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Veloces cuadrigas y sigas resonaron anoche con fuerza a su paso por la carrera principal de la avenida Juan Carlos I, en Lorca, bajo ... las riendas de expertos aurigas. Representaron el poderío de las grandes civilizaciones clásicas, recreado a la perfección por blancos y azules en su primer gran desafío de los desfiles bíblico-pasionales. Los más de 10.000 espectadores en sus asientos y otros muchos miles en los balcones entraron en un túnel del tiempo para contemplar la excepcional puesta en escena del pasado.
El Paso Blanco sacó en procesión diez cuadrigas, seis de la civilización asirio-babilónica y cuatro de emperadores romanos para establecer una dura competencia con el Paso Azul. Tras la carroza del rey Nabuconodosor, que representa la deportación y el exilio del pueblo de Israel en Mesopotamia, desfilaron los primeros carros asirios arrastrados por cuatro caballos, los de Judit, Holofernes y Aquior, a los que siguieron los del faraón Siamón, el hijo ilegítimo de Salomón y la reina de Saba, Nahama y Manelik.
El cortejo también incluyó la icónica caballería de las Tribus de Israel, con magníficos ejemplares, y la corte del rey Salomón con el singular Caballo del Respeto, el único que desfila sin jinete de la Semana Santa de Lorca. Lució un nuevo petral con el mismo diseño que realizó en 1934 Emilio Felices, con un perfil de picos y palmeras bordadas en oro.
El rey Salomón desfiló sobre una biga y lució su manto verde que reproduce al monarca tal y como sale en la procesión. A continuación apareció el cortejo ecuestre de la reina de Saba compuesto por diez caballos que fueron alzados una y otra vez en atrevidas cabriolas por los jinetes abisinios. Entre ellas destaca la conocida como Capeta del Negro bordada en sedas en 1935. Precedieron a la reina en su espectacular carroza de estilo egipcio tirada por 33 esclavos. Iba rodeada de su corte de esclavas y adornada con un llamativo tocado de plumas de vivos colores.
Tras ella volvió la acción sobre la carrera con los ágiles carros de los emperadores Octavio, Teodosio, Licinio y Constantino, representando el esplendor del Imperio Romano. Derrocharon lujo arrastrando por la arena sus valiosos mantos de terciopelo bordados en sedas y oro.
Los jinetes de la caballería imperial cerraron el grupo dedicado a Roma con los mantos que representan a los emperadores que provocaron las persecuciones más crueles a los cristianos: Diocleciano, Galerio, Maximiano, Maximino Daza y Juliano el Apóstata.
El cortejo religioso del Paso Blanco incluyó el trono de la Oración en el Huerto, precedido de una de las piezas más valiosas de la cofradía, el centenario Paño de las flores, estandarte declarado Bien de Interés Cultural. Como cada Jueves Santo, conmovió a los espectadores la imagen del Cristo del Rescate en el trono en andas mecido por 82 portapasos ataviados con túnicas moradas. Iba escoltado por miembros de la Legión, como viene ocurriendo desde 1996.
El Paso Azul se entregó al esplendor del Imperio Romano, dejó de lado las clásicas cuadrigas y las transformó en siete sigas, número simbólico para la hermandad, que corrieron como una exhalación por la carrera. Los aurigas de los carros eran los emperadores de las dinastías de los Flavios y de los Antoninos. También desfiló la carroza del emperador Julio César y la renovada caballería romana, que ha sumado este año a los mantos de San Pablo y del Coliseo, el del emperador Marco Aurelio, realizado en sedas y oro sobre terciopelo azul marino. El emperador Tiberio, durante cuyo mandato murió Jesús, llevaba las riendas de una siga triunfal, una alegoría del águila imperial, y lució su manto de terciopelo carmesí con la figura del dios Júpiter bordada en sedas. No faltó el personaje del prefecto Poncio Pilatos, con el manto que representa el célebre lavatorio de manos.
Una de las novedades de la procesión azul fue la presencia de volteadores de la República Checa en el grupo de los etíopes, que sorprendieron al público con arriesgadas acrobacias a lomos de sus caballos sin montura mientras corrían a galope en un impecable ejercicio de doma.
Moisés también apareció representado en su biga triunfal y la caballería egipcia, con siete mantos, simbolizó la opresión egipcia sobre el pueblo
judío durante catorce siglos. Uno de los personajes más emblemáticos de la hermandad, la profetisa Débora, salió a caballo con su manto verde mar blandiendo una espada. Salió por primera vez a finales del siglo XIX y fue la primera amazona de la Semana Santa lorquina. Causó admiración la entrada en la carrera la fastuosa carroza de la reina Meiamén, madre adoptiva de Moisés, precedida del grupo de esclavas de la corte.
La caballería del Triunfo del Cristianismo introdujo al cortejo religioso. Está compuesta por diez jinetes con mantos que representan a los dioses de la mitología greco-romana y tras esta desfiló el trono de la Coronación de Espinas portado por 90 costaleros. El grupo escultórico representa a Jesús acompañado por dos soldados tras ser flagelado y es el de mayor peso de todos los que procesionan, con 2.000 kilos.
Blancos y azules librarán hoy la batalla final en el cortejo de la Salvación que preside el Paso Blanco y en el que destaca la salida en procesión de su imagen titular, la Virgen de la Amargura, y de la Virgen de los Dolores del Paso Azul.
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