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Desde varias horas antes del choque frente al Ceuta cientos de aficionados tomaron el centro comercial cercano, muchos, de hecho, decidieron comer en sus locales de restauración para evitar colas de última hora a pesar de que el choque se disputaría a las ocho de la tarde. Después, muchos miles ocuparon posiciones de privilegio desde antes de las seis de la tarde para recibir al autobús de su equipo, un ritual de tardes grandes como la que se disponía a afrontar el equipo grana.
El único lunar fue la llegada del Ceuta, por la zona norte del estadio y casi por sorpresa, aunque el autobús del equipo norteafricano no pudo evitar que varios huevos, botellas de plástico vacías y algún cubito sobrevolaran el vehículo. Ni la presencia de decenas de miembros de la policía evitó que algún aficionado grana sobrepasara los límites. Nada que ver con la llegada del equipo local, la más espectacular en muchos años, quizás desde la de Mestalla en 2017, cuando más de cuatro mil aficionados recibieron a su equipo en un partido de 'playoff' en campo ajeno. Ayer, en el Enrique Roca, fueron muchos más. La lluvia cesó y muchos fieles granas encendieron sus bengalas y tiraron tracas. El autobús del Murcia se abría paso entre una nube de humo de color grana.
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El autobús grana siguió el mismo patrón que otros años. Para evitar problemas a la hora de dar la curva para acceder a la rampa de acceso al aparcamiento subtarráneo, el vehículo paró en seco y abrió las puertas para que los futbolistas y el cuerpo técnico recorrieran a pie los últimos metros y de paso se llevaran la ensordecedora ovación de sus aficionados. El primero en bajar fue el técnico Fran Fernández. Después Pedro León. Muchos futbolistas mostraban cara de asombro y alegría, como David Vicente. Pedro Benito, entre otros, disfrutaba del momento. Igual que Saveljich, de los últimos en bajar del autobús junto a su hijo, al que es habitual ver también sobre el césped al final de cada partido.
Antes de la final ante el Ceuta, la directiva grana tuvo un hueco para honrar la figura de Marianín, un icono del Imperial, goleador y entrenador del mítico equipo del Barrio del Carmen, y también la de Juan Antonio López Gallego, jugador grana de los sesenta y setenta del siglo pasado fallecido recientemente. El ambiente fue inmejorable y dentro del estadio todo transcurrió con normalidad y sin incidentes.
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