![Andrés Suárez: «No sé vivir de puntillas ni dar un concierto a medio gas»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202111/12/media/cortadas/andress-kHSH-U1501119178948OAE-1248x900@La%20Verdad.jpg)
![Andrés Suárez: «No sé vivir de puntillas ni dar un concierto a medio gas»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202111/12/media/cortadas/andress-kHSH-U1501119178948OAE-1248x900@La%20Verdad.jpg)
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En cada respuesta, Andrés Suárez es una ráfaga de energía contagiosa, pasión desbordaba y desbordante, música y emoción liberada frente a la malacostumbrada penumbra. Y ... su octavo trabajo de estudio, titulado con su propio nombre, sigue la misma línea vital y entusiasta, escuchando al viento del pasado, prestando atención a los detalles que amenazaban ser cenizas y acudiendo a los recuerdos que escuecen y sanan, a veces con el mismo tacto rugoso de la morriña, para transformarlos en canciones que funcionan como espejo retrovisor y tren a punto de salir camino a un horizonte de prólogos. Así, el cantautor gallego firma su obra más madura, contenida y compacta hasta la fecha, engalanada además por una fantástica producción de Tato Latorre y Toni Brunet que embellece sin excesos la preciosa sencillez de temas como 'No diré', 'Todavía puedo oírte' o 'El cantante', joya de esta corona de sinceridad con la que Suárez alcanza un destino más que interesante en su ya extenso camino. Charlamos con él.
–A pesar de que se suele etiquetar como un lugar común dentro de la exigente etapa de promoción, en esta ocasión resulta inevitable subrayar que estamos ante su trabajo más personal. En ese sentido, ¿cuánto tiene este disco de descubrimiento y cuánto de reencuentro?
–Mucho de ambas cosas. No dejo de descubrirme y, al mismo tiempo, tiene mucho de reencuentro con los míos, mi norte y mi Galicia, además de Sevilla, Murcia, Valencia y Barcelona, lugares que amo y en los que llevo tocando más de dieciocho años. Fueron Tato Latorre y Toni Brunet los que casi me obligaron a que el disco fuera homónimo porque en él estaba contando cosas tan personales como que un amigo de quince años en mi colegio murió de sobredosis o que mi abuelo falleció a causa del Alzheimer. Es difícil, duele a ratos, pero estoy contando mi vida, lo que soy. Es decir, no sé si es bueno o malo, no se me da nada bien venderme, pero te aseguro que es un disco hecho desde la verdad.
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–¿De qué manera ha evolucionado su manera de dialogar con el pasado con el tiempo?
–Uno aprende a quererse y a aceptarse. Y no me arrepiento de nada. Como todo el mundo, claro, cambiaría cosas, pero me voy cayendo bien. Todos tenemos momentos de fragilidad, de autoestima baja y de autocrítica salvaje, por supuesto, pero siento paz al escuchar este nuevo disco y ver que las cartas están boca arriba.
–¿Suele utilizar algún tipo de escudo emocional a la hora de sumergirse en la memoria o apuesta siempre por ir a corazón descubierto?
–Voy con todo en todos los sentidos. No concibo otra realidad. A mí no me va eso de amar a medias. En ese sentido, la pandemia me ha hecho reflexionar mucho. Parece que no hemos aprendido nada de ella. Decíamos que saldríamos mejores, que diríamos siempre la verdad, y no lo estoy viendo. Tengo que vivir al límite porque no sabía hace un año si volvería a ver a mi familia y a mis amigos o si iba a volver a tocar en directo. ¿Cómo no voy a vivir a corazón descubierto? Hago esta entrevista con toda la intensidad, luego haré otra y después me subiré a un escenario en el que me dejaré al espalda, la piel y la voz. No sé vivir de puntillas ni dar un concierto a medio gas.
Cuándo Viernes, a las 21:30 horas.
Dónde Auditorio El Batel (Cartagena).
–Hay un equilibrio muy interesante en todo el disco entre la introspección de las letras de las canciones y la luminosidad musical de muchas de ellas. ¿Trabajó de un modo especial la armonía entre ambos conceptos?
–Lo cierto es que salió solo. Los que trabajamos a mucha honra en la orquesta hace años cantábamos 'Visa para un sueño' de Juan Luis Guerra, que es una canción que habla de personas que se ahogan buscando una vida mejor y es un merengue que la gente baila riéndose. Quiero seguir ese camino. Por ejemplo, en este disco está 'Despiértame', que es una de las letras más duras que he escrito nunca, y el público se pone a saltar y abrazarse cuando la escuchan. Ese es el poder de la música. Bienvenido sea.
–¿Qué es lo que más está disfrutando a la hora de interpretar estas nuevas canciones en directo?
–Soy un tipo melancólico, pero no solamente eso. A los cantautores nos acusan tradicionalmente de ser unos tristes, nos llaman 'cansautores' y piensan que estamos siempre nostálgicos, pero no es verdad. A mí me encanta el amor, el humor, la sexualidad y la ironía, que son elementos que están presentes en estas nuevas canciones. Es lo que más me gusta y, además, creo que son cosas que necesitamos más que nunca. Lo fácil para mí sería sentarme a escribir sobre los ERTES, el dolor, la desaparición, la muerte o los pasillos de los hospitales, pero creo que hemos tenido demasiado de eso. Si las personas que nos salvaron de aquella situación están tirando para delante, ¿cómo no lo voy a hacer yo? Creo que la heroína de este siglo, del pasado y del que viene, es una madre que no llega a fin de mes pero va cantándole a sus hijos mientras los lleva al colegio.
–Más allá del pasado, ¿a qué le gustaría que sonara lo que está por llegar?
–Mira, te adelanto a modo de exclusiva que lo que estoy componiendo para el próximo disco me apetece mucho que suene a vida. El otro día escuché un tema de mi amigo Funambulista que se llama 'Me gusta la vida' y dio con todas las teclas. Estamos aquí. Este último año y medio hemos tenido suficientes dosis de drama, dolor, angustia y miedo, así que en cuanto aparece alguna palabra grisácea en una canción que estoy escribiendo la borro porque no quiero escucharla ni yo. Quiero aferrarme a la vida más que nunca.
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