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Antonio Corbillón
Miércoles, 27 de febrero 2019, 11:33
«La cebra está marcada a rayas. ¿Por qué tiene franjas?». Charles Darwin promulgó su teoría de la evolución de las especies. Pero no logró explicarlo todo. Su rival, el también biólogo Alfred Russel Wallace, dejó igualmente escrita la misma pregunta. Tenían claro que no era una simple cuestión estética o de coquetería de esta familia de equinos africanos. Durante más de 150 años, se han multiplicado las respuestas. Se ha teorizado que las líneas negras podrían coincidir con la base de los árboles oscuros, mientras los blancos serían los espacios vacíos entre cada tronco. Otra idea apuntaba a que las rayas rompen el contorno de la cebra, lo que dificulta que sus depredadores la vean como una pieza uniforme, similar al lomo de un caballo.
Ninguna era acertada. Aunque, al menos, la del camuflaje para sus enemigos se acercaba un poco. Tim Caro, un investigador de la Universidad Davis (California), demostró hace unos años que al amanecer y al atardecer las rayas se fusionan y se hacen indistinguibles a los ojos de leones y hienas, sus mayores predadores. Mientras un humano distingue el cruzado de este cuadrúpedo a 180 metros de distancia, el león necesita estar a menos de 50 para saber de qué pieza se trata. Y la hiena no se aclara hasta que no la tiene a 25 metros.
El propio Tim Caro acaba de demostrar la verdadera razón del traje 'presidiario' de la cebra: despistar a los insectos que masacran su piel, en especial los tábanos y la mosca 'tse-tsé'. En cuestión de invertebrados agresivos, las cebras sufren una maldición. En comparación con otras especies de rumiantes de sabana, como los antílopes, su pelaje es muy corto, lo que permite que los voraces mosquitos encuentren mejor los vasos sanguíneos de su lomo. Por eso son tan susceptibles a enfermedades como la tripanosomiasis, la peste equina africana y la gripe. En África, los caballos son víctimas de invertebrados que se beben hasta medio litro de sangre al día y les contagian graves males. Pero las tres familias de cebra (común, de montaña y grevy) han esquivado ese problema.
P. González-Bellido - Neuroetóloga
«Aún no sabemos exactamente qué es, pero algo impide que las moscas se den cuenta de cuándo hacer el aterrizaje», explica el profesor Caro en un artículo publicado en la revista 'PLOS One'. Caro y su colega Martin How idearon un ingenioso experimento para llegar a esta conclusión. Se desplazaron a Hill Livery, un orfanato de caballos y cebras emplazado cerca de Bristol, al sur de Inglaterra. Allí 'vistieron' a los caballos convencionales con trajes de rayas para disfrazarlos como sus 'hermanos' africanos. Inicialmente, las moscas acosaban a unos y otros por igual. Pero, una vez que se acercaban, las rayas parecían deslumbrar tanto a los insectos que o se acercaban muy rápido y rebotaban contra el corpachón de su víctima o se desviaban de su objetivo.
«Para aterrizar o desacelerar, los insectos intentan equilibrar el flujo óptico de ambos ojos. Las rayas que cambian de orientación y grosor dificultan esos procesos», explica a este periódico desde el Colegio de Ciencias Biológicas de la Universidad de Minnesota (EE UU) Paloma González-Bellido. Esta investigadora española es una referencia mundial en neuroetología, la rama que estudia la llamada 'caja negra' de las conductas innatas de los animales.
0,5 litros de sangre puede perder una cebra al día por picaduras de tábanos o moscas tsetse. El camuflaje es habitual en los seres vivos.
Sepia y calamar Durante su estancia en la Universidad de Cambridge, la neuroetóloga Paloma González-Bellido demostró que las sepias usan el flujo óptico de sus brazos para confundir y cazar a los cangrejos.
Mosca asesina Abulta como un grano de arroz (6 milímetros). Pero sus miles de lentes por ojo le permiten dibujar un ángulo evasivo y lanzarse a por sus presas.
González-Bellido da validez a esta nueva teoría, aunque echa de menos que «no se haya reconstruido en 3D (tres dimensiones) la trayectoria de los tábanos». De esta forma, «no se sabe con suficiente detalle cómo cambia el vuelo cuando está intentando aterrizar y no lo consigue por las rayas». La experta cita experimentos con insectos en túneles decorados con un damero de ajedrez en blanco y negro sin que afecte a su vuelo, ya que son cuadrados de idéntico tamaño que se suceden con la misma frecuencia. Ella ha logrado reconocimiento con sus estudios de los sistemas de camuflaje de libélulas, moscas ladronas o sepias. Asegura que, además de los insectos, muchos otros seres vivos son sensibles al flujo óptico: abejas, pájaros... «También le ocurre a los humanos», precisa.
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