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Descanse en frío

Descanse en frío

Una empresa valenciana, pionera en ofrecer el servicio de criopreservación en Europa. «Ya tenemos dos clientes», asegura

SUSANA ZAMORA

Domingo, 11 de noviembre 2018, 11:42

Walt Disney soñó con prolongar su existencia más allá de la muerte y confió a los suyos que congelaran su cuerpo una vez que el cáncer de pulmón que padecía acabara con él (falleció en 1966). Deseaba ser el primero en someterse a un proceso de criopreservación con la idea de que algún día, cuando los adelantos médicos lo permitieran, pudieran despertarle de su 'letargo' para volver a ser el que fue. Muchos creyeron entonces en aquella utopía; todavía hoy hay quienes piensan que el dibujante permanece a 196 grados bajo cero en alguna cápsula de aluminio a la espera de que la ciencia lo devuelva a la vida. Pero el padre de la factoría animada más célebre del mundo nunca pasó por aquel trance. La familia consideró que era «un capricho» tan infantil como sus criaturas de ficción y acabó incinerando el cadáver, como certifican sus biografías.

Walt no fue criopreservado, aunque el imaginario popular lo tenga como pionero. Ese lugar lo ocupa en realidad James Bedford, que murió el 12 de enero del 1967. Minutos antes de exhalar su último aliento, este profesor de Psicología se ponía en manos de la recién constituida Cryonics Society de California, persuadido de que un avance científico lo traería de nuevo a este mundo. 51 años después no se ha obrado el milagro... «Todavía», recalcan quienes tienen fe ciega en una técnica, tan experimental como controvertida, que «dentro de unos años será totalmente viable».

Así de rotundo lo defiende Albert Estrada, director médico de Cecryon, la empresa valenciana que será la primera en ofrecer un servicio de criopreservación de cadáveres en Europa. «Tenemos suficientes argumentos para pensar que las personas criopreservadas podrán ser recuperadas algún día -afirma-. El principal, la evolución científica y tecnológica. En el caso de la criopreservación, las dificultades estriban en problemas técnicos derivados del gran tamaño de un cuerpo humano adulto. Hace 30 años se empezaron a criopreservar espermatozoides de toro, luego óvulos y embriones, y hoy puede vitrificarse y recuperarse con viabilidad biológica un ovario de oveja o un riñón de conejo. Luego vendrá el conejo entero, después un gato, un cerdo y finalmente un humano. Nuestro compromiso es recuperar a los pacientes cuando la viabilidad de la técnica médica sea tal que puedan reincorporarse a la vida en pleno buen estado de salud», expone Estrada.

Un negocio más

No lo aprecian así en el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona. Muy al contrario, consideran que se trata de un negocio más alrededor de la muerte, que genera «falsas expectativas» porque «no hay ningún aval científico, ni jurídico, ni ético» que lo sostenga. Obtener el 'pasaporte' para una hipotética segunda vida no resulta barato. El cliente debe abonar en vida 200.000 euros. Y el éxito del procedimiento, apuntan sus introductores en España, dependerá de la rapidez con que se actúe tras el deceso.

«Una vez declarado clínicamente muerto, los tejidos del individuo empiezan a dañarse por efecto de la hipoxia -explica Estrada-. Cuando el corazón deja de latir, no llega oxígeno a los órganos y el cerebro es el más sensible a este déficit». El especialista en Bioquímica Clínica prosigue la descripción del proceso: «Es crucial mantener la circulación sanguínea, bajar la temperatura corporal con agua y hielo y pinchar heparina al cadáver, para evitar que se formen coágulos que obstruyan el árbol vascular e impidan posteriormente administrarle unas sustancias crioprotectoras», una especie de 'anticongelante' destinado a evitar la formación de cristales.

El Ayuntamiento de Ribarroja dice que solo ha dado licencia para tanatorio

Este es en síntesis el procedimiento, «extremadamente lento» para que no se produzcan fracturas -puede conllevar hasta cinco días-, que Cecryon tiene previsto llevar a cabo en las instalaciones acondicionadas en el tanatorio privado del Parque San Jaime de Ribarroja, en Valencia. Una superficie de 1.500 metros cuadrados en la que se han invertido más de un millón de euros y donde dos clientes, según la empresa, ya tienen preparadas sus criocápsulas.

Allí permanecerán 'sine die' en nitrógeno líquido, a la espera de recuperar la vida algún día. Y si fuera así, ¿en qué estado volverían a este mundo? ¿Recordarían su vida anterior? Estrada no alberga dudas: «Conservarán toda su memoria». Lo argumenta: «Hoy en día se vitrifican y recuperan pequeños gusanos a los que previamente se ha adiestrado para buscar comida en un determinado lugar ante un estímulo olfatorio, y siguen recordando lo aprendido después de pasar por el proceso. También sabemos que las personas que se han recuperado de periodos de más de dos horas con el corazón parado y sin actividad cerebral conservan sus recuerdos y la personalidad intacta».

