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Con el día de la Patrona, Cartagena se vistió de fiesta. Cientos de cartageneros del centro, barrios y diputaciones desfilaron por la Basílica para reunirse ... en torno a su madre común. El obispo llamó en la misa de la onza a rendirle honores y la alcaldesa perpetua de la ciudad, como abuela que espera con ansia la visita de sus nietos, tuvo buena compañía, o mejor dicho, la mejor. Flores en ramos, cestas y coronas, de todos los tipos, vistieron la fachada del templo de la Serreta, ornamentado para la ocasión con el anagrama de la Virgen y el escudo del Santo y Real Hospital de Caridad.
Todos en sus mejores galas, cofradías, partidos políticos, asociaciones festeras y entidades vecinales desplegaron toda la amalgama de color que agrupa la moda tradicional cartagenera. A la cabeza del cortejo que recorrió las calles Mayor, Puerta de Murcia, Santa Florentina y del Parque hasta el templo mariano, estuvo la Agrupación Musical Juvenil 'Tambores Quillo' seguida por la alcaldesa, Noelia Arroyo, que caminó en compañía de los ediles Diego Ortega y Nacho Jáudenes.
Ya a partir de las 16.00 horas, la plaza del Ayuntamiento empezó a llenarse de grupos, cada uno enarbolando su estandarte. Los cabeza de cada asociación consultaban con tiempo el orden de salida, que se pegó en las farolas para su rápida consulta. Entre los presentes, muchas familias con papás orgullosos de poderse fotografiar con sus pequeños ataviados para la especial ocasión.
La salida desde el Palacio Consistorial se retrasó algo más de lo inicialmente previsto. El motivo no fue otro que la presencia excepcional de una agrupación valenciana. Las falleras de la Asociación Cultural 'Falles pel Mon' tuvieron que dedicar mucho tiempo para salir perfectamente acicaladas. Su presencia fue la comidilla del público y, frente a la patrona, se llevaron el aplauso de todos y un convencido y espontáneo «¡Viva Valencia!».
Al inicio de la procesión, las calles del casco antiguo todavía lucían no muy llenas. Si bien las terrazas de Puerta de Murcia y el entorno del Icue se rifaban como todos los años, ya hacia la calle Santa Florentina se vio mucho asiento vacío. Mérito tuvieron los camareros que no interrumpieron el servicio aunque tuvieran que atravesar por enmedio el cortejo cargados de vasos, copas y tazas de cafés. También hubo quien disputó alguno de los asientos de las procesiones, que en ese momento empezaban a desplegarse, para hacerles la ofrenda más llevadera a los más mayores y que no padecieran tanto tiempo de pie.
Los adornos florales escogidos por las distintas entidades fueron en su mayoría los estándar. Muy pocos de los grupos que pararon bajo la gran cúpula de la Basílica llevaron algún gran centro. Uno de los que sí lo hizo fue el grupo municipal de MC, que llevo un escudo floral de la ciudad. El Partido Cantonal, por su parte, llevó un centro con el emblema de la formación política. El exalcalde, José López, también se dejó ver por la ofrenda y, distanciado en los últimos meses de su partido, optó por hacer el recorrido de la mano de sus compañeros californios.
Los más numerosos fueron los de la Hermandad de Romeros de San Ginés de la Jara. Por el camino, su centenar de integrantes animaron el pasacalles con su música tradicional. Los hombres con su guitarra y su acordeón, los niños con sus panderetas y las mujeres bailando las castañuelas e infundiendo alegría entre los presentes con sus saltos, giros y meneo de faldas. Misma actuación tuvieron ya sobre el altar y a la misma su sumó incluso Diego Ortega, que con su violín hizo alarde de querencia y trayectoria en el mundillo del folclore cartagenero.
Entre la indumentaria, pocos se salían de los trajes más tradicionales, lo que abrió la ocasión a comentar los 'outfit' de todos aquellos grupos que marcan, por distinción, tendencia. Los de Santa Lucía rindieron tributo a su esencia pesquera con traje de labor blanco y azul. Los de Canteras optaron por lucir sombrero de mimbre igual que los que se confeccionaban en la antaño extendida industria del esparto. Y los de Molinos Marfagones se plantaron ante la Caridad como recién salidos de hacer la molienda del cereal.
El acceso a la Basílica fue, además, fluido y, entre la bancada de la iglesia, hubo hueco incluso para albergar a más fieles. A la salida por la parte trasera, por la calle San Vicente, los grupos rompían filas y encaraban ya una noche que algunos, ya durante el camino a la basílica, iban negociando. «¿Vais a estar aquí al volver?», preguntaba una cofrade marraja a su cuadrilla de amigos sentada en una terraza de Santa Florentina.
Cuando enfilaban la entrada a la basílica los últimos entre las 56 asociaciones listadas, la sorpresa vino de la mano de la alcaldesa. La regidora se sumó al Grupo Folclórico Ciudad de Cartagena de La Palma para ofrecer un último baile a la Patrona antes de que el rector de la basílica echara la llave a los portones del templo. La devoción sigue viva.
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