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El mundo genera en un año alrededor de 400 millones de toneladas de plástico. Todo, obtenido del petróleo mediante diversos procesos químicos. En solo un ... 8% de esta producción mundial son utilizados materiales reciclados. Y un escaso 1,5% tiene origen biológico.
El problema que plantea este omnipresente material es de carácter medioambiental, por su difícil degradación. Se calcula que 8 millones de toneladas de residuos plásticos terminan en el océano cada año. Esto equivale a verter a los mares un camión de basura lleno de este polímero cada minuto, según Naciones Unidas.
Hoy, este residuo y su tratamiento constituyen uno de los principales retos medioambientales de la era moderna. Sobre todo porque existen numerosas evidencias científicas de que esta basura vuelve a nuestro organismo, que la acumula en los órganos en forma de microplásticos.
Estos son consumidos por la población a través de los restos acumulados en los animales y los recursos naturales, como el agua e incluso el aire, de los que los humanos dependen para sobrevivir. Las consecuencias para la salud a largo plazo es aún incierta, a pesar de que la cifra de trabajos de investigación con este objeto crece cada día.
Con este contexto, la comunidad científica lleva años buscando alternativas para la producción de plásticos biodegradables. En este camino, un grupo de investigadores coreanos acaba de alcanzar un nuevo hito: la demostración de que la temida bacteria E.coli, que tantos problemas intestinales puede llegar a causar, es capaz por sí sola de fabricar un polímero biodegradable.
Esta es la principal conclusión que se recoge en el artículo publicado en la revista Nature Chemical Biology, firmado por el Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Corea (KAIST). Los autores del trabajo reconocen que hace años que se conoce la capacidad de los microorganismos para sintetizar polímeros de forma natural. Pero no ha sido hasta ahora que se ha planteado la posibilidad de utilizarlos para la fabricación de plásticos con cualidades válidas para su comercialización.
Así, Sang Yup Lee, autor principal de la publicación, y sus colegas desarrollaron un proceso para producir poliéster usando una serie de enzimas producidas por la bacteria E.coli. El proceso para fabricarlo ha pasado por combinar una serie de aminoácidos e hidroxiácidos en cepas de este microorganismo, que previamente han sido diseñadas genéticamente para la producción de este material. «Para optimizar el proceso», utilizan glucosa -clave en la sintetización- para producirlo dentro de la citada bacteria transgénica.
Finalmente, lograron producir 55 gramos de poliéster en un biorreactor, lo que implicaría que la fabricación mediante estas vías se podría escalar «fácilmente».
Sobre las características del material resultante, afirman en su trabajo que es comparable con las del polietileno de alta densidad, uno de los plásticos más utilizados en la industria manufacturera actual, lo que indica que estos poliésteres podrían servir como una alternativa renovable y biodegradable. Concretamente, citan aplicaciones biomédicas, como la administración de fármacos e ingeniería de tejidos.
«Este método tiene varias ventajas sobre los métodos químicos actuales, como proporcionar un fácil acceso a una amplia gama de polímeros y permitir la producción sostenible de los mismos, lo que es cada vez más crucial a medida que aumenta la crisis climática», concluye el autor principal del trabajo.
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