, Felipe González...
Lo bueno de todo esto es que las estadísticas confirman que, tengamos la edad que tengamos, seguimos intentándolo. El año pasado, el número de matrimonios en los que el novio o la novia pasaba de los 60 creció el 101% y el 131%, respectivamente. La esperanza es lo último que se pierde.
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