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El tintineo de las luces, el crujir de las esparteñas y el golpe del cabo de andas: tres estampas nazarenas. Cuatro siglos de historia adornan las cofradías. Y han pasado como un clis o el agua en la Aljufía. Pero ahí, siempre pendiente, henchido de ... nazarenía, fue el estante de morera permanente idolatría del buen cofrade que carga y yugo de gloria bendita en sus espaldas rendidas.
Pasa ante nuestras miradas tan recio como escondido, aunque nadie lo eche al ver; es su esencia centenaria firme puntal de apoyo, obra de artesanía, indispensable columna que soporta la hidalguía de mover esas tarimas bamboleando alegrías.
Por quitarle, le quitaron hasta su nombre y la esencia y llaman estante al hombre que en su mano lo sustenta. Pero nadie negará, salvo que acaso querer mienta, que sin su madera noble, sin sus vetas de experiencia, sin su color ya negruzco no habría procesión seria que lograra culminar la estación de penitencia.
Eres, estante, glorioso, pues tu madera es de gloria que abanderaba la huerta, aunque huerta poca queda. Sombra fresca del huertano y alimento de la seda. Recio tronco agrietado al que el brazal le da fuerza y espera, rendido y dispuesto, a que tallen su madera, dejándose emparejar a golpe de gubia certera.
De ti colgaban las cántaras o una bota bien repleta del Jumilla que al abuelo le quitaba sus peteras. Heredado de los padres, como si de oro fueras, no hay mayor regalo a un hijo, ni más grande lo tuviera que mostrarlo orgulloso en la barroca carrera.
Porque eres, estante remoto, por tu dureza y gran fuerza, el único que acaricia nuestras tarimas añejas. En cada parada las besas, tal que pequeña caricia; resuenas al tocar el suelo como si acaso entendieras que llevas al Señor encima y en tu deber lo sustentas.
Cuando golpeas la tarimas eres junto a las bocinas y los tambores de burla el sonido más castizo en las calles nazarenas. El tintineo de las luces, el crujir de las esparteñas y el golpe del cabo de andas: tres estampas nazarenas.
A tu orden anda el paso, a tu señal se nivelan esos estantes de raza que, que, pañuelo a la cabeza, con una mano en el paso y con la otra te llevan, meciéndote entre sus túnicas, acariciando las medias, de repizco si son buenas, o bordadas hasta la médula, dando besos de madera al rosario de la abuela.
En fin, tú eres fiel estante, columna de primavera, anónimo protagonista de esta semana de fiesta. Sin ti, Murcia lo sería menos. Contigo, a la gloria eterna. El tintineo de las luces, el crujir de las esparteñas y el golpe del cabo de andas: tres estampas nazarenas.
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