Expertos en Bioética aseguran que es un negocio que genera falsas expectativasE

Para la Sociedad Española de Bioética, no parece que el ejemplo del gusano sea extrapolable al ser humano, «cuando tenemos 200 tipos diferentes de células y millones de ellas en nuestro cuerpo», recalca Francisco José Ramiro, profesor de Bioética y miembro de esta institución. «Lo realmente complicado es que esas células no mueran durante la congelación, y a día de hoy no hay ninguna evidencia experimental sobre los procesos de congelación y descongelación. Desde un punto de vista médico, se antoja poco serio. Y en el plano ético, es jugar con los deseos de pervivencia de las personas», enfatiza.

La criopreservación, aunque esté a punto de dar sus primeros pasos en España y el resto de Europa, no es una práctica novedosa. En Estados Unidos hay unas 350 personas criopreservadas, y en Rusia, medio centenar. Estrada está convencido del éxito de su negocio, «porque somos la única alternativa viable una vez que la tecnología médica actual no puede hacer nada más por el paciente».

Pasión de familia

Este médico creció escuchando hablar de vencer a la muerte. Es un objetivo que comparte con su padre, el neurofisiólogo Luis Estrada, presidente de la Sociedad Criónica Española. Albert es consciente de los recelos que despiertan estas técnicas «revolucionarias» en la profesión. «Yo no tengo afán de hacer proselitismo ni de venderle el producto a nadie; quien quiera morirse, que se muera», sentencia. Se enfrentan a la incredulidad en la profesión y también a las reglas administrativas, «como cualquier otra actividad en España», esgrime Estrada. La legislación de carácter nacional no recoge ninguna norma específica sobre la criogenización de cuerpos sin vida con vistas a su recuperación en el futuro, cuando la enfermedad causante de la muerte pueda ser curada. El artículo 6 del Decreto 2263/1974, de 20 de julio, establece que el destino final de todo cadáver ha de ser uno de los tres siguientes: el enterramiento en lugar autorizado, la incineración o la inmersión en alta mar.

Criopreservación

  • Una técnica complicada La criopreservación consiste en bajar la temperatura del cuerpo humano hasta los -130 grados, extraer la sangre y sustituirla por un líquido criogénico, «una especie de anticongelante», para conservarlo. Después, se introduce en una cápsula con nitrógeno líquido. La idea es mantenerlo así hasta que la medicina halle la curación a la enfermedad que causó la muerte. «El objetivo es que la persona pueda incorporarse a la vida en pleno estado de salud», explica Albert Estrada.

  • Tres centros en el mundo Existen solo tres organizaciones en todo el planeta que ofrecen este servicio: el Cryonics Institute (CI), en el Estado norteamericano de Michigan; Alcor, en el de Arizona, y el KrioRus, en Rusia. En total, hay unas 400 personas criopreservadas (350 en EE UU y el resto, en Rusia).

  • ¿Es legal en España? El artículo 6 del Decreto 2263/1974, de 20 de julio, establece que el destino final de todo cadáver ha de ser el enterramiento en un lugar autorizado, la incineración o la inmersión en el mar. La legislación no recoge ninguna norma específica sobre criopreservación.

Pero, según Estrada, la normativa autonómica valenciana reconoce que un cuerpo humano se puede preservar. «Tenemos licencia como tanatorio y la Administración sólo nos exige disponer de un horno crematorio para preservar las garantías sanitarias. Aunque nunca lo usaremos, creen que es necesario por si algún cadáver sufriera putrefacción y hubiera que incinerarlo», detalla. El Ayuntamiento de Ribarroja del Turia confirma la licencia de la empresa para operar como tanatorio, «pero solo eso». «Si quieren prestar un servicio de criopreservación, tendrán que solicitar una ampliación de la licencia de acuerdo al Reglamento de la Policía Sanitaria Mortuoria de la Consejería de Sanidad. Con esa documentación, preguntaremos a la Administración autonómica qué requisitos técnicos debe cumplir el proyecto para darle finalmente el permiso. En la actualidad, no lo tienen», zanja el alcalde, Roberto Raga.

La criopreservación consiste en bajar la temperatura del cuerpo humano hasta los -130 grados, extraer la sangre y sustituirla por un líquido criogénico, «una especie de anticongelante», para conservarlo. Después, se introduce en una cápsula con nitrógeno líquido. La idea es mantenerlo así hasta que la medicina halle la curación a la enfermedad que causó la muerte. «El objetivo es que la persona pueda incorporarse a la vida en pleno estado de salud», explica Albert Estrada.

James Bedford, el primer criopreservado

El 12 de enero de 2018 se cumplieron 51 años desde que fue criogenizado el norteamericano James Bedford, profesor de Psicología de la Universidad de California, que falleció a los 73 años como consecuencia de un cáncer de riñón. Fue la primera persona encapsulada en espera de avences médicos suficientes para vencer a la muerte. Lo metieron en hielo y lo mantuvieron conectado a una máquina de respiración artificial. Después le inyectaron dimetilsulfóxido, un líquido que se empezó a usar como crioconservante, y se le congeló con hielo seco antes de sumergirlo en nitrógeno líquido. Hoy permanece en la Fundación Alcor Life Extension.

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