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La Sangre venció a 'Nelson', que así llama la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) a la borrasca que este miércoles trajo vientos de hasta 70 ... kilómetros por hora en diversas zonas de la Región. Mucho antes de las seis de la tarde, hora oficial de la salida del cortejo 'colorao' que parte de la arciprestal del Carmen, el barrio bulle de penitentes, estantes y mayordomos que se dirigen a la sede canónica para ocupar sus puestos en el desfile.
Las sillas de la carrera comienzan a ocuparse y la algarabía de gentes que van y vienen, entre carros de chucherías, recuerda a una típica tarde de Semana Santa. Las únicas nubes son aquellas que forman los globos que se disputan los chiquillos. Eso sí, bajo un endiablado viento que, de arreciar, hubiera amenazado la salida de uno de los cortejos más antiguos y populares de entre los que se convocan en nuestra tierra. No fue así.
La emoción puede palparse tras padecer tres procesiones suspendidas que han sumido a la gran familia nazarena en la tristeza desde el pasado Lunes Santo, cuando el Perdón de San Antolín apenas logró asomarse al zaguán de su parroquia por el anuncio, bien cierto, de que esa noche llovería. Y lo mismo sucedió con la Asociación de la Salud y la Hermandad de Esclavos el Rescate, que suspendieron sus estaciones de penitencia por similar motivo, si bien este miércoles, finalmente, no cayó ni una gota sobre la urbe y los templos abrieron sus puertas para acoger a miles de murcianos y turistas. Como abrió el balcón el obispo para ir bendiciendo cada paso.
El Pendón de la Sangre anunció su salida a la hora prevista y una legión de diminutos nazarenos marcaron a golpes de campanillas que la Archicofradía tomaba las calles. Lo mismo parece advertir San Vicente Ferrer, el primer paso de la comitiva 'colora' que inicia su carrera señalando con un dedo al cielo, como si quisiera conjurar el viento. Bueno, no pocos milagros se atribuyen al fraile valenciano.
Las calles y plazas vuelven, esta vez sí, a ser acariciadas por las recias esparteñas de los estantes, esas de duras suelas que impiden cualquier resbalón. La Samaritana comienza su estación de penitencia sobre el paso más ancho de cuantos desfilan en la Semana Santa. Y un año más vuelve a encandilar con la perfección de su carita de buena moza ricamente ataviada con túnica de seda mientras el viento hace sonar las lágrimas de cristal de las tulipas, tan históricas y tan murcianas, que adornan los brazos de luz.
Un penitente alarga su mano para entregar el primer caramelo de la tarde. Igual del año, para él. Los balcones de Floridablanca, cuajados de parroquianos, contemplan como un río desbordado de túnicas 'coloras' se dirige hacia otro, el Segura, cuyo Puente Viejo, cuando comiencen a cruzarlos los tronos camino del corazón de la ciudad, será protagonista de miles de 'selfies'.
Pasa Jesús en casa de Lázaro, el imponente Lavatorio que imaginó González Moreno, restaurado hogaño, y La Negación de San Pedro, con su 'pero' junto al apóstol y los 38 estantes que arriman el hombro sin ocultar su satisfacción por haber vencido al tiempo. A las siete y media cruzaban el río. La fachada del Moneo lucía encendida de color rojo intenso. Y aparece el Pretorio con su Berrugo, ese pícaro e indiferente sayón del que las abuelas contaban que en la víspera de Miércoles Santo andaba de bancal en bancal robando las habas que luego lucía en su mano durante la procesión. En realidad, es Antonio 'El Cigarro' el que cada año las cultiva desde octubre en su huerto de Santiago y Zaraíche.
Si toda estación de penitencia siempre es nueva, por los azares y azahares que diferencian cada año, en esta ocasión la novedad es una incorporación hasta hace dos días escasos ni siquiera imaginada: la del paso del Perdón.
La Archicofradía cursó invitación a su hermana de San Antolín tras conocerse la suspensión del cortejo magenta. Y aceptaron de buen grado permitiendo que queden para la historia bellas estampas de esta procesión que sacó a las calles dos de las imágenes más veneradas de toda la Región.
La tarde se deshace entre sones de marchas pasionarias que el viento esparce por la ciudad, paralizada ante el paso de esta Sangre que atesora tallas tan veneradas como la Dolorosa, de Roque López, que cerró el cortejo, o el Santísimo Cristo de la Sangre, Patrón del antiguo barrio y protagonista de muchos instantes cofrades, entre ellos su hermoso cruce sobre el Puente Viejo. Se trata, por acabar pronto, de una procesión que condensa, embellece y ofrece al mundo aquella sabrosa esencia murciana convertida en arte y devoción. Es, sin duda, el miércoles más bonito del año.
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